El gobierno cubano desconoce qué es la Iglesia, denuncian los obispos

Difunden una Instrucción sobre «La presencia social de la Iglesia»

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LA HABANA, 11 septiembre 2003 (ZENIT.org).- Lejos de ser «aliada» o «enemiga» –noción que tiene el Estado cubano–, la Iglesia sólo puede concebirse «como un acontecimiento de Gracia» que hace imposible su equiparación con ningún otro elemento de la sociedad, afirman todos los obispos de Cuba.

«La presencia social de la Iglesia» es el tema que los prelados cubanos han considerado oportuno aclarar en el documento difundido el lunes pasado, festividad de la Virgen de la Caridad del Cobre –Patrona de Cuba–, tomando como punto de referencia la histórica visita de Juan Pablo II a la Isla en 1998.

En efecto, el llamamiento del Papa entonces –«Que Cuba se abra con todas sus magníficas posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba»– es considerado por los prelados como un «reclamo para que se dé internamente en nuestro pueblo una apertura que propicie el ejercicio y respeto de los derechos integrales del hombre».

«Estos años posteriores a la visita del Santo Padre han sido de crecimiento y de revitalización de la Iglesia en Cuba», reconocen.

Denuncia de la privación de derechos
Sin embargo, según los prelados, también se ha podido constatar, casi inmediatamente después de la visita del Papa, cómo comenzó en el país «un aparente proceso de revisión que no favorecía las aspiraciones de pluralismo, tolerancia y apertura», junto a una «franca involución en la apertura de la economía a la justa aspiración del pueblo».

Además, se ha retornado «al lenguaje y métodos propios de los primeros años de la Revolución en todo lo referente a la ideología».

«Nos preocupan de modo particular –denuncian los obispos en su Instrucción teológica-pastoral– el encarcelamiento y las altas condenas impuestas a un número considerable de opositores políticos, así como la aplicación de varias penas de muerte en juicios sumarios».

Son «acciones que, de momento, han cerrado el camino a la libertad de expresión y a la comprensión entre los cubanos», reconocen.

Por ello, piden «a las más altas autoridades del país un gesto de clemencia hacia estas personas que están en la cárcel, sobre todo considerando humanitariamente sus condiciones» de edad y salud.

El papel de la Iglesia
En este contexto, la presencia pública de la Iglesia y su servicio a la sociedad debe entenderse partiendo de su naturaleza y misión, puesto que las transformaciones sociales vividas en Cuba, «inspiradas por la ideología marxista-leninista», proyectan no pocos prejuicios y desconocimiento sobre la propia Iglesia.

La Iglesia «no es únicamente una realidad social, sino sobre todo un acontecimiento de Gracia»: «la resurrección de Jesús y el don del Espíritu Santo en Pentecostés constituyen a la Iglesia como una presencia santificadora y vivificadora», explica el documento.

Por eso, la Iglesia «por su origen, por su fin y por los medios propios de su quehacer pastoral, es diferente del Estado, diversa de la sociedad civil o de las asociaciones o grupos que constituyen la misma».

Su misión, confiada por Jesucristo, es anunciar el Evangelio, y lo «profético» en la Iglesia consiste precisamente en «valorar la realidad de acuerdo a las circunstancias concretas, según las intenciones y el estilo propios de Jesús.

Por ello, «la Iglesia tiene que anunciar, promover y defender la dignidad humana, la justicia social y todos los derechos del hombre, inseparables del Reino de Dios».

La misión de la Iglesia –explican los prelados cubanos– es religiosa: «no debe identificarse con ningún partido político ni parecerse a él; tampoco es una sociedad económico-financiera» de distribución de ayuda, ni una entidad asistencial, según aclarar.

Consiste en «ser proclamación de un Dios Padre Creador de los hombres, y de su proyecto de vida en plenitud para todos los seres humanos y para la creación entera, tal como se reveló en Jesucristo».

«Pero esta proclamación –subrayan los obispos cubanos– incide necesariamente en la organización social y política donde se juega la vida de los seres humanos» porque «es al mismo tiempo el signo y la salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana».

Por todo ello, los obispos cubanos consideran que «para el adecuado desarrollo de la persona humana, se debe favorecer el ejercicio de la libertad, las relaciones fraternas y la búsqueda de lo que trasciende al ser humano».

Aunque la misión de la Iglesia no es política, «sus obispos y sus instituciones juegan un papel social». En este sentido, «la independencia necesaria a la acción pastoral de la Iglesia no puede concebirse como una renuncia al diálogo y a los contactos institucionales con las autoridades de la sociedad», se lee en el documento.

«Los obispos de Cuba reiteramos que la misión encomendada por Cristo a la Iglesia no es de orden político ni está inspirada en la preocupación por lograr una presencia pública que funcione con la lógica del poder –continúa el texto–. Es importante dejar bien sentado este punto, cuando unos esperan de la Iglesia que sea un partido de oposición y otros que se deje domesticar por el régimen político vigente».

La libertad religiosa y reconciliación: metas propuestas
La situación de la libertad religiosa en Cuba, según denuncian sus Pastores, sigue reduciéndose simplemente al culto, cuando el auténtico «respeto a la libertad religiosa incluye que se facilite la participación social de los cristianos en la vida sindical, profesional y política, con la posibilidad de propagar y proponer a otros libremente su fe y la ética cristiana con sus implicaciones sociales».

Y es que, por su misma naturaleza –según explican los prelados a lo largo de su Instrucción–, «la comunidad de discípulos de Jesucristo requiere una presencia pública en la sociedad».

No se trata sólo de que la Iglesia tenga una existencia social y jurídicamente reconocida, «sino de que su presencia en la sociedad sea evangélicamente significativa».

A tal efecto, «el respeto a la libertad religiosa implica, entre otros, el reconocimiento del derecho de la Iglesia a construir templos, que se facilite la entrada al país de sacerdotes y religiosas que quieren ayudar en la obra de la evangelización, que la Iglesia pueda disponer del libre y normal acceso a los medios de comunicación y la natural presencia de la Iglesia en el campo educativo».

Además, la Instrucción contiene un anuncio final: puesto que la Iglesia, «por su propia vocación y en fidelidad a su misión, debe trabajar por la reconciliación», «los obispos cubanos nos hemos propuesto desarrollar una pastoral de la reconciliación destinada a sanar las heridas históricas que hay en nuestro pueblo», incluidos los cubanos en el exilio.

El texto íntegro de la Instrucción teológico-pastoral «La presencia social de la Iglesia», de los obispos de Cuba, puede consultarse en la página web del periódico de la archidiócesis de Miami La Voz Católica.

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ZENIT Staff

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