El arzobispo primado de España afronta las relaciones con el gobierno socialista

Entrevista a monseñor Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo

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TOLEDO, jueves, 27 mayo 2004 (ZENIT.orgVeritas).- El arzobispo de Toledo y primado de España, monseñor Antonio Cañizares, concedió hoy una extensa entrevista a Veritas en la que aborda cuestiones candentes como la reforma de la enseñanza de la religión, los problemas de la escuela católica, la cuestión de la unidad de España y las iniciativas en materia de familia y vida anunciadas por el nuevo Gobierno.

–¿Qué lectura hace de las elecciones generales españolas que tuvieron lugar el 14 de marzo? ¿Qué valoración haría de lo que pueda suponer para la Iglesia el vuelco electoral del 14-M?

–Monseñor Antonio Cañizares: Caben, y se han hecho ya, muchas lecturas del 14-M. Lo cierto es que el 14-M no se puede separar de lo que aconteció tres días antes -el terrible y abominable atentado terrorista de Madrid- y lo que sucedió después en los días posteriores. Es evidente que corresponde a otros y no a mí una lectura política. Vivimos en una sociedad democrática que ha
emitido su voto, con unos resultados, y se respetan democráticamente, sin más, esos mismos resultados. Como a tantos otros me preocupa, por supuesto, el clima en que se llevó a cabo la consulta electoral; un clima enrarecido y extraño, bajo la presión enorme del execrable acto terrorista, sin serenidad de ánimo; aquel espantoso y doloroso hecho junto con otros hechos, conocidos de todos, han marcado aquellos momentos tan decisivos de la vida española. Pasados unos meses desde aquel entonces, creo que todos deberíamos pararnos, para reflexionar y sacar consecuencias, sobre todo de orden moral y humano.

La consulta electoral del 14-M ha traído un cambio en el Gobierno de la Nación. La Iglesia, como corresponde a su naturaleza y misión, se sitúa con sumo respeto ante este nuevo Gobierno, al que ofrece su colaboración leal, desde la autonomía que le es propia, y su trabajo denodado a cuanto contribuya al bien común.

Cuanto sucede es para la Iglesia una llamada de Dios a ser ella misma, a proseguir su misión, siempre la misma y siempre nueva, a fortalecer vigorosamente su identidad y la fe, a purificarse de cuanto no esté en ella conforme al designio de Dios, a reemprender con renovado entusiasmo y esperanza el camino de una nueva evangelización cada día más urgente y apremiante, a dar vitalidad a las raíces cristianas de nuestro pueblo que constituyen su ser más genuino.

Los acontecimientos de marzo y el tiempo posterior han puesto más de relieve, si cabe, lo que ya estaba: una secularización de nuestra sociedad muy grande en extensión e intensidad, un laicismo rampante y agresivo que impera en la cultura dominante y que se pretende que domine aún más, y una secularización interna de la misma Iglesia que nos corroe desde dentro. Este es el verdadero problema y la cuestión decisiva de nuestro momento a la que la Iglesia, guiada y animada por el Espíritu Santo, debe dar respuesta. La cuestión que está en juego es creer o no creer, una vida con Dios o sin Él, una humanidad que se abre a Jesucristo o que lo reduce al olvido, caminar y vivir con una antropología sin Dios o sin Cristo, o, por el contrario, basándose en Él. No da lo mismo una cosa que otra para el futuro de la sociedad y del hombre. Ahí es donde está el papel de la Iglesia y su servicio a los hombres: propiciar el encuentro con Jesucristo, anunciarle para que los hombres le conozcan y le sigan, dar testimonio del Señor y de qué es lo que sucede cuando se acepta a Jesucristo en todas las dimensiones de la vida, dar testimonio de la verdad que nos hace libres y de una humanidad nueva con la novedad del Evangelio del amor y de la caridad que genera paz y solicitud verdadera por el hombre, singularmente por el pobre y necesitado. «Iglesia en España evangelizada y evangelizadora»: ése es su camino en esta hora de Dios, como nos dijo el Papa el año pasado en la Santa Misa de Canonización en la Plaza de Colón en Madrid.

La Iglesia, en esta y en toda circunstancia, ha de mostrarse, por fidelidad a lo que es y a lo que Dios quiere de ella, apostando por el hombre, por los derechos fundamentales e inalienables del hombre, en defensa de la libertad y de las libertades, defensora de la vida y de la familia, servidora de los más pobres y como voz de los que no tienen voz. Su misión es dar testimonio y servir a la verdad, la verdad del hombre, inseparable de Dios; obedecer a Dios antes que a los hombres, y que a la cultura dominante, o a los modos de pensar y vivir que se imponen; cumplir en su actuación con el dicho tan saludable de su Señor: «dar a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César».

En estos momentos, sin minimizar para nada todo lo que sea necesario plantear en el terreno de las relaciones de Iglesia y Estado, creo que lo primero y principal no es tanto esto, esas relaciones, ni siquiera definir o precisar las relaciones de la Iglesia con la sociedad, sino hacer posible que los hombres, cada hombre, todo lo humano se abran a Jesucristo, se encuentren con Él y muestren cuanto esto significa por y en una presencia de los cristianos en el mundo. Sencillamente de lo que se trata es de aplicar la enseñanza conciliar de la Constitución «Gaudium et Spes» y de la enseñanza ininterrumpida del Papa Juan Pablo II en este mismo sentido.

–¿Cree que la entrada de los radicales y los nacionalistas en el gobierno del PSOE podría radicalizar ciertos discursos políticos?

–Monseñor Antonio Cañizares: Estimo que se refiere a Cataluña, porque es ahí donde el Partido Socialista forma gobierno con otros grupos políticos a los que usted está apuntando. La radicalización o no depende del Partido en el Gobierno y de su prudencia política en la búsqueda y realización del bien común en España. Vamos a ver cómo evolucionan las cosas.

Es posible leer en su integridad esta amplia entrevista en la página web de la agencia Veritas http://www.agenciaveritas.com (a partir de las 00.00 de este viernes, hora española).

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ZENIT Staff

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