El cardenal Tauran define la diplomacia como «instrumento de diálogo»

Al despedirse del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede

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CIUDAD DEL VATICANO, 27 noviembre 2003 (ZENIT.org).- El cardenal Jean-Louis Tauran se despidió el jueves pasado del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede animándolo a «colaborar con el Santo Padre y sus colaboradores en esta apasionante aventura de la diplomacia, instrumento de diálogo y encuentro entre los pueblos».

El arzobispo francés Jean-Louis Tauran, al ser creado cardenal el 21 de octubre pasado, dejó el cargo de secretario para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado vaticana –comúnmente conocido como «ministro de Exteriores del Papa»–, que venía desempeñando desde 1990.

En su encuentro con los diplomáticos, el purpurado afirmó que la diplomacia «es un instrumento para hacer del mundo un lugar donde siempre sea posible mirarse, hablarse, construir y unir para hacer camino juntos: la ruta de los hombres es siempre también el camino de Dios».

La idea que el cardenal tiene de la diplomacia se inspira en las palabras que pronunció Juan Pablo II el 20 de octubre de 1978. «Yo era secretario en la nunciatura de la República Dominicana –recuerda Tauran– y tomé nota de lo que dijo el Papa al cuerpo diplomático ante la Santa Sede en aquella ocasión».

«Las relaciones diplomáticas son relaciones estables, recíprocas, bajo el signo de la cortesía, la discreción y la lealtad que manifiestan una voluntad de diálogo y que realizan una contribución específica a la justicia y la paz en el plano internacional», afirmó el Papa entonces.

Estas palabras fueron «mi hoja de ruta», confesó el cardenal Jean-Louis Tauran.

El purpurado agradeció a los embajadores y embajadoras que «juntos hayamos intentado servir los valores y principios sin los cuales no existiría civilización digna del hombre».

Entre ellos citó la «primacía de la persona humana y de sus libertades fundamentales, la promoción y defensa de la paz, la importancia de la democracia y de la solidaridad, y la necesidad de un orden internacional que repose en el derecho y la justicia».

«La actualidad nos enseña que la tarea no ha sido acabada; se trata más bien de una cantera abierta», advirtió en su discurso en francés, pronunciado ante el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado.

La desaparición del Muro de Berlín, la Guerra del Golfo, la disolución de la Federación Yugoslava, las guerras en el centro de África, el problema israelo-palestino no resuelto o el terrorismo hasta la operación militar en Irak son algunas de las actividades internacionales en las que ha participado el purpurado estos años, según él mismo recordó.

El cardenal Jean-Louis Tauran nació en Bordeaux (Francia) en 1943. Entró en el servicio diplomático de la Santa Sede en 1975. La República Dominicana, el Líbano o la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa han estado entre sus destinos.

El pasado lunes, Juan Pablo II le nombró Archivista y Bibliotecario de la Santa Romana Iglesia y miembro del Consejo de los Cardenales y Obispos de la Sección para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado, de la Congregación para la Doctrina de la fe, de la Congregación para las Iglesias Orientales y de la Congregación para los Obispos.

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ZENIT Staff

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