El ABC de la libertad de enseñanza

La educación privada tiene seguidores tanto en países ricos como pobres

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LONDRES, 8 noviembre 2003 (ZENIT.org).- Han surgido una vez más en Inglaterra divisiones sobre el papel de la educación privada. A mediados de octubre un miembro del Partido Conservador en el parlamento, Oliver Letwin, afirmó que preferiría mendigar por las calles antes que enviar a su hija a la escuela estatal local. Esto condujo a duras críticas a Letwin por parte del Partido Laborista en el gobierno.

Hace 15 días la pelota cambió de tejado. El diario londinense Telegraph informaba el 28 de octubre de que Diane Abbott, miembro del Partido Laborista, considerada como del ala izquierda, recibió el apoyo de su partido tras saberse que había decidido educar a su hijo en una escuela privada de 10.000 libras al año (17.000 dólares). El Telegraph observaba que en el pasado Abbott había criticado al primer ministro Tony Blair y al Fiscal General, Harriet Harman, por enviar a sus hijos a escuelas privadas, en vez de escoger las instituciones locales estatales.

Las divisiones sobre la cuestión de pública o privada se vuelven más acentuadas cuando entra en juego el factor religioso. Un comentario del 14 de octubre de Francis Beckett en el diario británico Guardian afirmaba que las escuelas confesionales fomentan la intolerancia y la violencia.

Beckett criticaba especialmente las escuelas musulmanas, alegando que ayudaban a fomentar una cultura indulgente con la violencia. También condenaba las escuelas judías, acusándolas de ser tierra de cultivo de bromas racistas. Las instituciones cristianas tampoco escapaban a su ira. Acusaba a las 5.000 escuelas de la Iglesia de Inglaterra y a las 2.000 escuelas católicas de fomentar la intolerancia. «El fanatismo religioso que fomenta conflictos por todo el mundo, desde Irlanda del Norte hasta Oriente Medio, se nutre de escuelas confesionales, incluso a pesar de que sus profesores intenten con insistencia inculcar la tolerancia», defendía.

El 28 de octubre, el obispo anglicano de Portsmouth, Kenneth Stevenson, replicó en el Guardian al comentario de Beckett, defendiendo que estaba «lleno de insinuaciones y extrapolaciones, y por tanto plenamente engañoso». Stevenson también observaba que las autoridades locales controlan la mitad de las escuelas anglicanas y que los alumnos son admitidos sea cual sea su religión.

Valores cristianos
A principios de este año, estalló el debate en Estados Unidos, después de que el Secretario de Educación, Roderick Paige, indicara que creía que las escuelas deberían enseñar los valores cristianos. Paige hizo estos comentarios a Baptist Press, informó el Washington Post el 9 de abril.

Un conocido crítico de la presencia de la religión en la vida pública, Barry Lynn, director de Americans United for Separation of Church and State, invitó a Paige a que rectificara sus comentarios o que dimitiera. Pero el secretario de prensa de Paige, Dan Lengan, rechazó la invitación, comentando: «La profunda fe del Secretario Paige le ha ayudado a sobrellevar la adversidad, para encontrar claridad y lo ha sostenido a lo largo de su vida».

William Bennett, secretario de Educación de Estados Unidos de 1985 a 1988, escribió un artículo el 13 de abril en el Washington Post defendiendo a Paige. «Valores que han nacido y se han nutrido de la fe cristiana – forman una sólida base para un buen ciudadano en la escuela y más allá de la misma», afirmaba.

Las directrices del Vaticano II
El conflicto sobre si la educación debiera ser pública o privada, laica o religiosa, lleva vivo mucho tiempo. La declaración sobre educación cristiana del concilio Vaticano II «Gravissimum Educationis», presentaba algunos principios que guían la educación cristiana. Entre las directrices adoptadas por el Vaticano II están los siguientes puntos:

— Todos tienen un derecho inalienable a una educación. Una educación verdadera tiene como objetivo la formación de la persona humana en la búsqueda de su fin último y del bien de las sociedades.

