El cardenalato del padre Cottier, un homenaje a la Teología

La responsabilidad del nombramiento le empujan a pedir oración

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CIUDAD DEL VATICANO, 2 octubre 2003 (ZENIT.orgAvvenire).- Recién designado cardenal, el sacerdote dominico Georges Marie Martin Cottier –teólogo de la Casa Pontificia– define la decisión del Santo Padre como «un gran estímulo para el mundo de la Teología» y «la indicación de un camino», el de la vocación eclesial.

En el consistorio del próximo 21 de octubre, el padre Cottier recibirá la birreta cardenalicia. Su designación es una noticia que recibió «con gran emoción y sentido de gratitud por la confianza y el afecto que también esta vez el Papa quiso manifestarme», reconoce.

«Convertirme en cardenal significará tener una presencia pública más marcada –explica–. Y ello plantea a mi conciencia aún más el problema de la responsabilidad. Es el motivo por el que estoy pidiendo a mis amigos que recen para que pueda crecer la pureza de mi testimonio evangélico».

Originario de Céligny, en el cantón de Ginebra –donde nació el 25 de abril de 1922–, el padre Cottier es uno de los más cercanos colaboradores del Papa y uno de los protagonistas del debate teológico desde el Concilio hasta nuestros días.

Al llamarle a la púrpura, Juan Pablo II repite el gesto que tuvo en precedentes consistorios con figuras como Henri de Lubac (1983), Hans Urs von Baltasar (1988), Ives Congar (1994) o Avery Dulles (2001).

«Esta atención es un gran estímulo para el mundo de la Teología –observó el religioso–. Una señal del respeto que el Papa tiene por este papel, pero también la indicación de un camino. Como de hecho ha dicho más veces, la del teólogo es una vocación eclesial. No se hace teología para uno mismo».

Estudioso de la Filosofía del siglo XIX, el padre Cottier ha sido miembro de la Comisión Teológica Internacional. En diciembre de 1989 recibió el encargo de recoger la herencia del padre Mario Luigi Ciappi como teólogo de la Casa Pontificia.

«Han sido catorce años muy enriquecedores –comentó–. El trabajo diario en Roma me ha llevado a abrir los ojos a muchas cuestiones que anteriormente nunca pensé afrontar. Creo que es un privilegio que se hace posible desde la mirada universal de la Iglesia católica».

Junto a Juan Pablo II, entre los temas que el teólogo de la Casa Pontifica ha afrontado y más le han impactado se encuentran «la inculturación, tan importante en ciertas regiones del mundo» o «el ecumenismo y el diálogo con las demás religiones».

«Personalmente, sin embargo, recuerdo sobre todo la jornada del 12 de marzo del 2000, con el gran tema de la petición de perdón –relató–. Con este gesto, hemos reflexionado sobre el misterio de la Iglesia, que es santa, pero al mismo tiempo está compuesta por nosotros, que somos pecadores».

Aquel «fue un bellísimo testimonio de la fuerza del Espíritu, que sostiene a la Iglesia y la hace avanzar en la historia para parecerse cada vez más a Cristo. Porque la imitación de Cristo es un camino no sólo individual, sino también comunitario».

El padre Cottier cita igualmente los grandes desafíos de la moral y las fronteras de la bioética. Y, a la luz de la experiencia de estos últimos meses, la reflexión sobre la paz.

«Los encuentros de Asís –concluyó– han sido una ocasión importante. Hemos visto como el hombre es custodio de un sentido religioso que, si no se desvía, lleva inscrito en sí un anhelo de paz».

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ZENIT Staff

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