"El beato Ceferino es gloria de un pueblo maltratado por la historia"

75 aniversario del martirio de «El Pelé» y 150 de su nacimiento

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MADRID, martes 10 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- La comunidad romaní católica de todo el mundo celebró al beato Ceferino Jiménez Malla –conocido popularmente como «El Pelé»- con la VII Peregrinación Internacional del Pueblo Gitano, en el 75 aniversario de su martirio en 1936, en defensa de la fe. Este año se cumplen también los 150 años de su nacimiento.

«El beato Ceferino es una gloria de la Iglesia y para la etnia gitana», destacó monseñor Ciriaco Benavente, obispo de Albacete y presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones. Monseñor Benavente presidió los actos celebrados el domingo 8 de mayo, durante la VII Peregrinación Internacional del Pueblo Gitano.

La fecha coincidió con el 75 aniversario del martirio del beato Ceferino y el 150 de su nacimiento en Benavent de Sagriá, Lérida, aunque la mayor parte de su vida la pasó en Barbastro, Huesca.

El prelado destacó «el aumento de la devoción al beato en todo el mundo», y en su homilía subrayó «los valores del primer gitano beatificado por Juan Pablo II, que encontró a Dios de mercado en mercado, y fue un servidor de la Iglesia en la Adoración Nocturna, en las Conferencias de San Vicente y como terciario franciscano».

«Ha sido gloria de un pueblo maltratado por la historia, sobre el que han recaído tantos estereotipos. El beato ha surgido de este pueblo y nos llena de alegría y de orgullo», añadió el prelado.

«Nos ha robado el corazón porque dio muestras de solidaridad con todos sus hermanos», señaló. Recordó el interés del beato Juan Pablo II por que se llevara a cabo «con urgencia» la primera beatificación de un miembro de la comunidad gitana en la historia.

El obispo se refirió también a la diócesis de Barbastro-Monzón como «una tierra bella y santa, regada por la sangre de los mártires de quienes se celebra el 75 aniversario».

Elena Jiménez, bisnieta del beato Ceferino, recordó a su admirado familiar con emoción: «Venimos cada año porque el tío Pelé es nuestro guía. Lo más grande para una familia religiosa y un referente en el mundo entero. Si lo santifican será una gran fiesta».

Jesús y Bartolo Jiménez, sobrinos-nietos del beato, residentes en Barbastro, comentaron: «Era una bendición de Dios, desde que tuvo uso de razón solo usó la palabra del Padre al que invocó siempre, trabajó y fue un protector de todos. Estuvimos en Roma y vivimos estos actos con toda la ilusión».

Israel Cortés, hijo de «El Bomba» que fue gran amigo del beato Ceferino, cantó una saeta dedicada «al mártir del rosario».

Por primera vez –informó la prensa local- asistieron a esta fiesta Jesús Jiménez y su hijo José Luis, de ocho años, «para rezar al beato en su capilla porque, gracias a su intercesión, se curó mi hijo de una enfermedad en el hígado que no tenía salvación, según los oncólogos que le atendieron en el hospital Valle de Hebrón».

Recordó que fue en abril de 2005 cuando viajó hasta Barbastro para invocar a «El Pelé». «»Cada año venimos con la familia y es la primera vez [que estamos] en esta fiesta».

En el transcurso de la jornada, se rezó en el cementerio de Barbastro, ante el sepulcro del beato, hubo procesión desde la casa donde vivieron «El Pelé» y su familia hasta la iglesia de San Francisco, donde el obispo Ciriaco Benavente presidió la eucaristía con diez sacerdotes españoles, franceses e italianos, entre ellos el párroco José María Garanto quien agradeció la asistencia del obispo y de los fieles que asistieron.

Durante la misa solemne, se bendijo el relicario con el rosario del beato Ceferino. La Coral Barbastrense interpretó varias piezas de polifonía popular y al mediodía se compartió una fiesta de convivencia en la plaza de San Antonio.

La diócesis de Barbastro-Monzón está celebrando un año de gracia, en el 75 aniversario de sus mártires, que culminará el día 12 de agosto.

La parroquia de San Francisco de Asís, desde el 4 de mayo de l997 –fecha de la beatificación de los beatros Ceferino y Florentino, obispo–, no ha escatimado esfuerzos para que sea conocido a nivel mundial el gran testimonio de fe de este gitano entrañable para gitanos y payos y ofrecer incondicionalmente la parroquia como lugar de oración y centro de peregrinaciones para todos sus devotos que le encomiendan sus preocupaciones y necesidades.

La fiesta litúrgica del beato fue señalada para el 4 de mayo. Al año siguiente, la parroquia le dedicó una de las capillas, con una imagen del gran escultor Juan de Ávalos, gran devoto del beato Ceferino y de san Francisco de Asís.

Desde entonces, se organizan peregrinaciones internacionales presididas por los obispos diocesanos y por otros prelados españoles, el último fin de semana del mes de abril. Este año, excepcionalmente, se ha hecho en mayo por las efemérides señaladas.

En Córdoba, la Pastoral Gitana de la diócesis celebró el día 7 de mayo, la fiesta en honor al beato Ceferino con una Misa gitana, en la parroquia del Inmaculado Corazón de María de Miralbaida.

La fiesta en honor al beato Ceferino se celebró en el sábado más próximo a su conmemoración. Muchos fieles asistieron a la Misa gitana que estuvo presidida por el párroco José Ángel Ayala, y concelebrada por el sacerdote Sergio Asenjo, párroco de Santa Luisa de Marillac, en la barriada del Guadalquivir.

Pepe Vacas, director del Secretariado de Pastoral Gitana recordó a la asamblea el momento en que Juan Pablo II beatificó a Ceferino en 1997, y reconoció sus “cualidades fuera de lo común”.

Un hombre que según afirmó en aquella ocasión el beato pontífice: “Muestra con su vida cómo Cristo está presente en los diversos pueblos y razas y que todos están llamados a la santidad”.

José Ángel Ayala señaló en su homilía que, al igual que en el Evangelio Jesucristo se aparece a los discípulos de Emaús, Él quiere tener también un encuentro con las personas a través de “la palabra, la comunión o el hermano que nos necesita”.

Y ésta fue la experiencia del beato Ceferino, que fue un hombre piadoso, muy devoto de la Eucaristía y de la Virgen, y que acogió a los más pobres.

La fiesta finalizó con un tradicional potaje gitano.  

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ZENIT Staff

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