El cardenal Rivera coloca la primer piedra del Santuario de San Juan Diego

El día de la fiesta del primer santo indígena de México

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CIUDAD DE MÉXICO, 11 diciembre 2003 (ZENIT.org).- El martes por la tarde, entre aplausos, música prehispánica y aroma a copal e incienso, el cardenal Norberto Rivera Carrera –arzobispo primado de México–, presidió la ceremonia de bendición y colocación de la primera piedra de lo que será el Santuario Nacional de San Juan Diego, situado a medio kilómetro del Santuario del Nuestra Señora de Guadalupe en el Tepeyac.

Canonizado por Juan Pablo II el 31 de julio del 2002, Juan Diego Cuauhtlatoatzin (1474-1548) fue testigo de las apariciones de Guadalupe cuando, en diciembre de 1531, la Virgen se presentó ante él en el Cerro del Tepeyac.

«La Gracia divina que Juan Diego recibió en su Bautismo y desarrolló con su vida no vino a cancelar, sino a fecundar y hacer florecer las semillas que ya Dios había plantado en su corazón, y en el de los suyos, desde antes que conocieran su Evangelio», afirmó el cardenal Rivera.

De esta forma, «su santidad cristiana pudo hundir sus raíces en su identidad india mexicana», constató el purpurado al celebrar en la Capilla de Indios, en el recinto del Tepeyac, la Eucaristía por la festividad de San Juan Diego en la mañana del martes.

Por la tarde, representantes del gobierno federal y del gobierno de la Ciudad de México estuvieron presentes en el acto de colocación de la primera piedra del Santuario dedicado al primer santo indígena de México.

Justo antes, en su homilía, el cardenal Rivera señaló algunos de los elementos más destacados del proceso de canonización de Juan Diego, en el que se recoge no sólo la firmeza de la existencia del indio, sino que sus rasgos de santidad eran reconocidos por muchos indígenas.

Calificándole como «auténtico misionero», el prelado recordó que «Juan Diego nunca descuidó la oportunidad de narrar la manera en que había ocurrido el encuentro maravilloso con Nuestra Señora de Guadalupe, y el privilegio de haber sido su mensajero».

«Por ello, la gente sencilla lo reconoció y lo veneró como verdadero santo, y lo ponían como modelo para sus hijos», explicó.

«Juan Diego edificó a los demás con su testimonio y su palabra –añadió el cardenal Rivera–; de hecho, se acercaban a él para que intercediera por las necesidades, peticiones y súplicas de su pueblo».

Asistieron igualmente a la ceremonia muchos representantes de pueblos indígenas, que elevaron sus oraciones por todos los indios del Continente Americano. El Santuario de San Juan Diego tendrá una dedicación especial a ellos.

Antes de la Misa, se celebraron bautizos, confirmaciones, matrimonios y primeras comuniones de algunos indígenas.

Actualmente el templo dedicado a San Juan Diego cuenta sólo con la fachada. Se levantarán instalaciones para convertirlo en pastoral de caridad que atienda a los indígenas –sólo en Distrito Federal son más de un millón–, aseguró Diego Monroy, rector de la Basílica de Guadalupe.

De todas formas, no pudo ofrecer una fecha de conclusión de la obra pues, según dijo –recoge el diario «El Universal»–, ésta depende de los donativos de los feligreses.

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ZENIT Staff

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