El efecto de la religión en la salud

Algunos estudios, aunque no todos, muestran sus efectos positivos

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NUEVA YORK, 5 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).- Las creencias religiosas pueden que sean buenas no sólo para la salud espiritual; también puede tener efectos positivos para el cuerpo. Con cierta regularidad, aparecen estudios que indican que la oración o la participación regular en servicios religiosos pueden ayudar a la salud de los creyentes.

No todo el mundo está de acuerdo con estos estudios. Algunos investigadores apuntan a fallos metodológicos en algunos estudios que se proponen mostrar una correlación entre religión y beneficios para la salud. Incluso los mismos estudios advierten que es difícil determinar la relación precisa entre ambos.

No obstante, el número de informes que muestran sus efectos positivos es sustancial. El 9 de junio la página web de Science and Theology News informaba que investigadores canadienses e israelíes habían hallado que la práctica religiosa puede retrasar el avance de la enfermedad de Alzheimer.

«Hemos aprendido que los pacientes de Alzheimer con un nivel alto de espiritualidad o con un nivel alto de religiosidad pueden tener una progresión en el deterioro cognitivo significativamente más lenta», afirmaba el autor del estudio, el doctor Yakir Kaufman, director de neurología en el Sarah Herzog Memorial Hospital de Jerusalén.

Los resultados se presentaron en el encuentro anual del 2005 de la Academia Americana de Neurología. «Este trabajo coincide con los últimos estudios que muestran que la oración, la espiritualidad o la religiosidad están relacionadas con una mejor salud mental y física», comentaba el doctor Michael Rayel, jefe de psiquiatría en el Dr. G. B. Cross Memorial Hospital de Clarenville, Newfoundland.

Los investigadores valoraron a 68 personas de entre 49 y 94 años. Los datos revelaban altos niveles de religiosidad y las prácticas religiosas privadas estaban relacionadas, de modo significativo, con índices menores de deterioro cognitivo».

Pero si la actividad espiritual ralentiza el Alzheimer de modo más efectivo que otros tipos de actividad mental puede ser la «cuestión de los 64.000 dólares», advertía el profesor de radiología de la Universidad de Pennsylvania, el profesor Andrew Newberg. «Últimamente se ha convertido en una de las grandes cuestiones si los investigadores pueden diferencias los efectos positivos de la espiritualidad de los de otras actividades».

En el mismo encuentro, otro grupo de investigadores, de la Universidad de Chicago, informaba que los afroamericanos que creen profundamente en Dios eran menos proclives a estar deprimidos que los no creyentes, informaba el 14 de abril el Chicago Sun-Times. En la misma línea, el doctor Harold Koenig del Centro para la Espiritualidad, la Teología y la Salud de la Universidad Duke, afirmó que la religión ayuda a proporcionar un sentido de esperanza, paz y bienestar, que, a su vez, puede reducir las hormonas estresantes que dañan la salud.

El artículo del Sun-Times observaba, no obstante, que el doctor Richard Sloan de la Universidad de Columbia alberga dudas sobre los informes. Afirmó que muchos estudios sobre religión y salud «contienen vacíos metodológicos significativos que vuelven sospechosas sus conclusiones».

Fe y facultades de medicina
Pero la posibilidad de un efecto positivo está recibiendo una mayor atención por parte de los médicos. Dos tercios de las 125 facultades de medicina de Estados Unidos incluyen ahora cursos sobre espiritualidad y fe, en comparación con sólo tres de ellas en 1992, según la página web de la John Templeton Foundation.

La fundación financia investigaciones sobre el área de espiritualidad y salud. Asimismo, anualmente concede premios en dinero a las facultades de medicina de Estados Unidos para animar el desarrollo, enseñanza y evaluación de cursos que examinen el papel integral de la fe y la espiritualidad en el cuidado del paciente.

Algunos estudios apuntan a una reducción general en el riesgo de muerte de aquellos que asisten a oficios religiosos al menos una vez a la semana, informaba el 3 de mayo el Wall Street Journal. Los estudios han recibido poca atención debido al escepticismo entre los científicos, observaba el Journal.

Pero el estudio del tema ha llevado a una experta escéptica, Lynda Powell, a cambiar sus ideas. En el 2001, el Nacional Institutes of Health pidió a Powell, profesora de medicina preventiva en el Centro Médico de la Universidad Rush de Chicago y no practicante, que encabezara un equipo de tres científicos para revisar la literatura médica sobre el nexo entre religión y salud.

El equipo no encontró evidencias de que la religión ayudase a la gente una vez que están enfermos, concluía el informe, publicado en enero del 2003 en la revista American Psychologist.

Pero su examen de los estudios relativos a práctica religiosa y salud tuvo un resultado diferente. El equipo, según el Wall Street Journal, informó de que los estudios mostraban un 25% menos de índice de mortalidad entre quienes asistían a los servicios religiosos al menos una vez a la semana. Parece que la participación en los oficios promueve una variedad de comportamientos con beneficios para la salud. Estos comportamientos incluyen la meditación, la participación en una red social, y el adherirse a una serie de valores que no animan a cosas como el fumar o la infidelidad.

Rezar por otros
El tema de si rezar por el enfermo lleva a una mejoría de su salud se debatió hace años. El 15 de julio, el Washington Post informó de que un estudio de más de 700 pacientes de corazón mostraba que aquellos que tienen personas rezando por ellos desde la distancia, y sin su conocimiento, eran menos proclives a sufrir mayores complicaciones, volver al hospital o morir.

Algunos estudios sostenían que tales oraciones pueden tener efectos beneficiosos, pero el Post observaba que han sido criticados por sus carencias metodológicas.

El artículo informaba sobre el estudio Mantra II, llevado a cabo por un equipo del Centro Médico de la Universidad Duke en Dirham, Carolina del Norte, encabezado por cardiólogo Mitchell Krucoff. Implicó a 748 pacientes que se sometieron a tratamiento por problemas de corazón en nueve hospitales de todo el país entre 1999 y el 2002.

Los investigadores pidieron a 12 comunidades de diversas denominaciones cristianas, judías, musulmanas y budistas en todo el mundo que rezaran por algunos de los pacientes. (Presumiblemente) no se rezón por los demás pacientes. Ni los pacientes ni los doctores sabían si alguien estaba rezando por ellos. Se siguió a los pacientes durante seis meses, pero los investigadores no encontraron diferencias entre los grupos.

Krucoff declaró, sin embargo, que no quería que la gente pensar que los investigadores eran críticos con la oración. «Este estudio nos da un sentido de hasta dónde puede haber beneficios terapéuticos que sean dignos de seguimiento en futuros estudios», declaró.

Cuerpo y alma
El Catecismo de la Iglesia católica trata la cuestión de la fe y la salud del cuerpo, en la sección sobre la unción de enfermos. En el No. 1509 observa que la Iglesia ha recibido del Señor la tarea de «¡Sanad a los enfermos!» (Mateo 10:8).

La Iglesia realiza esto tanto mediante los cuidados que proporciona a los enfermos «como por la oración de intercesión con la que los acompaña». El texto observa que la Iglesia «cree en la presencia vivificante de Cristo, médico de las almas y de los cuerpos. Esta presencia actúa particularmente a través de los sacramentos, y de manera especial por la Eucaristía, pan que da la vida eterna y cuya conexión con la salud corporal insinúa San Pablo».

Pero en el número anterior el Catecismo observa que «ni siquiera las oraciones más fervorosas obtienen la curación de todas las enfermedades». Por esta razón San Pablo indica que debemos aprender del Señor que «mi grac
ia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza», y que los sufrimientos que tengo que padecer tienen como sentido que «completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, a favor de su cuerpo, que es la Iglesia» (2 Corintios 12:9; Colosenses 1:24).

De hecho, el No. 1505 observa que Cristo, durante su ministerio público, no curó a todos los enfermos. Y las curaciones físicas que realizó «anunciaban su curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua». El Catecismo indica luego: «En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal y quitó el ‘pecado del mundo’, del que la enfermedad no es sino una consecuencia.

El Catecismo concluye: «Por su pasión y su muerte en la cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura y nos une a su pasión redentora».

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ZENIT Staff

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