El encuentro con Jesús Resucitado marca una fe robusta, recuerda el Papa

En su catequesis previa al rezo del Regina Caeli

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 6 abril 2008 (ZENIT.org).- No ideas humanas, sino un encuentro real con Cristo Resucitado –en su Palabra y en la Eucaristía– es lo que fortalece la fe y edifica la Iglesia día a día, constata Benedicto XVI.

Junto a miles de peregrinos en la Plaza de San Pedro, el Papa hizo revivir, con toda su actualidad, el episodio del evangelio dominical, el del camino de Emaús, que recorrían dos discípulos desalentados por la muerte de Jesús,

«Se les acercó Jesús Resucitado, pero no le reconocieron»; «les explicó las Escrituras»; «entró con ellos en casa, se sentó a la mesa, bendijo el pan y lo partió, y en ese momento le reconocieron, pero Él desapareció de su vista, dejándoles maravillados ante ese pan partido, nuevo signo de su presencia», desgranó el Papa.

Todo cristiano, es más, todo hombre -apuntó– tienen su particular camino de Emaús; «Jesús Resucitado se hace compañero de viaje para encender en nuestros corazones el calor de la fe y de la esperanza y partir el pan de la vida eterna».

Y tal camino evidencia «la situación de muchos cristianos de nuestro tiempo», cuando «la propia fe entra en crisis, a causa de experiencias negativas que nos hacen sentir abandonados por el Señor», constató.

Pero puede convertirse «en camino de purificación y maduración de nuestra fe en Dios», alentó el Papa.

Y es que «también hoy podemos entrar en diálogo con Jesús, escuchando su Palabra; también hoy parte el pan para nosotros y se nos da a Sí mismo como nuestro pan» –explicó–, de forma que «el encuentro con Cristo Resucitado» «es posible también hoy».

Tal encuentro «nos da una fe más profunda y auténtica, templada, por así decirlo, a través del fuego del acontecimiento pascual; una fe robusta porque se nutre no de ideas humanas –especificó–, sino de la Palabra de Dios y de su presencia real en la Eucaristía».

Y tiene un lugar privilegiado que igualmente evidencia el episodio de Emaús, un relato que «contiene ya la estructura de la Santa Misa» –señaló Benedicto XVI–: primero, la escucha de la Palabra; después la liturgia eucarística.

Con este doble alimento –confirmó– «la Iglesia se edifica incesantemente y se renueva cada día en la fe, en la esperanza y en la caridad».

Por eso, igual que sucedió a los discípulos de Emaús, Benedicto XVI invitó a cada cristiano y cada comunidad a vivir «la gracia del encuentro transformador con el Señor Resucitado».

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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