El “Atrio de los Gentiles” y la Doctrina Social de la Iglesia

Por monseñor Giampaolo Crepaldi*

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ROMA, martes 26 de enero de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI nos ha acostumbrado ya a esperar reflexiones muy relevantes de sus Discursos anuales a la Curia Romana con ocasión de la presentación de la felicitación de Navidad. También este año, el Papa no ha defraudado las expectativas y, tomando ocasión de sus tres viajes a África, a Tierra Santa y a la República Checa, ha hablado del “Atrio de los Gentiles”.

¿Qué era este “Atrio”? Según el profeta Isaías, el templo debía ser un lugar de oración para todos los pueblos (“mi templo se llamará casa de oración para todos los pueblos”). Isaías anuncia al Dios verdadero y único (“Yo soy el primero y el último, fuera de mí no hay otros dioses”), no a ídolos fabricados por los hombres, creados con el fin de apaciguar sus miedos (“¿Quién fabrica un Dios o funde un ídolo sin buscar provecho de ello?”).

El Atrio de los Gentiles era el espacio del templo al que tenían acceso todos los pueblos, y no sólo los israelitas, para rezar al Dios aún desconocido, aunque no pudieran acceder al interior del templo y celebrar así plenamente el misterio. Jesús había expulsado de allí a los cambistas y a los vendedores de palomas, volcando sus mesas como relata el Evangelio.

¿Cuál es el estatus religioso de estos “Gentiles”? En aquellos tiempos los Gentiles eran “pueblos” distintos de Israel, en seguida pasaron a ser los pueblos que no habían conocido el cristianismo, ¿y hoy? Son aquellos, dice el Papa, que están descontentos de sus dioses, ritos y mitos porque se dan cuenta de que de ellos no puede derivar ninguna salvación verdadera en cuanto que son producciones de la mano del hombre. Aunque ellos no le conocen, están en espera del Dios único, verdadero y grande, el Dios que es verdad y amor, y desean rezarle. Con todas aquellas personas que sienten que la irreligiosidad de su tiempo no les ha liberado, sino que les ha llevado a nuevos mitos en apariencia liberadores, pero no verdaderamente liberantes. Ellos no conocen al Dios verdadero, pero si encontrasen un cabo se agarrarían a él. Hoy los Gentiles son aquellos para quienes “la religión es una cosa rara”, y sin embargo no quieren permanecer simplemente sin Dios, mientras que están cansados e incluso asqueados de los dioses que la irreligiosidad ha puesto (o impuesto) ante ellos.

El Papa pide que hoy también se creen “Atrios de los Gentiles” para permitir a éstos de acercarse a Dios “al menos como Desconocido”. La propuesta es indudablemente nueva y delinea horizontes muy vastos de acción y de diálogo con los no creyentes. Para comprender mejor las indicaciones del Papa, me permito hacer tras observaciones. Ante todo, la constatación de que en la irreligiosidad moderna, el hombre es entregado de nuevo – como los Gentiles en los tiempos de Israel – a los mitos y a los ídolos; nuevos mitos y nuevos ídolos, muy secularizados pero igualmente irracionales, que consisten en seguridades contra nuestros miedos. Hay aquí un juicio muy duro sobre la irreligiosidad actual, casi el decretamiento de su fracaso: nacida para liberar al hombre del mito religioso, ha recaído en versiones más pálidas pero no menos potentes de mito. Toda la dignidad de la irreligiosidad actual parece ser vista en la tensión profunda hacia el Dios Desconocido. Recorriendo los discursos de Ratzinger es fácil hacer una lista de estos nuevos mitos: el ecologismo, el vitalismo, el cientifismo, el materialismo, el psicologismo, el desarrollismo, el tercermundismo, el pauperismo, la ideología de género, la ideología de la diversidad, el economicismo, el inclusivismo, el narcisismo y todas las formas de reduccionismo.

En segundo lugar está la invitación a dialogar no en un ámbito neutro o imparcial respecto a la propuesta del Dios cristiano. El Atrio de los Gentiles, de hecho, no estaba fuera del templo, sino dentro. No era un lugar profano sino ya sagrado. Es un lugar no aún confesional, no aún litúrgico, no aún eclesiástico, pero es un lugar religioso. Ratzinger no propone discusiones con los no creyentes de tipo solamente filosófico, académico, mesas redondas en la catedral etc.; dice que los nuevos Gentiles querrían rezarle y adorarle, incluso como “Desconocido”. Pide por tanto una propuesta de fe y de religión.

Por último, en la propuesta del Atrio de los Gentiles, se ve la idea ratzingeriana de que el Dios de Jesús el la respuesta a las profundas expectativas humanas y, como tal, según él, debería ser propuesto. La propuesta de fe y de religión es por tanto también una propuesta de razón. El recorrido, sin embargo, no es nunca de la razón a la fe, sino de la fe a la razón. Esta es la principal novedad de la propuesta del “Atrio de los Gentiles”.

Creo que en este gran diseño la Doctrina Social de la Iglesia puede jugar un papel muy importante, pues se coloca en el punto de encuentro entre la razón y la fe, es decir, en el punto en que el Atrio de los Gentiles se asoma al interior del templo. La Doctrina social de la Iglesia es ella misma una especie de Atrio de los Gentiles, en cuanto que habla a todos los hombres, también a aquellos para quienes Dios es desconocido. Ella habla de Dios hablando del hombre y de la comunidad de los hombres.

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*Monseñor Giampaolo Crepaldi es arzobispo de Trieste y Presidente del Observatorio Internacional “Cardenal Van Thuân” sobre la doctrina social de la Iglesia.

[Traducción del italiano por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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