El Concilio Vaticano II: 50 años después

Memoria y desafío desde el Perú

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Tal es el título de esta nueva obra del historiador José Antonio Benito Rodríguez, secretario de la Academia Peruana de Historia Eclesiástica, publicado a fines de 2012 por Ediciones Paulinas de Lima.

Siguiendo el triple ritmo del tiempo histórico marcado por Juan Pablo II quiere en primer lugar contemplar el pasado anterior del Concilio con gratitud, en su contexto sociocultural durante el pontificado de Pío XII; en segundo lugar, se detiene con pasión en el acontecimiento en sí, los papas Juan y Pablo, los padres conciliares, los documentos, la vibración de la sociedad ante el acontecimiento; para terminar, en la tercera parte, a constatar los resultados, su aplicación, especialmente en el Perú, con el fin de aprovechar el jubileo del Año de la Fe propuesto por la Iglesia.

Como dice en la Introducción: “En santos como san Martín de Porres está resumido y vivido todo el Concilio. Del dicho al hecho no hubo ningún trecho. ¡Y qué bueno verlo en los altares en vísperas del Concilio de la mano del papa Juan XXII! ¡Y cómo nos complace verlo (hoy) venerado en sus reliquias y seguido en sus ejemplos con motivo de los 50 años de su canonización!

Que él nos guíe a leer, asimilar y aplicar el Concilio, don, gracia y “verdadera profecía para la vida de la Iglesia” (Juan Pablo II). Y todo de una manera correcta, sin nostalgias ni rupturas, en clave de fidelidad, la doble fidelidad que definió la insistencia pastoral del mismo: la fidelidad a las fuentes y la fidelidad al hombre actual”.  

Protagonismo de los obispos peruanos

Como adelanto de la obra les ofrecemos las palabras de Presentación de monseñor Lino Panizza Richero, OFM Cap, Secretario General de la Conferencia Episcopal Peruana.

«Cuando el cardenal Landázuri, nada más llegar del Concilio al Perú, anunció en octubre de 1966 “La Gran Misión Conciliar de Lima”, el objetivo estaba muy claro: “poner nuestra vida religiosa, tanto personal como social, al ritmo del Concilio Vaticano II”. Era el empeño del Pastor. Que el Concilio llegase a Lima entera “en toda su profundidad, hermosura y grandeza”. Su triple objetivo era: renovar la conciencia cristiana, vigorizar la vida sacramental e implantar un plan pastoral de conjunto» (..) 

«Bien pronto, todos mis predecesores, reunidos de modo extraordinario con este motivo, en el mes de agosto de 1966 escribían en su Declaración pastoral del episcopado peruano: «El Concilio Vaticano II ha surgido en nuestra generación como un faro potente que ha de iluminar toda la vida del cristiano. Maravilloso don de Dios a su Iglesia y al mundo de hoy en trance de profundos cambios de todo orden; será el punto de referencia obligado para orientas conciencias e impulsar la acción. Por eso nuestra primera recomendación es, que nos esforcemos un conocimiento lo más completo posible de sus enseñanzas, hasta familiarizarlos con los criterios que ha establecido en forma tan serena ya a la vez clara y vital sobre todos los problemas fundamentales del hombre, temporales y eternos»» (..) 

«Para mí el regalo del Concilio fue mi profesión solemne como franciscano capuchino en 1965. Podría decirse que soy un fraile y un sacerdote del Concilio. Soy testigo de multitud de gracias derivadas del Concilio: renovación personal, trabajo en equipo, acompañar y dinamizar grupos juveniles y familiares, acercarse a los más necesitados, apostar por la familia, por la educación, por la Doctrina Social de la Iglesia… en los talleres de oración y vida, cursillos de cristiandad, Encuentros de Promoción Juvenil (EPJ), encuentros matrimoniales, la nueva imagen de parroquia… Para mí el Concilio en buena medida ha sido ver al Beato Juan Pablo II, protagonista y ejecutor del Concilio. Me quedo con su gran humanidad; en la medida en que uno es hombre de Dios es hombre de los hombres…»

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ZENIT Staff

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