El carisma de Comunión y Liberación, según uno de sus promotores

La experiencia de Giancarlo Cesana, del Comité nacional italiano

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ROMA, lunes, 5 julio 2004 (ZENIT.org).- Al celebrarse los cincuenta años de fundación de Comunión y Liberación se ha publicado el último libro de monseñor Luigi Giussani con el título «Por qué la Iglesia» (Editorial Encuentro).

El volumen profundiza en el significado de la Iglesia que, según Giussani ofrece la posibilidad de alcanzar la certeza sobre Cristo.

Para conocer mejor este nuevo movimiento eclesial en la práctica, Zenit ha entrevistado a Giancarlo Cesana, miembro del Consejo nacional italiano de Comunión y Liberación.

–¿Cuál es la idea que más le ha impresionado del nuevo libro del iniciador de Comunión y Liberación?

–Explica que la santidad cristiana está en la antípoda del concepto de santidad propia a todas las religiones, en las que se entiende como una separación de la normalidad cotidiana. Es decir, no tiene nada que ver con al vida de todos los días.

En la concepción cristiana, por el contrario, no hay nada profano, es decir, que esté antes o fuera del templo (fuera de la Iglesia), pues todo está en función de Cristo. De este modo, la santidad no es una cosa anormal, no es más que la realidad humana que se realiza según el designio de quien la ha creado. El santo es el verdadero hombre.

–¿Podría ser un poco más concreto?

–Giancarlo Cesana: Un hombre es auténtico porque adhiere a Dios y, por tanto, al ideal para el que ha sido construido su corazón, del que está constituido su destino. Santo, en el sentido más exacto de la palabra, es el hombre que realiza más íntegramente su propia personalidad, lo que debe ser.

«Cuando me he encontrado contigo, Cristo mío, me he dado cuenta de que soy hombre», decía Elio Vittorino. La fascinación del cristianismo no es la comprensión de todas las cosas, porque no he comprendido todavía nada, sino exactamente esto: el descubrimiento de aquello por lo que hemos sido hechos.

–Usted trabaja en el campo médico. ¿Cómo vive esto en su profesión?

–Giancarlo Cesana: En el mundo pagano, no se curaba a los enfermos, se huía de ellos y eran alejados, pues en general provocaban infecciones, podían ser causa de muerte. Más que ser médico, ser enfermero –profesión que ha sido desde siglos la más cercana a los enfermos– era un trabajo peligroso y ha surgido del cristianismo.

–¿Por qué?

–Giancarlo Cesana: Porque sólo con el cristianismo la muerte deja de tener la palabra definitiva sobre la vida. Los cristianos han transmitido una idea del ser humano y una experiencia de humanidad completamente diferentes.

Una experiencia de humanidad que ha permitido el nacimiento de los hospitales, ha favorecido el desarrollo de la medicina, ha facilitado la difusión de la cultura científica. Para el enfermo, ser acogido y curado, al igual que para el enfermero curar al enfermo, es una idea de hombre más cercana a la meta y al destino que busca el hombre. El cristianismo es esto y demuestra qué es la Iglesia.

–Monseñor Giussani en su último dedica páginas inesperadas a María…

–Giancarlo Cesana: La primera Iglesia es María, la Virgen, el primer lugar en el que todo era de Dios, en el que todo estaba lleno de la verdad de la que el hombre está hecho: el bien, la belleza, la felicidad, la amistad. Dios se encarnó en Cristo y compartió así la condición humana, pero no para quitar las contradicciones, sino para poder vivirlas.

No quita la muerte, no quita la enfermedad, pero permite vivir con ellas. En conclusión: el desafío más grande de mi vida es afirmar lo positivo de la vida, caminando como un peregrino, resistiendo pues estoy lleno de fe, lleno de fe porque reconozco que Dios existe, que existe la Iglesia –esta presencia buena y positiva, dentro de la historia, en el mundo–.

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación