El embrión humano se convierte en materia prima para la investigación

Equipos médicos utilizan sus células con fines médicos

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ROMA (Redacción central), 13 dic 2000 (ZENIT.org).- Una de las
consecuencias lógicas del aborto ha sido la despersonalización del feto
humano. Una vez privado del derecho a la vida, el feto se ha convertido en
materia prima para los experimentos de investigadores y en banco de tejidos
para los tratamientos médicos.

A pesar de las continuas protestas, este tipo de prácticas no sólo se
siguen aplicando, sino que incluso se están extendiendo. Hacia finales de
noviembre, el Gobierno francés dio luz verde a las investigaciones con
embriones humanos. Según el diario español «El País» (29 noviembre) el
primer ministro francés, Lionel Jospin, aprobó el uso de células
estaminales en el caso de experimentos orientados a encontrar nuevos
tratamientos médicos. Al mismo tiempo permitió la clonación humana, aunque
solamente con fines terapéuticos y no como medio de reproducción.

El Gobierno francés ha tomado esta decisión tras recibir las conclusiones
de una investigación del Comité Nacional de Etica de las Ciencias de la
Vida y la Salud, encargado de revisar las leyes de bioética en Francia. En
el futuro, el Comité, formado por 18 miembros, será el órgano encargado de
supervisar la manera en que se realizan las investigaciones en este campo.

Está previsto que los investigadores usen primero los embriones congelados
que quedan descartados en los tratamientos de fecundación «in vitro» (FIV).
En pocas palabras, estas vidas humanas embrionarias se convertirán en
bancos de células estaminales. En la actualidad, en Francia hay unos 50.000
embriones descartados por sus progenitores, almacenados en laboratorios.
Cuando la investigación hay utilizado todos estos embriones, entonces se
recurrirá a la clonación de células adultas para producir embriones
adicionales destinados a la experimentación o al tratamiento médico.

En Francia el uso de células fetales para usos médicos, como informa el
diario inglés «The Independent» (30 noviembre) es ya un hecho.

Investigadores del Inserm, un instituto médico de París, han transplantado
células estaminales de fetos en el cerebro de personas con la enfermedad de
Huntington. De cada cinco pacientes tratados, tres mejoraron con el
tratamiento.

El hallazgo ha sido publicado por «The Lancet», el 9 de diciembre. «The
Independent» observaba que el anuncio de los hallazgos del equipo francés
estimulará a los partidarios de la clonación de embriones a proporcionar
células estaminales con fines terapéuticos.

Este asunto se está debatiendo también en estos días en Gran Bretaña. Antes
de que termine el año, el Parlamento debería votar el famoso informe del
funcionario jefe médico del Gobierno, el profesor Liam Donaldson, en el que
recomienda el recurso a la clonación terapéutica.

Si los primeros hallazgos de la investigación francesa son confirmados por
los científicos, sería posible extraer células de enfermos de Huntington en
su niñez y clonarlas para producir células estaminales que podrían ser
congeladas y transplantadas de nuevo cuando desarrollen la enfermedad de
adultos.

Unas semanas antes, el diario británico, «The Observer» (1 octubre),
informaba a sus lectores de que los científicos habían realizado
operaciones secretas usando tejido tomado de fetos abortados en un intento
de curar a pacientes de enfermedades del cerebro.

Esta operación, que fue condenada por los grupos que se oponen al aborto,
parece haber sido la primera intervención que usa transplantes de células
fetales desde que este tipo de técnicas fueron abandonadas en Gran Bretaña
hace ya una década.

Dos centros estaban implicados en esta operación: el Centro de Reparación
Cerebral de la Universidad de Cambridge en el Hospital Addenbrooke, y el
Hospital del King´s College de Londres. Como en el caso francés, los
pacientes sufrían la enfermedad de Huntington, una enfermedad cerebral
hereditaria.

La decisión de recabar material de fetos abortados ha provocado escándalo.
Un portavoz de la Iglesia católica ha explicado que tales operaciones
podrían extender la idea de que es aceptable matar a un niño para salvar a
un adulto. Por su parte, el profesor Jack Scarisbrick, del grupo favorable
a la vida, «Life», afirmó que las operaciones eran un ulterior atentado
contra los no nacidos. «Dan una falsa legitimación a los abortos, pues
sugieren que de este modo dan esperanzas a otras personas», dijo.

