El cardenal Sodano valora positivamente la Cumbre del Milenio

El secretario de Estado vaticano analiza la situación de la ONU

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

NUEVA YORK, 11 sep (ZENIT.orgAVVENIRE).- «Es un ladrillo nuevo, muy bueno, sobre el que hace falta seguir construyendo». El cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado de Juan Pablo II, valora positivamente el documento aprobado por los países miembros de la ONU al final de la Cumbre del Milenio, pero lo considera un punto de partida más que una meta.

«Estoy contento de haber venido a Nueva York en nombre de la Santa Sede, para ver junto a los jefes de Estado y de Gobierno cuál puede ser el futuro de esta organización al inicio del Tercer Milenio –confiesa el brazo derecho del Papa en la guía de la Santa Sede–. He venido con gusto también para traer una palabra de esperanza de la Iglesia respecto al Milenio y recordar que toma el nombre de Cristo, porque celebra su venida. He entregado el saludo del Papa y he notado con enorme interés la gran estima de que goza Juan Pablo II entre todos los líderes del mundo, católicos, cristianos, hombres de otras religiones e incluso agnósticos».

–En su intervención, ha hablado de cuatro deberes de la ONU: promover la paz, el desarrollo, los derechos humanos y la igualdad entre los países miembros. Comenzando por el primer punto, el Consejo de Seguridad ha prometido reforzar las operaciones de salvaguarda de la paz. Y sin embargo algunos países se resisten a la idea de la injerencia humanitaria.

–El empeño por la paz es prioritario porque es siempre frágil y necesita que ser cuidado como un bien precioso. Ciertamente es un don de Dios a la humanidad. Pero ha sido también confiado a los hombres y por tanto debemos trabajar para defenderlo con la pedagogía de la paz. Para mantenerla, la ONU no debe bajar la bandera. Tiene el deber de conservarla con la política del «peacekeeping» (salvaguarda de la paz). Pero en ciertos casos, según la carta de la ONU, debe incluso hacer la paz. En determinadas condiciones, ciertamente. Pero es un compromiso que debe cumplir, porque si no se llega a ser espectadores inermes del drama de los pueblos. Hemos visto en los años pasados el drama de los Balcanes, el de Africa que no se ha acabado todavía, y el de ciertas regiones de Asia. Por tanto demos la bienvenida al compromiso de la ONU para prevenir los conflictos y si es necesario ponerles fin.

–Sobre el tema del desarrollo, usted ha criticado en su intervención la lentitud de iniciativas esenciales, como la reducción de la deuda externa.

–El desarrollo es el gran compromiso que han subrayado la mayoría porque los representantes de los países en dificultad, sobre todo en Africa y en Asia, sienten esta enorme brecha que se va profundizando entre los estados ricos y los pobres. En los labios de muchos ha estado aquella afirmación del secretario general Kofi Annan, según la cual más de mil millones de personas viven con menos de un dólar al día. Esto nos debe hacer meditar a nosotros cristianos. Cada día pensamos en la parábola del rico Epulón y de Lázaro, al que sólo llegan las migas del banquete, y esto no es justicia internacional. En este marco, he insistido sobre todo por Africa porque es un continente donde las situaciones se van complicando. La Santa Sede está muy empeñada pero quizá habrá que pensar en iniciativas nuevas. Muchos insisten sobre la creación de un consejo para el desarrollo pero son perspectivas que hay que estudiar porque los problemas no se resuelven sólo multiplicando los entes.

–También los derechos humanos están en la boca de todos. Y sin embargo son violados con frecuencia en las relaciones entre los Estados, entre los grupos étnicos y religiosos, y dentro de muchos países donde, por ejemplo, la pena de muerte sigue en vigor.

–El punto central es la libertad. Para nosotros, el derecho en general a la libertad, incluida la libertad religiosa, es conculcada con demasiada frecuencia. Pensemos en el drama de ayer del comunismo, que aún vive en algunas partes del mundo. Pero también el drama de los católicos en China o en los países islámicos. Por ejemplo, he podido expresar nuestra preocupación al presidente indonesio por la situación en las Molucas. En la Asamblea, he hablado del derecho a la vida, tan amenazado hoy, y he subrayado cómo los derechos humanos deben tener una sólida base ética, si no seguirán siendo siempre frágiles.

–Quizá la misma dificultad para reformar el Palacio de Cristal de las Naciones Unidas en Nueva York es una prueba de que es muy largo el camino que queda por recorrer en el tema de la igualdad entre los países miembros.

–Si la ONU es una familia de naciones, debe respetar cada entidad cultural. Por esto he pedido mayor sensibilidad hacia algunos pueblos que sufren por el embargo. No lo he dicho explícitamente pero el primer pensamiento iba a Irak, donde la Santa Sede sostiene que las sanciones no pueden continuar en la forma actual porque tienen efectos mortales sobre los niños y los enfermos.

— El Papa quería hacer una peregrinación a Irak, durante el Jubileo. ¿Esta hipótesis está todavía abierta?

–El calendario para el año en curso ya está definido. Pero obviamente, si hubiese una reconsideración por parte de las autoridades iraquíes, el Santo Padre encontraría el modo de ir, si no propiamente este año, al inicio del próximo. Las llaves de la puerta, sin embargo, no están en las manos del Santo Padre y, por tanto, queda sólo desear una reconsideración por parte de las autoridades iraquíes.

–¿El balance, en resumen, es positivo?

–El documento final es muy bueno porque recuerda los grandes principios de la ONU y los grandes desafíos que le esperan en el campo de la paz y del desarrollo. Han sido también positivos los encuentros bilaterales que he tenido para recordar la acción de la Iglesia, la posición de la Santa Sede y la actividad del Papa. Ahora sin embargo hace falta que las promesas se hagan realidad.

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación