El embajador israelí en el Vaticano evoca el viaje papal un año después

«Nos ha abierto los ojos a un nuevo mundo», asegura

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ROMA, 21 mar 2001 (ZENIT.orgAVVENIRE).- El embajador de Israel ante la Santa Sede, Yosef Neville Lamdan, cuando se cumple el primer aniversario de la visita de Juan Pablo II a Tierra Santa, ha querido evocar aquel acontecimiento histórico, sacando asimismo interesantes consecuencias.

«Su Santidad nos invitó a desarrollar el diálogo, a construir –en el espíritu de la reconciliación– una nueva era de relaciones entre cristianos y judíos –afirma el diplomático–. Haremos todo lo posible para poner en práctica su invitación. Comenzando por ejemplo por la educación de los jóvenes y el intercambio entre ellos. Pero sin descuidar otras formas de colaboración, como la de la cooperación internacional».

Nacido en Glasgow (Escocia) hace 62 años, Lamdan se convirtió en representante de Israel ante la Santa Sede el pasado 18 de septiembre, después de haber recorrido una brillante carrera diplomática que comenzó al servicio del Foreign Office británico y que luego pondría a disposición del Ministerio de Exteriores israelí.

–Hace un año, el Papa realizó su peregrinación jubilar a Israel. ¿Qué es lo que mejor recuerda de aquel viaje?

–Yosef Lamdan: Recuerdo la emoción, recuerdo que me impresionó profundamente el carisma del Papa, su elevada estatura de líder espiritual, que poco a poco se revelaba no sólo en las palabras sino y quizá sobre todo en los gestos, en las cosas no dichas. Me impresionó, para decirlo con las palabras que Juan Pablo II me dirigió el 18 de septiembre pasado, la preeminente naturaleza religiosa de aquel viaje que, como él deseaba, no lo hemos olvidado.

–Aquél viaje se caracterizó por varios momentos fuertes. ¿Qué efecto ha tenido en la opinión pública israelí?

–Yosef Lamdan: En nuestra sociedad, y especialmente entre los jóvenes, causó una profunda impresión. Muchos han descubierto el rostro y los lugares del cristianismo en su mismo país. Más en general, parecería como si el Papa hubiera abierto a los ojos de todos un mundo nuevo y amigo, una actitud desconocida en sus aspectos de apertura, de comprensión, de benevolencia hacia nosotros y nuestra historia. Ha sido, en resumen, el descubrimiento de una dimensión espiritual insospechada que ha quedado grabada en la memoria. Recordar es importante pero no basta, hay que seguir el camino.

–¿En qué dirección?

–Yosef Lamdan: En la dirección del diálogo entre cristianos y judíos, que hoy experimenta fases y estaciones sucesivas. Simplificando, se puede decir que la primera estación estuvo constituida por la visita del Papa a la Sinagoga de Roma en 1986. La segunda fue el viaje a Israel. La tercera y las sucesivas deben marcar las fases de una colaboración creciente, en la vía del conocimiento y la comprensión recíprocas que ciertamente nos alientan, pero que todavía son insuficientes.

–¿Qué se podría hacer, en concreto?

–Yosef Lamdan: Apuntar, por ejemplo, a la constitución de centros de estudio comunes, especializados en la investigación interdisciplinar de las raíces y del desarrollo de las culturas judía y cristiana. Los temas son muchísimos y comprometodores. Van desde la historia en general a la lengua, de la filosofía a la teología, de la patrística a las formas modernas de judaísmo… Ya se está haciendo algo en Jerusalén en cuanto al estudio del cristianismo. Espero que pronto se pueda hacer otro tanto en Roma, con la creación de un Instituto de estudios sobre el judaísmo que espero goce de amplio apoyo católico. Ya he recibido, a este respecto, signos positivos.

–¿Y por lo que respecta a la cooperación internacional?

–Yosef Lamdan: Hemos puesto en marcha con la Fundación Juan Pablo II para el Sahel (confiada al Consejo Pontificio «Cor Unum», presidido por el arzobispo Paul Josef Cordes) un proyecto para la lucha contra la desertización, poniendo a disposición a nuestros máximos expertos. Creo que trabajar juntos con fines humanitarios puede tener benéficas repercusiones en todos los campos. Sabemos que el diálogo entre nosotros no es fácil; ahora bien, mucho cuidado, no podemos dejar de recoger este grande y estupendo desafío.

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ZENIT Staff

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