El encuentro con Cristo cambia la vida, asegura el Papa

Al recordar la figura del apóstol Pablo

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 8 noviembre 2006 (ZENIT.org).- El encuentro con Cristo cambia la vida, también hoy; aseguró Benedicto XVI este miércoles durante la audiencia general.

El semanal encuentro del Papa con los peregrinos, en el que participaron 15.000 personas, estuvo dedicado a recordar la figura del apóstol Pablo, que ya había comenzado a presentar en la catequesis del 25 de octubre.

En esta ocasión, en su meditación pronunciada en la plaza de San Pedro, en una estupenda mañana soleada de otoño, se concentró en «La centralidad de Jesucristo» como el aspecto más destacado de la vida cristiana del «decimotercer apóstol», Saulo de Tarso.

Recordando el encuentro de Pablo con Cristo, de camino a Damasco, adonde iba para perseguir a los cristianos, el obispo de Roma constató cómo aquel momento «revolucionó literalmente su vida».

«Cristo se convirtió en su razón de ser y en el motivo profundo de todo su trabajo apostólico», explicó.

«En sus cartas, después del nombre de Dios, que aparece más de quinientas veces, el nombre mencionado con más frecuencia es el de Cristo (380 veces)», explicó.

La historia de aquel apóstol, nacido en la actual Turquía, aclaró, permite comprender «cómo Jesucristo puede influir en la vida de una persona y, por tanto, también en nuestra misma vida».

«En realidad –recalcó–, Jesucristo es el ápice de la historia de la salvación y por tanto el verdadero punto discriminante en el diálogo con las demás religiones».

«¿Cómo tiene lugar el encuentro de un ser humano con Cristo? ¿En qué consiste la relación que se deriva del mismo?», preguntó el Papa a los peregrinos.

Pablo, respondió, «ya no vive para sí mismo». «Vive de Cristo y con Cristo: dándose a sí mismo».

Esta es «la nueva orientación que nos ha dado el Señor, que nos da la fe. ¡Ante la cruz de Cristo, expresión máxima se su entrega, ya no hay nadie que pueda gloriarse de sí!», aseguró.

El Papa ilustró sus palabras con algunas de las expresiones plásticas con que san Pablo explica esto en sus cartas. «En cuanto a mí –escribe, por ejemplo, en Gálatas 6, 14–, ¡Dios me libre gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!».

La «identidad cristiana», como enseña el apóstol, dijo el Papa, se compone de dos elementos: «no buscarse a sí mismo, sino revestirse de Cristo y entregarse con Cristo, y de este modo participar personalmente en la vida del mismo Cristo hasta sumergirse en Él y compartir tanto su muerte como su vida».

El consejo que el Papa dejó a los peregrinos fue el de vivir este aspecto central de la vida cristiana.

«Por una parte –dijo–, la fe debe mantenernos en una actitud constante de humildad ante Dios, es más, de adoración y de alabanza en relación con Él. De hecho, lo que somos como cristianos sólo se lo debemos a Él y a su gracia».

«Por otra parte –añadió–, nuestra radical pertenencia a Cristo y el hecho de que “estamos en Él” tiene que infundirnos una actitud de total confianza y de inmensa alegría».

En definitiva, propuso, «tenemos que exclamar con san Pablo: “Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros?”».

La meditación del Papa constituye la segunda de una serie en la que presentará figuras de hombres y mujeres de los orígenes de la Iglesia, después de haber meditado en los doce apóstoles.

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ZENIT Staff

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