El Gobierno chino estudia el «modelo vietnamita» para nombrar obispos

Afirma el obispo de Shangai

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 13 junio 2007 (ZENIT.org).-El obispo de Shangai, monseñor Aloysius Jin Luxian, afirmó que el Gobierno chino está estudiando el «modelo vietnamita» para el nombramientos de obispos, que permite al Vaticano y al Gobierno elegir juntos a los pastores.

En espera de la inminente publicación de la carta apostólica de Benedicto XVI a los católicos chinos, el obispo de Shangai ha querido intervenir francamente sobre las cuestiones abiertas que se tocarán en la epístola papal, en una larga entrevista concedida a la revista mensual internacional «30 Días».

Monseñor Aloysius Jin Luxian, cercano ya a los noventa años, ha pasado 18 en prisión y 9 en campos de reeducación.

El prelado declara que «los fieles de toda la Iglesia en China están esperando la carta pastoral del Papa» y que «no quieren que la Iglesia católica en China se separe del Papa, al contrario desprecian profundamente a las personas que traman la separación de la Iglesia en China».

Por esto el purpurado sostiene que «los llamados ‘ocho puntos’ emanados por la Congregación para la Evangelización de 1998 (aquellos que de hecho obstaculizaban la concelebración eucarística entre los sacerdotes de las comunidades clandestinas y los de las comunidades reconocidas por el gobierno, ndr.) ya no son útiles».

Las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y el Gobierno chino se rompieron cuando en 1951, dos años después de la llegada al poder de Mao Tse-Tung, fue expulsado el nuncio apostólico, el arzobispo Antonio Riberi.

El Gobierno chino permite la práctica religiosa en su país sólo con personal reconocido y en lugares registrados en la Oficina de Asuntos Religiosos y bajo el control de la Asociación Patriótica (AP), el organismo instituido por el régimen maoísta en 1957 con el fin de crear una Iglesia nacional independiente de la Sede Apostólica.

Por esto se habla de la diferencia entre una Iglesia «oficial» o «patriótica» y los fieles que tratan de sustraerse al citado control para obedecer directamente al Papa, formando la Iglesia «no oficial» o «clandestina».

Los últimos roces se originaron tras las tres ordenaciones episcopales ilegítimas (sin la aprobación del Papa) celebradas, por obra de la AP, en China en 2006, en Kunming (30 de abril), Anhui (2 de mayo) y Xuzhou (30 de noviembre).

Respecto al controvertido tema del nombramiento de los obispos, monseñor Jin explica que «la elección de los obispos corresponde a la Santa Sede, tal principio debe ser afirmado. Pero como el contexto político, histórico y económico varía según el país, la Santa Sede a menudo estrecha pactos concretos con los respectivos gobiernos».

«En el pasado –aclara el obispo jesuita– la Santa Sede estipuló tratados con la Italia de Mussolini y la España de Francisco Franco para resolver problemas similares. ¿Por qué debería ser imposible la solución de los mismos problemas, en manera análoga, incluso con el Gobierno chino?».

«Yo soy de la opinión de que se deben salvaguardar los principios, mientras que en su aplicación puede haber una cierta flexibilidad», declara el prelado que es reconocido tanto por la Sede Apostólica como por el Gobierno de Pekín.

«Los obispos sirven para garantizar la sucesión apostólica y la validez de los sacramentos, y no son los líderes políticos de una potencia extranjera –subraya–. Espero que también el Gobierno chino pueda comprender esta circunstancia y que se llegue a una solución a través del diálogo».

En este sentido, el prelado chino sugiere mirar al «modelo vietnamita»: «Se podría tomar Vietnam como ejemplo: el Vaticano propone dos candidatos y el Gobierno elige uno de los dos».

En esta perspectiva, el obispo revela un detalle elocuente: «Se dice que el Ministerio de Exteriores, el Ministerio del Frente Unido del Comité Central y la Oficina Nacional para Asuntos Religiosos han enviado una delegación a visitar al cardenal de Ho Chi Minh para comprender mejor con su ayuda la cuestión del nombramiento de los obispos de Vietnam».

Al aludir a las dificultades y a los fracasos registrados hasta ahora en la normalización de las relaciones entre el Vaticano y el Gobierno chino, monseñor Aloysius Jin Luxian relativiza la influencia del obstruccionismo que algunos observadores atribuyen a la Asociación Patriótica.

Hace notar monseñor Jin: «Quizá algunas personas de la Asociación Patriótica no quieren que se establezcan relaciones diplomáticas entre China y el Vaticano porque podrían perder poder. Pero yo personalmente considero que la Asociación Patriótica no puede intervenir en las decisiones políticas de China».

«Bastaría que alguna personalidad de alto nivel decidiera reanudar las relaciones con el Vaticano, y la Asociación Patriótica perdería toda posibilidad para interponer obstáculos», observa.

Sobre las relaciones con el Gobierno, el obispo de Shangai sostiene que «los hechos de los últimos decenios prueban que el actual es el mejor Gobierno en la historia de la China Popular. ¿Por qué los católicos que representan menos del 1% de la población deberían oponerse al Gobierno chino?».

Además, «el Gobierno chino es materialista, porque toma como parámetro el marxismo. La visión del Gobierno chino respecto a la religión difícilmente se puede liberar de tal influencia», y como si no bastara, «los cambios imprevistos en Europa del Este confirmaron las opiniones que el Gobierno chino tenía sobre el papel político desarrollado por la Iglesia católica».

«Yo pienso –concluye– que la realidad demostrará que el Vaticano no busca ningún objetivo político, y ante la realidad de los hechos el Gobierno chino podrá cambiar su actitud respecto al Vaticano».

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ZENIT Staff

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