El cardenal Rubiano denuncia la falta de unidad de soluciones al conflicto colombiano

Al abrir la LXXVII Asamblea Plenaria del la Conferencia Episcopal de Colombia

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BOGOTÁ, jueves, 8 julio 2004 (ZENIT.org).- El arzobispo de Bogotá considera que para encontrar soluciones al conflicto que desde décadas desangra a Colombia es necesario que los partidos y grupos sociales pongan el bien común por encima de sus intereses particulares.

«Preocupa la falta de unidad de soluciones por parte de los dirigentes colombianos y es necesario y urgente el concurso de todos los ciudadanos» ante la situación de conflicto que padece el país, alertó el lunes pasado el cardenal Pedro Rubiano Sáenz, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia.

«Violencia y terrorismo, exclusión, secuestro, desplazamiento forzado, corrupción, narcotráfico, pobreza y desempleo» son las manifestaciones del conflicto, cuyo «análisis serio tendría que llevar con objetividad a las mismas conclusiones, pues los hechos son reales y contundentes», constató al abrir los trabajos de la LXXVII Asamblea Plenaria del episcopado en Bogotá.

«La Patria, el bien de todos los colombianos debe estar por encima de los partidos, de las ideologías y de los intereses particulares», insistió el primado de Colombia.

85 prelados del país están reunidos hasta el próximo viernes dando respuesta al «deber de escudriñar a fondo los signos de los tiempos en la realidad del país y de estar atentos para iluminar desde la fe las situaciones que vive el pueblo de Dios».

«La Iglesia tiene la certeza de que el alejamiento de Dios lleva a la incoherencia y la ruptura entre la vida y la fe», dando paso a «conductas que se apartan del orden moral grabado en la conciencia de toda persona y que generan los males sociales», recalcó el cardenal Rubiano.

De ahí que como «pastores del Pueblo de Dios» –explicó– «tenemos la responsabilidad de insistir sobre las verdades fundamentales al anunciar el Evangelio e impulsar y acompañar la iniciación cristiana», tema que es núcleo de la Asamblea en curso.

En la credibilidad que la población otorga a los obispos como «consecuencia de la firmeza en el anuncio del Evangelio y del compromiso de la Iglesia con desinterés y transparencia al servicio de la persona humana, del bien común y del país», el episcopado analiza estos días principalmente la cuestión de «la paz negociada», «el acuerdo humanitario», «desplazamiento, empobrecimiento y desempleo» y «el Tratado de Libre Comercio».

De acuerdo con el presidente del episcopado en Colombia, «es válido el aporte que la Iglesia hace para buscar el acercamiento entre los actores del conflicto a fin de que la paz» sea resultado «de la reconciliación sincera».

Constatando que «los últimos acercamientos del Gobierno con las Autodefensas y con el ELN [“Ejército de Liberación Nacional”. Ndr] abren espacio a la esperanza», en la apertura de la Asamblea Plenaria del episcopado el purpurado pidió de los colombianos «una actitud positiva y una voluntad decidida de secundar» estos esfuerzos para que culminen con éxito.

El cardenal Rubiano lanzó además un llamamiento explícito a las «Autodefensas Unidas de Colombia» (AUC) «para que afronten con responsabilidad histórica el inicio formal de las negociaciones de paz con el Gobierno».

A los militantes de las «Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia» (FARC) –prosiguió– «los convocamos para que manifiesten su voluntad de paz con hechos significativos que le demuestren a los colombianos que sí quieren acabar con tanto dolor y angustia y contribuir positivamente a la construcción de la paz que anhelamos».

Tras manifestar su rechazo y condena del secuestro y la retención ilegal de civiles, insistió en la necesidad de llegar a un acuerdo humanitario con las FARC y los grupos insurgentes mediante procesos que den paso a la liberación sin condiciones de todas las personas secuestradas.

La cuestión de los desplazados también ocupó el discurso del cardenal Rubiano, quien recordó que ya hace diez años la reflexión de la Iglesia sirvió para que parroquias y organismos no gubernamentales nacionales e internacionales «iniciaran un proceso de alerta, prevención, acompañamiento y protección de estas personas que intempestivamente se encuentran involucradas en un conflicto que no les pertenece y que las deja sin protección, desarraigadas y sumidas en una pobreza material y espiritual profunda».

Entonces se daba visibilidad a un problema que afectaba a 600 mil colombianos, en su mayoría del sector rural.

«Lamentablemente esta situación, se ha agravado –denunció el prelado–. Fuentes oficiales calculan en más de dos millones las personas que se han acogido a los mecanismos de protección del Estado», mientras que «más de 36.000 colombianos han pedido y conseguido refugio en otros países en los últimos años y otros 40.000 están en lista de espera», sin contar a los muchísimos «que han salido del país en forma irregular».

También «la pobreza y la inequidad –alertó– en el contexto de la globalización afectan la situación social en Colombia».

Justamente en el marco de la globalización y de las conversaciones que mantiene Colombia con los Estados Unidos para un Tratado de Libre Comercio, el purpurado aclaró que «los pronunciamientos de la Iglesia buscan que» estos Tratados «no vayan en detrimento de los pueblos y de los habitantes más pobres»

«Aboga también la Iglesia –añadió– porque estos Tratados no socaven la soberanía de los Estados ni otorguen tan amplios privilegios a las empresas transnacionales», porque «un Tratado de Libre Comercio debe hacerse en condiciones de respeto, solidaridad e independencia, teniendo siempre presente el bien común en la realidad del país».

El texto íntegro de la alocución inaugural del cardenal Rubiano está disponible en la sección de «Documentos» de la página web de Zenit.org.

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ZENIT Staff

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