El derecho a la vida y a la libertad de conciencia, clave para un mundo mejor

Intervención del Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU

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NUEVA YORK, martes 7 de octubre de 2008 (ZENIT.org

Interviniendo en la 63ª sesión de la Asamblea General de la ONU sobre el ítem 100, “Informe del Secretario General sobre el trabajo de la Organización”, el prelado recordó que este año se celebran los 60 años de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, “respecto a los cuales los líderes mundiales han estado de acuerdo en que no son concesiones de los Gobiernos, sino que son inherentes a todos los individuos, independientemente de la raza, de la nacionalidad y del credo religioso”.

En el centro del sistema de los derechos humanos, subrayó, figuran “el derecho a la vida y a la libertad de pensamiento, conciencia y religión”, “demasiado a menudo desatendidos a favor de cuestiones políticamente más convenientes”, y a los que se presta atención “sólo cuando la voz de los desheredados y de los discriminados se hace demasiado fuerte para ser ignorada”.

“Sólo respetando el derecho a la vida, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, y la conciencia de todos los creyentes, promoveremos un mundo consciente y respetuoso con un sentido más profundo de significado y fines”, declaró.

Monseñor Migliore añadió que en este periodo existen testimonios de “terribles conflictos· en muchas regiones del mundo. “Aparecen bajo la forma de desórdenes civiles, actividad terrorística o conflictos internacionales, pero perpetúan la equivocada convicción de que la violencia y la guerra pueden sustituir a la cooperación y al diálogo para el bien común”.

Analizando las causas inherentes a estos “fracasos de la humanidad”, el prelado subrayí que no se puede dejar de admitir una serie de compases de espera en la tarea de globalizar la solidaridad hacia los pobres”.

Frente a la “creciente desaceleración económica internacional” y al “fracaso de los objetivos de asistencia al desarrollo”, ha reclamado la necesidad de un “consenso efectivo” para que la comunidad internacional “consolide las promesas y renueve la cooperación entre los países desarrollados y aquellos en vías de desarrollo”.

Con este fin, la delegación de la Santa Sede espera que se ponga “la ingeniosidad de la actividad económica global al servicio de la gente, en lugar de la gente al servicio de ésta”.

El Observador Permanente auguró que la sesión de la Asamblea General “sirva para promover una cooperación y una armonía renovadas entre todos los pueblos”.

“Cada vez vemos un mayor aumento del uso de la retórica, que, más que unir a las naciones, las reprocha y las divide”, constató.

Considerando que “en todos los ángulos del Globo esta retórica se ha usado para fomentar la desconfianza entre los Estados”, monseñor Migliore ha pedido que se “cambie este incremento de la sospecha y la desconfianza y que se abra el camino a la confianza en nuestro liderazgo común y en nuestros valores compartidos”.

“En la asistencia humanitaria, en la mediación o en la capacidad de reunir a las partes”, concluyó, la ONU “debe continuar siendo modelada para que pueda responder mejor a las necesidades del siglo XXI”.

Por Roberta Sciamplicotti, traducción de Inma Álvarez

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ZENIT Staff

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