El futuro cardenal de Hong Kong responde a la «Asociación Patriótica» china

Cuyo vicepresidente califica el llamamiento a la púrpura como acto hostil hacia China

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HONG KONG, viernes, 10 marzo 2006 (ZENIT.org).- El obispo de Hong Kong ha respondido al vicepresidente de la «Asociación Patriótica» china, pues éste ha calificado el llamamiento a la púrpura cardenalicia del prelado como un acto hostil hacia China.

Salesiano de 74 años, monseñor Joseph Zen Ze-kiun se cuenta entre los quince cardenales que Benedicto XVI creará en su primer consistorio, el próximo el 24 de marzo. El Papa hizo personalmente público este anuncio el 22 de febrero.

En China el gobierno permite la práctica religiosa sólo con personal reconocido y en lugares registrados ante la Oficina de Asuntos Religiosos y bajo el control de la «Asociación Patriótica» (AP). De ahí la diferencia que afirman entre una Iglesia «oficial» y los fieles que tratan de salirse del citado control para ponerse en obediencia directa del Papa formando la Iglesia «no oficial» o «clandestina».

El futuro cardenal chino ha escrito un mensaje, que fecha y firma el jueves, difundido en inglés y en chino por la web de su diócesis (www.catholic.org.hk)— en respuesta a las «sorprendente» reacción del vicepresidente de la AP. Ofrecemos la traducción íntegra del texto del prelado.

* * *

Respuesta a la entrevista del Sr. Liu Bainian con Reuters

El Sr. Liu Bainian, vicepresidente de la Asociación Patriótica china, miembro de la Conferencia consultiva política del Pueblo, en una entrevista con Reuters, se ha puesto en el papel de juez del Papa Benedicto XVI afirmando, por un lado, que aprecia la postura tradicional del pontífice en materia de fe, pero por otro critica que haya elevado al obispo Zen al cardenalato como un acto de hostilidad hacia China.

Tras las reacciones bastante leves del portavoz del ministerio chino de Exteriores y del propio ministro, esta reacción del Sr. Liu suena algo sorprendente. Muestra lo preocupado que está con la perspectiva de una normalización de las relaciones entre China y la Santa Sede.

El Sr. Liu dice que el obispo Zen es una amenaza para el gobierno de
Pekín, así como el Papa Juan Pablo II lo fue para el régimen comunista de
Polonia. Aparte de la implícita desvaloración de los líderes chinos, comparar China y Polonia es un acto de imaginación descabellada. En las últimas décadas el clero de la Iglesia oficial en China ha mostrado un aguante enormemente paciente al afrontar todo tipo de acosos. ¿Hay algún motivo para tener miedo de ellos?

Es obvio que los católicos no aceptan el comunismo, a causa de sus premisas ateístas. Tampoco el gobierno, en cualquier caso, querría forzar a los creyentes a aceptar el comunismo, porque la Constitución nacional garantiza la libertad religiosa. Cuando el obispo Zen critica ciertas políticas gubernamentales, no está desafiando al gobierno en sí. Por cierto: antes de este nombramiento para ser cardenal, su plan, después de jubilarse el año que viene, habría sido regresar a Shanghai para enseñar en el seminario local, donde se habría abstenido de hacer declaraciones públicas, igual que hizo en los años entre 1989 y 1996.

Liu se presenta a sí mismo como el representante de la Iglesia oficial, pero si se garantizara la libertad de expresión a los obispos, a los sacerdotes y a los fieles chinos, se podrían oír opiniones muy distintas a las expresadas por el Sr. Liu. El Sr. Liu Bainian reconoce que cada vez más los católicos en China quieren restablecer la comunión con la Santa Sede y quieren cada vez más que sus obispos tengan la aprobación del Santo Padre. Si ama verdaderamente a su nación, debería persuadir al gobierno para permitir todo esto por el bien de la armonía en la sociedad, de manera que nuestros líderes gubernamentales puedan ir con la cabeza alta en la escena internacional de los derechos humanos.

Ya todos saben que la Santa Sede está dispuesta a trasladar las relaciones diplomáticas de Taiwán a Pekín, y por lo tanto no hay necesidad de detenerse más en este tema. Las relaciones diplomáticas son ciertamente una cuestión política, pero la Santa Sede no tiene intereses políticos, ni menos aún ambiciones políticas. La única esperanza del Santo Padre es que los fieles chinos puedan disfrutar de libertad religiosa real.

Con frecuencia se ha dicho que el obispo Zen trabaja bajo influencia de potencias extranjeras. Para los que viven con él bajo el mismo techo noche y día no hay nada más ridículo. ¿Es demasiado esperar que nuestros líderes puedan discernir por fin quiénes son los que verdaderamente aman su país y quiénes en cambio traicionan los intereses reales de la nación?

En cuanto a la frase bíblica «dad al César lo que es del César», no pensamos que Liu sea un intérprete más competente que el Papa. No repetiré aquí la diferencia entre hacer política y tomar parte en las cuestiones sociales: esto último es una obligación y un derecho para todo adulto, cardenales incluidos.

El obispo Zen se recuerda a sí mismo y al Sr. Liu que ambos superan los 70 años de edad y que no está lejos el día de su encuentro con el Juez celestial. ¡Que este pensamiento infunda más sabiduría en todas sus decisiones!

Obispo Joseph ZEN, 9 marzo 2006

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ZENIT Staff

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