El dolor siempre tiene un sentido ante los ojos de Dios, asegura Benedicto XVI

Dedica la audiencia general a meditar en el Salmo 125, «Dios, alegría y esperanza nuestra»

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CASTEL GANDOLFO, miércoles, 17 agosto 2005 (ZENIT.org).- El dolor, aunque en ocasiones parece que no tiene sentido, siempre es fecundo a los ojos de Dios, aseguró Benedicto XVI en la audiencia general concedida este miércoles.

En la víspera de su primera viaje internacional a Colonia, el Santo Padre dedicó el encuentro semanal con los peregrinos, que en esta ocasión tuvo lugar en el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo, a comentar el Salmo 125, «Dios, alegría y esperanza nuestra».

El pasaje bíblico, recitado por los israelitas cuando se sentían amenazados o experimentaban el miedo, recoge una sentencia en la que se detuvo a meditar el pontífice: «Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares».

«Bajo el peso del trabajo, a veces el rostro se riega de lágrimas –reconoció–: se siembra con una fatiga que podría acabar quizá en la inutilidad y el fracaso. Pero cuando llega la cosecha abundante y gozosa, se descubre que ese dolor ha sido fecundo».

Según el obispo de Roma, «en este versículo del salmo se condensa la gran lección sobre el misterio de fecundidad y de vida que puede albergar el sufrimiento».

«Como había dicho Jesús en los umbrales de su pasión y muerte: “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”» (Juan 12, 24). Fue la frase que el cardenal Joseph Ratzinger escogió como hilo conductor para las meditaciones del Vía Crucis que compuso para el pasado Viernes Santo en el Coliseo por petición de Juan Pablo II.

El Papa propuso a la meditación de los creyentes el salmo como «un canto de esperanza, al que se puede recurrir cuando se está sumergido en el momento de la prueba, del miedo, de la amenaza exterior y de la opresión interior».

Al mismo tiempo, aseguró, «puede convertirse también en un llamamiento más general a vivir los propios días y a cumplir las propias opciones en un clima de fidelidad».

«La esperanza en el bien, aunque sea incomprendida y suscite oposición, al final llega siempre a una meta de luz, de fecundidad, de paz», subrayó.

La meditación formó parte de la serie de comentarios a los salmos y cánticos de la Biblia que forman parte de la Liturgia de las Vísperas, oración de la Iglesia al atardecer, que había comenzado los miércoles Juan Pablo II y que ha sido continuada por Benedicto XVI.

Pueden leerse las intervenciones anteriores en la sección «Audiencia del miércoles» de la página web de Zenit (www.zenit.org).

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ZENIT Staff

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