El futuro del catolicismo en Estados Unidos tras el «Encuentro 2000»

Entrevista con monseñor Gabino Zavala, obispo auxiliar de Los Angeles

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LOS ANGELES, 8 agosto (ZENIT.org).- Más de 5000 líderes y agentes pastorales de 153 diócesis de los Estados Unidos –incluidos 82 obispos nacionales y 6 de América Latina– se reunieron del 6 al 9 de julio en el Centro de Convenciones del Los Angeles para celebrar el Encuentro 2000, el evento central del Gran Jubileo en este país. Bajo el auspicio de la Conferencia Nacional de Obispos Católicos, por primera vez en la historia se reunieron los representantes de los variadísimos grupos raciales y culturales que constituyen la Iglesia en los Estados Unidos. Ciento cincuenta países de origen estuvieron representados por los 5000 asistentes, y prácticamente todo el arco iris racial y cultural del planeta.

Los tambores nativo-americanos y la banda de mariachi abrieron con gran impacto el evento. La ceremonia de la mezcla del agua –en la que los delegados vaciaron en una fuente común el agua que traían de su lugar de origen– fue acompañada por «espirituales negros»; y la contagiosa música latina –de «Mambo Combo»– arrastró a todas las razas a la pista de baile en la recepción de bienvenida.

En la gran misa jubilar del sábado se cantaron himnos en inglés, español, tagalo y latín; la segunda lectura fue en lengua apache y el Evangelio en chino mandarín, al tiempo que se traducía simultáneamente al inglés, español, coreano y vietnamita, sin faltar el lenguaje de señas para los sordomudos. Durante todo el evento se celebraron bellas ceremonias litúrgicas de muchos de los grupos étnicos participantes, como el rito penitencial tonga, la música «gospel» afroamericana, el rito coreano «Chusuk» dedicado a los espíritus de los antepasados, los cantos sagrados de la tradición celta, las oraciones a la Virgen Negra de Polonia y las fiestas patronales al estilo Filipinas. Y por supuesto los ritmos y tonos de la mestiza música latinoamericana estuvieron siempre presentes.

Fue sin duda una experiencia viva y actuante de los «Muchos rostros en la Casa de Dios» –lema central del evento–. Algunos consideran que en la Iglesia católica en Estados Unidos habrá un antes y un después de «Encuentro 2000». Si alguien es capaz de hacer un balance final de los resultados del acontecimiento es su organizador, monseñor Gabino Zavala, obispo auxiliar de Los Angeles y presidente del Comité para el Encuentro 2000.

— Una de las preocupaciones que se comentan entre los miembros de la comunidad hispana es cómo continuar este encuentro con los demás grupos étnicos y culturales, pero al mismo tiempo, cómo evitar que se diluya lo que es en sí el proceso de la pastoral hispana; que no quede perdida en un conglomerado indistinto de etnias, grupos y demás.

— Obispo Zavala: En primer lugar, creo que ya no pueden ser los Encuentros iguales que antes, porque hemos dado un nuevo paso, a una nueva visión. Pero lo que usted dice de la pastoral hispana es cierto, no debemos perder lo que hemos avanzado en nuestro proceso de pastoral hispana. Debemos abrirnos por completo a lo multicultural y al mismo tiempo reforzar lo hispano.

Por otro lado está la necesidad de asumir más liderato. Hemos trabajado bien con nuestra comunidad pero no hemos entrado en diálogo con las estructuras directivas de la Iglesia, para transformarlas y lograr que nosotros como comunidad hispana formemos parte integral de las estructuras de la Iglesia en este país. Hablando en concreto, en la cancillería de una diócesis se ven muchas oficinas, entre ellas la oficina de ministerio hispano, pero ¿qué intercambio, qué diálogo tenemos con los demás departamentos? ¿cómo podemos estar en la mesa donde se toman las decisiones? Esto es importante y creo que los agentes de la pastoral hispana tienen que tener más estrategia, más enfoque, organización y visión, de cómo van a entrar en ese diálogo con las estructuras que existen para efectuar esa transformación. Estamos haciendo un trabajo bueno y extenso, pero creo que nos hace falta darnos cuenta un poco más de lo que somos, de lo que es nuestra misión y cómo podemos tomar liderazgo en todo lo que se está haciendo en cada diócesis.

Lo que me gusta de este encuentro es que el pueblo hispano tomó la iniciativa y dijo vamos a invitar a los demás, porque uno de los dones que tenemos nosotros es el don de nuestro liderazgo y nuestra experiencia pastoral: esto es lo que tenemos que aprovechar un poco más.

— ¿Cuál sería nuestro punto débil como pastoral hispana? ¿Dónde tenemos que trabajar especialmente para superar estas limitaciones?

— Obispo Zavala: No podemos perder nuestra riqueza de lo que es propiamente hispano, nuestra espiritualidad, nuestra forma de manifestar y practicar nuestra fe, pero creo que el punto débil, donde debemos trabajar es en reconocer más todo lo que somos, no solamente tenerlo y decir «¡qué riqueza!» para nosotros, sino promover nuestro liderazgo.

— Por ejemplo, ¿qué podemos aprender nosotros específicamente de los anglos, de la experiencia dentro de la Iglesia de la comunidad anglosajona?

— Obispo Zavala: Podemos aprender estrategia y organización para llevar a cabo nuestra misión. La realidad es que trabajamos en organizaciones y estructuras que tienen mentalidad anglosajona. Entonces, si vamos a poder hacer cambios, tenemos que tratar de ver cómo podemos dialogar con esta mentalidad, para reconocer lo que somos y lo que es posible transformar y crear.

— Nuestra experiencia como pastoral hispana es la que ha llegado más lejos en términos de relacionar la fe con la solidaridad social. Sin embargo, hemos caído también en situaciones viciosas, reduciendo nuestra fe al aspecto sociológico o político ¿Cómo lograr ir mas allá en el terreno social sin cometer los mismos errores de sobrepolitización de nuestra pastoral como sucedió en décadas anteriores?

— Obispo Zavala: Lo que nos falta, para evitar eso, es integrar nuestra fe en todo lo que hacemos, en el ambiente social y político. Es decir, si no hay reflexión teológica de lo que estamos haciendo, y cómo lo estamos haciendo por nuestra fe, entonces todo se va a reducir a una cuestión meramente política o social. Tenemos que tener enfrente de nosotros la presencia del Señor, el hecho de nuestra fe, del Evangelio, y tratar de vivirlo en todo lo que hagamos. Lo que a veces nos falta es eso, después de acciones, después de cosas que pasan no nos reunimos para reflexionar en una forma teológica, para ver dónde está nuestra fe y dónde estuvo el Señor en lo que hicimos, o antes de hacer algo, reunirnos como comunidad de fe y prepararnos para eso.

— El temario de este encuentro lo indica muy claro.

— Obispo Zavala: Sí, en efecto, «Encuentro con Jesucristo», conversión, y en base a esa conversión viene una comunión sólida. Y la solidaridad es algo que emana de la comunión.
Ricardo Olvera, «Heraldo Católico»

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ZENIT Staff

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