El debate sobre la Constitución europea pierde participación democrática

Entrevista a Giorgio Salina, vicepresidente de la Convención de Cristianos por Europa

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BRUSELAS, viernes, 26 marzo 2004 (ZENIT.org).- La necesaria respuesta coordinada a los ataques terroristas en la Unión Europea ha puesto en segundo la discusión sobre el futuro Tratado constitucional europeo en la Conferencia Intergubernamental que se ha celebrado entre el jueves y el viernes en Bruselas.

En la ciudad belga, los jefes de Estado y de gobierno dedicaron la cena del jueves a discutir sobre el estado en que se encuentran las negociaciones sobre la Constitución de la UE, y se comprometieron a llegar a un compromiso final, a ser posible, antes «del 17 de junio», fecha de la próxima cumbre europea, según declaró el presidente de turno de la Unión Europea, Bertie Ahern.

Para comprender mejor lo que el viejo continente se ha jugado en esa reunión, Zenit ha entrevistado a Giorgio Salina, vicepresidente de la Convención de Cristianos por Europa.

–¿Por qué hablan de falta de participación en el proceso de redacción de la Constitución europea?

–Giorgio Salina: Porque ya casi nadie habla de la Constitución europea y de sus contenidos, probablemente como consecuencia de las negociaciones bilaterales a puertas cerradas, llevadas por la presidencia irlandesa. De este modo, se debilita la tensión moral que había acompañado la tensión moral que había acompañado las etapas precedentes.

Este método puede que se revele eficaz, pero ciertamente plantea un déficit de democracia. Creo que los ciudadanos tienen que tener, de todos modos, la última palabra decisiva sobre un documento tan importante para la Unión.

–No sólo hay cosas negativas, también hay posibilidades. ¿Cuáles son las grandes potencialidades que tiene ahora Europa?

–Giorgio Salina: Creo que hay al menos tres: la ampliación, la solidaridad, y una Europa fuerte orientada al desarrollo de los países pobres.

La ampliación inminente, que a nosotros nos gusta llamar «reunificación», vuelve a encender la esperanza en una Europa del Atlántico a los Urales, esperanza que en varios momentos se ha asomado a la historia y que hoy es posible. Significaría recuperar definitivamente la herencia de la cortina de hierro que ensangrentó nuestra «cada común Europea».

Además, estamos convencidos de que no hay paz sin justicia; no hay justicia sin perdón. La solidaridad y la paz entre los diferentes Estados hoy es posible no sólo para Europa, sino para el mundo. El mundo tiene necesidad de una Europa que, gracias a una mayor justicia internacional, pueda abrazar (no sólo con palabras o buenas intenciones) a multitudes del tercer mundo.

–Ustedes critican con claridad el borrador de Constitución Europea…

–Giorgio Salina: Un estado, una organización internacional, si quieren ser laicos –es decir, si quieren estar al servicio de todos–, tiene que alentar el encuentro y la contribución de todas las visiones del hombre y de la sociedad, es decir, de todas las culturas, también y sobre todo la cristiana.

Nosotros esperamos que no sólo se citen valores de la cultura de la Ilustración y del marxismo. En definitiva, abogamos por Europa, la Europa de todos y de cada uno, pues de lo contrario se da el riesgo de que tenga un horizonte corto, tan corto que no signifique nada en la historia.

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ZENIT Staff

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