El discernimiento, misión prioritaria de los Centros Culturales Católicos

Para evangelizar a través de la comunión, afirma el cardenal Poupard

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VALPARAÍSO, 18 septiembre 2003 (ZENIT.org).- Sólo discerniendo las fuerzas que motivan hoy los cambios culturales se puede ofrecer una propuesta oportuna y seria del Evangelio, afirmó el miércoles el cardenal Paul Poupard definiendo la misión de los Centros Culturales Católicos.

Durante su gira de trabajo en Chile de esta semana, el presidente del Consejo Pontificio de la Cultura preside del 17 al 19 de septiembre el «Encuentro de responsables de Centros Culturales del Cono Sur» –convocado por el propio purpurado a fin de potenciar estas instituciones como un detonante de esperanza para la sociedad americana— en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

Participan igualmente en la reunión el cardenal Francisco Javier Errázuriz –arzobispo de Santiago de Chile– y el cardenal Claudio Hummes –arzobispo de São Paulo–, así como los presidentes de las comisiones episcopales de cultura de Argentina, Chile y Paraguay. Más de 30 centros de esta región de América Latina representan a los Centros Culturales Católicos.

En su conferencia inaugural –«La misión de los Centros Católicos, un servicio al Evangelio que refuerza la identidad católica»–, el purpurado partió de la constatación de cuatro fenómenos «que emergen con cierta constancia en la sociedad latinoamericana»: el fenómeno de las sectas, el creciente agnosticismo e indiferentismo religioso, la resistencia y desconfianza hacia las instituciones y el «agudo desequilibrio social».

Así ha cristalizado un cambio cultural en el que la «emoción» es el nuevo nombre de la «evidencia». «Cuanto más intensa es la emoción, tanto más fuerte es la certeza de la “verdad” experimentada», explicó el cardenal Poupard.

Igualmente constató que en el panorama actual la eternidad ya «no requiere ni siquiera ser negada» y se registra el «tedio de la vida». Además, desde la perspectiva de la ganancia o lucro «se juzgan todas las esferas humanas».

En este contexto, «el dinero, como centro y criterio de desarrollo personal, regional o nacional, se admite de modo absoluto e indiscutible». Ello afecta profundamente a la cultura –expresó el purpurado–, que «no viene ya vivida como expresión natural de los grupos humanos, sino como un elemento de producción económica».

El presidente del Consejo Pontificio de la Cultura también advirtió del contenido que se da actualmente al concepto de «tolerancia», que más bien encierra «la indiferencia desenfadada del otro» y conduce a la «disolución de una forma “comunional” de relaciones». Con ello, la comunicación y la apertura del interior al otro desaparecen y «la obediencia y la autoridad, que sustentan todo desarrollo humano sano a nivel personal y social, vienen privadas de su fuerza».

Sin embargo, «la tolerancia posmoderna posee sin saberlo la preciosa intuición del corazón del hombre: no resistir al otro genera paz. La tolerancia tiene un correlativo en el lenguaje cristiano: el diálogo», subrayó el cardenal Poupard.

Indiferente, la sociedad moderna desprecia «cualquier clase de institucionalización de la esfera religiosa que pretenda proponer la verdad absoluta de su credo» y se ha llegado a «una ruptura entre creencias profesadas y regla moral», reconoció el purpurado.

Así, la increencia hoy aparece como «una corriente envolvente, una mezcla de apatía, relativismo y tolerancia con respecto a la realidad trascendente». De ahí que «hablar o no hablar de Dios es realmente indiferente, improductivo» y «la fe es suplantada por el sentimiento religioso, expresión emotiva de la inmanencia», añadió

El desafío de los Centros Culturales Católicos: crear comunión

Todas estas manifestaciones de la cultura actual constituyen «un grito desesperado de Amor, de Paz, de Dios», señaló el purpurado.

Es precisamente ahí donde empieza «la verdadera misión de los Centros Culturales Católicos –subraya–: discernir en las expresiones culturales y anticulturales de la propia sociedad, el movimiento de plenitud sembrado por Dios en el hombre, sin dejarse confundir por las aberraciones que en su ceguera genera la locura humana, que se concibe como sola, abandonada y destinada a la muerte».

«Este deseo trágicamente escondido en el hombre solamente puede ser colmado por Uno que conoce el corazón del hombre por ser Él mismo hombre. Por Aquel que siendo el Agua viva puede saciar la sed del deseo de Dios por ser Él mismo Dios», constató el cardenal Poupard.

Y reveló: «La Encarnación constituye entonces el camino, el método de evangelizar, hacerse uno con el otro. Llevando al profundo del corazón humano, la inconmensurable riqueza del Evangelio que a su vez habíamos recibido gratuitamente».

«En este proceso de hacerse uno con el otro –anunció–, se verifica un evento que transforma el universo creado: la comunión. (…) Es la prueba que entre personas únicas e irrepetibles es posible el amor, es posible recibir una vida común, que no disuelve las diferencias sino que potencia la mutua donación de acoger al otro».

Por ello explicó que los Centros Culturales Católicos necesitan, «junto al discernimiento y acompañamiento del hombre contemporáneo, un lenguaje y una praxis que favorezcan los encuentros interpersonales, y el reforzamiento de las pequeñas comunidades eclesiales, parroquiales, diocesanas, religiosas, universitarias».

De acuerdo con los postulados que orientan hoy a la sociedad moderna, el purpurado exhortó: «Estamos llamados a descubrir en la “tolerancia” la urgencia al diálogo y el reconocimiento de la irrepetibilidad de la persona humana; en la “emoción” la urgencia de un Amor que sea cercano, fiel y seguro; en el “lucro” la urgencia de un orden social equilibrado; en la “indiferencia religiosa” la urgencia de la certeza histórica de la Vida Eterna».

En síntesis, «estamos llamados a descubrir y reflejar en el mundo la imagen de la Santa y Vivificante Trinidad, mediante la comunión», puntualizó.

«Hoy más que nunca el mensaje de Jesucristo es suspirado, sin saberlo, por los hombres y mujeres de esta generación. Su lenguaje lo grita, sus acciones lo denuncian y sus sufrimientos lo imploran», concluyó el cardenal Poupard.

El texto íntegro de la conferencia del cardenal Poupard se puede consultar en la sección de Documentación de Zenit.

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ZENIT Staff

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