El arzobispo primado de Irlanda pide una vuelta al silencio para mejorar el país

DUBLIN, martes, 8 junio 2004 (ZENIT.org).- Irlanda mejoraría si sólo un día a la semana sus habitantes hicieran hueco para la reflexión, la oración y el trato con los demás, en especial con la familia, advirtió el domingo el arzobispo primado de Armagh Sean Brady.

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El VIII centenario de la fundación de la Abadía Cisterciense de Duiske (Kilkenny) dio oportunidad al prelado para lanzar esta invitación durante la Eucaristía.

De ello se hizo eco «The Irish Independent», recogiendo que monseñor Brady afirmó los beneficios que se lograrían si la gente apagara sus móviles, se quitara los auriculares y desconectara los televisores.

Si hicieran esto «sólo una vez en semana para dejar espacio a la reflexión, a la oración, a la conversación con Dios y con los demás, especialmente con la familia, apreciarían un significativo aumento de su bienestar mental, emocional y espiritual y, como resultado, nuestra nación en conjunto mejoraría».

Y es que, como alertó el arzobispo Brady, «nuestros oídos están constantemente expuestos a la incesante charla de la radio, al rap y al pop de la música digitalizada de Internet y a las interminables melodías de los teléfonos móviles que suenan por la calle, en el coche y sí, también en la iglesia».

Elogiando a los cistercienses por la vida de contemplación que llevan, afirmó que es difícil en la actualidad apreciar el valor de la contemplación cuando «vivimos en un mundo de ruido constante y prisa incesante».

«La tradición monástica es un poderoso recordatorio de la necesidad de recuperar este sonido de silencio, ese sagrado espacio en el que la voz de Dios puede oírse en nuestras almas», subrayó.

Si aceptamos «la disciplina de las dietas», entonces también podemos aceptar la necesidad de «ejercitar disciplina respecto al alma», sugirió monseñor Brady.

El «incesante ruido de la vida moderna» está «amenazando con partir la sociedad en pedazos», por eso el prelado invitó a una vuelta al «sonido del silencio», cita «Independent Catholic News».

Igualmente observó que muchas personas se interrogan hoy: «¿Ha perdido Irlanda su alma? ¿Hemos perdido nuestros comportamientos espirituales y morales? ¿Hemos tirado lo mejor de lo antiguo por lo peor de lo nuevo?».

Advirtió también que muchas personas estaban experimentando «alienación de la vida». «Para algunos esta alienación puede tomar la forma de auto-lesión o suicidio», por lo que pidió que se trataran los peligrosos signos del suicidio «con el mismo vigor que la cuestión de reducir las muertes en carretera».

Monseñor Brady mencionó asimismo la creciente preocupación en muchos de que «la sinceridad y espontaneidad de nuestro sentido de hospitalidad está cediendo terreno a fuerzas más individualistas y agresivas en nuestra sociedad».

En su opinión son «signos preocupantes de que nuestra reputación de hospitalidad y buena vecindad está en peligro de ser reducida a una fachada comercial, una careta que nos ponemos para los turistas, una parte esencial de la “marca irlandesa”».

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ZENIT Staff

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