El custodio de Tierra Santa ayuda a Papá Noel en Belén

Visita y regalos para la Casa del Niño

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BELÉN, martes 23 de diciembre de 2008 (ZENIT.org).- Con un poco de anticipación, este domingo, el custodio franciscano de Tierra Santa, el padre Pierbattista Pizzaballa, ha visitado Belén para llevar regalos a los pequeños.

La Casa del Niño es una obra social de la Custodia que acoge a chicos -exclusivamente varones- provenientes de familias necesitadas. 

En su segundo año de vida, ha alcanzado su límite de acogida. Desde el comienzo del año escolar hay 30 chicos, de los que 16 son internos. Las edades van desde los 6 hasta los 18 años.

En ese día estaban todos presentes, acompañados por algún miembro de sus familias, para celebrar la misa del último domingo de Adviento.

El custodio de Tierra Santa presidió la celebración, acompañado por fray Peter Vasko, de la Fundación Franciscana para la Tierra Santa, que ayuda a financiar la Casa junto a la ONG franciscana italiana Asociación de Tierra Santa.

Apoyándose en los textos de la liturgia del día, pregunta: «¿De dónde es el rey David?». Los chicos, tímidos, vacilan. El custodio insiste: «Venga, ¿de dónde es el rey David?»… y comienzan a elevarse las voces, en un gracioso desorden: «¡De Belén!».

«Y, ¿qué hizo el rey David?», preguntó el custodio. «Construyó su casa».

«¿Y después?», insistió el franciscano. «¡Una iglesia!». El custodio sonríe, y también la asamblea. «Construyó una casa para Dios, un templo. Y Dios, ¿estaba de acuerdo?». «Siiiiiiiiiiiii». Y el sacerdote preguntó:»¿Seguro?».

Silencio… uno de los más avispados empieza a pensar que quizá habría sido mejor responder «no».

Los chicos escuchan lo más atentamente que pueden al custodio, el cual les explica que cuando el Señor lo quiso, se eligió para Él una casa, haciendo nacer a Jesús gracias al «sí» de María, y que si también nosotros decimos «sí» al Señor, entonces, gracias a nosotros, Jesús continuará naciendo en el mundo.

La misa sigue, animada por los cantos de los mismos chicos, un pequeño coro en el que las voces no están todas perfectamente entonadas, pero que sin embargo participan unánimes en la alegría y la dicha.

Al final de la misa, en torno a un refresco se reúnen todos compartiendo la amistad, a la espera de «Santa Claus», el Papá Noel. Por fin llega, trayendo montones de regalos. El padre custodio y fray Peter le ayudan en su labor, y los niños están confusos y al mismo tiempo contentos alborozados.

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ZENIT Staff

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