El desarrollo no es auténtico si va contra los indefensos, afirma el Papa

Discurso del pontífice al recibir al nuevo embajador de Irlanda

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CIUDAD DEL VATICANO, 7 septiembre 2001 (ZENIT.org).- El desarrollo de un país, si es auténtico, no puede ir contra la dignidad, la vida o la familia de sus ciudadanos, constató este viernes Juan Pablo II al recibir al nuevo embajador de Irlanda ante la Santa Sede.

«Una sociedad carece de sólido fundamento cuando por una parte defiende valores como la dignidad de la persona, la justicia y la paz, y por otra, hace justamente lo contrario permitiendo o cometiendo prácticas que devalúan y violan la vida humana, especialmente cuando es más vulnerable», aclaró el Papa en el discurso que dirigió al embajador Bernard Davenport, de 62 años de edad, diplomático de carrera que hasta ahora había sido embajador en Suiza.

Irlanda constituye el auténtico milagro europeo de los últimos años. Según la agencia de estadísticas de la Unión Europea, Eurostat, el desempleo en el país es del 3,8% y en el primer trimestre del año 2001 el salario de los irlandeses creció en un 7,3 por ciento, una cifra casi dos veces superior a la media europea. En 1999, Irlanda sorprendió al mundo con un crecimiento consolidado en 1999 de un 8.4%.

«Se requiere un esfuerzo cultural y de educación considerable –aseguró el Papa– para asegurar que, además de desarrollar nuevas y avanzadas capacidades tecnológicas, la gente pueda hacer un uso responsable de su nuevo poder de decisión para distinguir entre lo que tiene valor y lo efímero».

«Por este motivo –añadió–, la primacía del «ser» sobre el «tener», que implica la búsqueda de la verdad, del bien y de la belleza, debe ser considerada como central en una cultura para que la gente pueda vivir genuina y felizmente».

En este sentido, el pontífice destacó el papel decisivo de la educación de la familia, que en Irlanda, al igual que en el resto de los países de la Unión Europea, se encuentra «bajo la presión de un complicado juego de fuerzas que tratan de subordinar el valor trascendente de la vida a otros intereses inmediatos o incluso a la conveniencia personal».

«Cuando la Iglesia defiende el derecho a la vida de toda persona inocente –desde su concepción hasta su muerte natural– como uno de los pilares de toda sociedad auténtica, lo único que hace es promover un «Estado humano», una comunidad en acuerdo fundamental con la naturaleza humana», concluyó

Por su parte, el embajador Davenport, al presentar sus cartas credenciales, expresó al Papa el sincero agradecimiento del gobierno de Dublín por el apoyo ofrecido por la Santa Sede al proceso de paz en Ulster.

El diplomático, además confirmó ante el pontífice el compromiso de su país para aumentar la ayuda al desarrollo de las poblaciones más pobres de la tierra.

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ZENIT Staff

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