El hedonismo y el consumismo asfixian muchas vocaciones en los jóvenes

Mensaje de Juan Pablo II a los cartujos en el IX centenario de san Bruno

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CIUDAD DEL VATICANO, 16 mayo 2001 (ZENIT.org).- El clima de hedonismo y de deseo de posesión asfixia en muchos jóvenes la generosidad. Lo afirma Juan Pablo II en un mensaje enviado a los cartujos con ocasión del IX centenario de la muerte de su fundador, san Bruno.

«Nuestra cultura contemporánea, marcada por un fuerte sentimiento hedonista, por el deseo de posesión y un cierto concepto erróneo de la libertad –aclara el pontífice–, no facilita la expresión de la generosidad de los jóvenes que quieren consagrar su vida a Cristo, deseando marchar por el camino de una vida de amor oblativo, de servicio concreto y generoso».

Por este motivo, el obispo de Roma, en su misiva enviada al padre Marcellin D. Theewes, prior de La Grande-Chartreuse, ministro general de la Orden de los Cartujos, y a todos los miembros de esta orden, confiesa: «pido ardientemente al Señor que haga resonar en el corazón de numerosos jóvenes la llamada a dejar todo para seguir a Cristo pobre, por el camino exigente pero liberador de la vida cartuja».

San Bruno fue el fundador de la Cartuja. Nació alrededor del año 1035 en Colonia (Alemania). Tras estudiar en París, se ordenó sacerdote y enseñó Teología en Reims. Movido a llevar una vida de mayor penitencia, austeridad y soledad, fundó un monasterio eremítico. Marchó a Italia llamado por el Papa Urbano II con quien colaboró en el gobierno de la Iglesia. Murió en Squillace (Calabria) donde fundó otro monasterio, en el año 1101.

En su mensaje, el pontífice recuerda por último que «la vocación a la oración y a la contemplación, que caracteriza a la vida cartuja, muestra particularmente que sólo Cristo puede aportar una plenitud de sentido y de alegría a la esperanza humana».

Tras hacer hincapié en la «sencillez de vida», que caracteriza a la familia cartuja, el Santo Padre afirma: «La búsqueda de Dios en la contemplación no se puede separar del amor a los hermanos, amor que nos hace reconocer el rostro de Cristo en el más pobre de entre los hombres. La contemplación de Cristo vivida en la caridad fraterna es el camino más seguro para la fecundidad de toda vida».

Hoy en día, la familia religiosa de los cartujos se compone de cerca de 450 monjes y monjas que llevan una vida solitaria en el corazón de la Iglesia, e incluye 24 casas distribuídas en tres continentes, viviendo la misma vocación contemplativa.

Como todos los monjes, los cartujos consagran su vida entera a la oración, para trabajar por su salvación y por la de toda la Iglesia. Esta orden contemplativa se apoya de manera particular sobre tres elementos: la soledad; cierta combinación de vida solitaria y de vida comunitaria; la liturgia cartujana.

Más información en http://www.chartreux.org.

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ZENIT Staff

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