«The Observer» indicaba que a finales de los años ochenta se dieron
reacciones similares, al informarse de que cirujanos de Birmingham
–dirigidos por el profesor Edward Hitchcock del Centro de Neurocirugía y
Neurología de Midland– habían llevado a cabo transplantes de células
fetales en pacientes con la enfermedad de Parkinson. El clamor llevó a
abandonar tales operaciones.

Recientemente también, en Gran Bretaña, se multiplicaron las protestas
cuando los medios de comunicación revelaron que un hospital había
almacenado unos cuatrocientos fetos de abortos naturales o provocados, así
como los cuerpos de niños nacidos muertos. Los fetos fueron conservados sin
el permiso de los padres en el hospital Alder Hey de Liverpool, según un
reportaje publicado en «The Guardian» (14 noviembre).

A excepción de ochenta fetos, el resto provenía de dos hospitales de
maternidad de la ciudad que se unieron hace cinco años para formar el
hospital de mujeres de Liverpool. Los demás fetos proceden de otros
hospitales cercanos del noreste. Los fetos, de todas las edades (desde
inicio hasta casi el final de embarazo), fueron enviados al hospital Alder
Hey para que fueran sometidos a exámenes post mortem entre 1988 y 1995,
pues tenían una utilidad patológica.

El hospital Alder Hey y había sido objeto de otra investigación por el tema
de la conservación de órganos de 893 bebés y niños. Kate Jackson, el
director del proyecto en el Alder Hey se defendió que el hospital sabía de
que se habían conservado estos cuerpos de fetos. Ahora, bien, añadió: «No
tomamos la iniciativa de contactar a las familias. Muchas personas no
quieren que se les recuerde algo así. Nosotros contamos con que los padres
se pongan en contacto con nosotros».

Experimentos en Estados Unidos
La misma falta de respeto por la identidad y dignidad humana del embrión se
da también en Estados Unidos. Según el «Ottawa Citizen» (25 octubre),
científicos norteamericanos han creado embriones humanos con el único
objetivo de utilizarlos para la investigación.

Investigadores del Instituto Jones de Medicina Reproductiva en Virginia
usaron óvulos y esperma, donados por donantes sanos y jóvenes, para crear
40 embriones. Los investigadores extrajeron luego las células estaminales
de los embriones, pues son capaces de crecer transformándose en cualquier
otra célula, tejido u órgano del cuerpo humano.

Se cree que es el primer estudio publicado en Estados Unidos por
científicos que han creado embriones fuera del cuerpo humano con el único
objetivo de extraer células estaminales.

Dos meses antes, el presidente de Estados Unidos Bill Clinton abría el
grifo de los fondos federales para financiar proyectos de científicos que
investigan con células estaminales de embriones. Como condición para que
Estado ofrezca sus ayudas a estos proyectos el presidente saliente pidió
que sólo se extraigan de embriones descartados en procesos de fecundación
in vitro de parejas sometidas a reproducción asistida. Ahora bien, esta
regla no se aplica a los proyectos de investigación con fondos privados.

En Canadá, según informaba el mismo periódico, no hay leyes que
regulen los
temas de la investigación con embriones. En 1997, los liberales dejaron
morir la ley C47, que podría haber incluido restricciones en la
investigación con embriones. Canadá cuenta solamente con una moratoria
voluntaria, pero no afecta a la investigación con embriones humanos.

El «Ottawa Citizen» citaba a Margaret Somerville, del Centro de Medicina,
Ética y Derecho de la Universidad McGill, quien decía: «antes de transmitir
la vida humana con el único fin de su destrucción intencional, debemos
preguntarnos, «¿se justifica éticamente algo así?»». La catedrática
respondió a su propia pregunta señalando que crear embriones para
investigación y después destruirlos «constituye un fracaso del respeto que
se debe a la vida humana».

Como advertía Juan Pablo II en su encíclica «Evangelium Vitae» (n. 14),
bajo el pretexto de progreso médico o científico, la vida humana se reduce
al nivel de mero material biológico del que se puede disponer libremente.
Solamente si se acepta el principio de la dignidad humana desde el momento
de la concepción, se podrán evitar estas aberraciones.
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Contenido provisto por SEMANA INTERNACIONAL
(c) Innovative Media, Inc.

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ZENIT Staff

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