— Todos los cristianos tienen derecho a una educación cristiana. Esto no se reduce a una mera maduración de la persona humana sino también a la meta de permitir al bautizado el hacerse más consciente del don de la fe que ha recibido, y aprender además cómo rendir culto a Dios y conformar sus vidas personales según el hombre nuevo creado en la justicia y la santidad de la verdad.

— Los padres tienen la muy seria obligación de educar a sus descendientes y se les debe reconocer como los primarios y principales educadores.

— Entre todos los instrumentos educativos, la escuela tiene una importancia especial. Está pensada no sólo para desarrollar con especial cuidado las facultades intelectuales sino también para formar la capacidad de juzgar con rectitud, para entregar el legado cultural de las generaciones precedentes, fomentar el sentido de los valores y preparar para la vida profesional.

— Los padres tienen el derecho primario e inalienable y la tarea de educar a sus hijos, y deben gozar de verdadera libertad en su elección de escuelas. En consecuencia, los poderes públicos, que tienen la obligación de proteger y defender los derechos de los ciudadanos, deben considerar, en su preocupación por la justicia distributiva, que los subsidios públicos se utilicen de tal manera que los padres sean verdaderamente libres de elegir según sus conciencias las escuelas que quieran para sus hijos.

— La Iglesia tiene en alta estima a aquellas autoridades civiles y sociedades que, considerando el pluralismo de la sociedad contemporánea y respetando la libertad religiosa, ayudan a las familias de manera que la educación de sus hijos se pueda impartir en todas las escuelas según los principios morales y religiosos individuales de las familias.

— La escuela católica persigue metas culturales y la formación humana de la juventud. Pero su función propia es crear para la comunidad escolar una atmósfera especial animada por el espíritu evangélico de libertad y caridad.

En los países en vías de desarrollo
La importancia de la educación privada no se limita al mundo desarrollado, observaba James Tooley, profesor de política educativa en la Universidad de Newcastle upon Tyne. Escribiendo el 29 de octubre en el Financial Times, Tooley observaba que el encuentro que tuvo lugar hace dos semanas en Edimburgo, Escocia, por los ministros de educación de la Commonwealth, debería haber considerado más en serio cómo la educación privada puede ayudar a las necesidades de los países más pobres.

Explicaba que incluso en las zonas de chabolismo urbano, cada vez más padres pobres están enviando a sus hijos a escuelas privadas, donde la colegiatura puede ser de 2 dólares al mes o menos. En la ciudad india de Hyderabad, por ejemplo, el 61% de los niños asisten a escuelas privadas, según su investigación.

También citaba un informe sobre educación de Oxfam, que decía que las escuelas privadas para pobres están emergiendo y que estas escuelas son superiores a las escuelas estatales. Un informe del gobierno indio revelaba que cuando los investigadores hacían visitas inesperadas, sólo encontraban actividad educativa en el 53% de las escuelas estatales. En contraste, los investigadores encontraron un intenso nivel de actividad en las escuelas privadas.

Un estudio, publicado a principios de año por la UNESCO y la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), confirmaba la importancia de la educación privada en los países en desarrollo. Informando sobre el estudio, el periódico canadiense Globe and Mail del 18 de febrero observaba que hay muchas evidencias de que las mejoras del nivel educativo aceleran el crecimiento económico.

«La educación se considera cada vez más una inversión en el futuro colectivo de las sociedades y de las naciones, mas que una simple inversión en el futuro éxito de los individuos», afirmaba el estudio titulado «
Financiando la Educación – Inversiones y Ganancias».

Para extender la educación más rápidamente, muchos países en vías de desarrollo están mirando más allá del estado, revelaba el estudio. En China y Paraguay más del 40% del dinero gastado en educación viene del sector privado, una media de uno de cada seis estudiantes de primaria asiste a escuelas privadas. El estudio observaba que estas cifras sobrepasan la media de la OCDE de escuelas privadas en los países más ricos. Sin duda el estado tiene un valioso papel que jugar en la educación. Pero dejar sitio a las instituciones privadas da a los padres más flexibilidad y mejora el bien común.

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ZENIT Staff

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