El diálogo con el islam es vital para el futuro, asegura Benedicto XVI

Al encontrarse con representantes musulmanes y embajadores de países de mayoría islámica

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CASTEL GANDOLFO, lunes, 25 septiembre 2006 (ZENIT.org).- Al encontrarse este lunes con diplomáticos de veintiún países de mayoría islámica y con representantes musulmanes de Italia, Benedicto XVI aseguró que el diálogo entre cristianos y musulmanes es decisivo para el futuro de la humanidad.

El Papa convocó el encuentro, seguido en directo por el canal de televisión árabe «Al Jazeera», para «consolidar los lazos de amistad y de solidaridad entre la Santa Sede y a las comunidades musulmanas del mundo», tras las interpretaciones de ambientes islámicos a su discurso pronunciado en la Universidad de Ratisbona el pasado 12 de septiembre.

«En este contexto particular, quisiera hoy volver a expresar toda la estima y el profundo respeto que siento por los creyentes musulmanes», dijo el Papa, recordando la declaración del Concilio Vaticano II, «Nostra Aetate», en la que se manifiesta de manera oficial el «aprecio» de la Iglesia por los «musulmanes que adoran al único Dios».

El discurso del obispo de Roma, pronunciado en francés, fue también distribuido entre los diplomáticos en una traducción al árabe, además de las versiones inglesa e italiana. Participó también el representante de la Liga de los Estados Árabes, Salid Khalid.

El Papa no afrontó la cuestión de las interpretaciones de la conferencia de Ratisbona, pues en la semana pasada ya había aclarado en dos ocasiones que su cita del emperador bizantino Manuel II Paleólogo, que había provocado las reacciones islámicas, no era más que un recurso para presentar el problema de la relación entre religión y violencia.

Para despejar toda duda, aclaró que «desde el inicio de mi pontificado he tenido la ocasión de manifestar mi deseo de seguir estableciendo puentes de amistad con los seguidores de todas las religiones, manifestando particularmente mi aprecio por el crecimiento del diálogo entre musulmanes y cristianos».

Según reconoció, «el diálogo interreligioso e intercultural entre cristianos y musulmanes no puede reducirse a una opción temporánea. En efecto, es una necesidad vital, de la cual depende en gran parte nuestro futuro», dijo confirmando lo que ya había explicado el 20 de agosto de 2005 en Colonia (Alemania) al encontrarse con representantes de algunas comunidades musulmanas.

«En un mundo caracterizado por el relativismo y que con demasiada frecuencia excluye la trascendencia de la universalidad de la razón –subrayó– necesitamos imperativamente un auténtico diálogo entre las religiones y entre las culturas capaz de ayudarnos a superar juntos todas las tensiones, con un espíritu de colaboración fecunda».

Por eso, el Papa aseguró que «continuando la obra emprendida por mi predecesor, el Papa Juan Pablo II, deseo vivamente que las relaciones de confianza, que se han desarrollado entre cristianos y musulmanes desde hace numerosos años, no sólo continúen, sino que se desarrollen en un espíritu de diálogo sincero y respetuoso».

Este diálogo, añadió, debe estar fundado «en un conocimiento recíproco cada vez más verdadero que, con alegría, reconoce los valores religiosos que tenemos en común y que, con lealtad, respeta las diferencias».

«El diálogo interreligioso e intercultural es una necesidad para construir juntos el mundo de paz y de fraternidad ardientemente deseado por todos los hombres de buena voluntad», confirmó.

Por eso, dijo, «fieles a las enseñanzas de sus propias tradiciones religiosas, cristianos y musulmanes tienen que aprender a trabajar juntos, como ya sucede con diversas experiencias comunes, para evitar toda forma de intolerancia y oponerse a toda manifestación de violencia; y nosotros, autoridades religiosas y responsables políticos tenemos, que guiarles y alentarles en esta dirección».

Y entre los desafíos comunes de musulmanes y cristianos citó «la defensa y a la promoción de la dignidad del ser humano, así como a los derechos que de ella se derivan».

«Cuando aumentan las amenazas contra el hombre y la paz, cristianos y musulmanes manifiestan su obediencia al Creador, que quiere que todos vivan con la dignidad que les ha otorgado, reconociendo el carácter central de la persona y trabajando con perseverancia para que su vida siempre sea respetada», concluyó.

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ZENIT Staff

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