El hermano Pedro, primer santo de Guatemala y Tenerife

Misionero y laico, fue pionero de la educación y asistencia hospitalaria

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CIUDAD DEL VATICANO, 8 julio 2001 (ZENIT.org).- El 7 de julio pasará a la historia de la Iglesia en Guatemala y las Islas Canarias, pues en ese día la Santa Sede, en presencia de Juan Pablo II, promulgó el decreto de reconocimiento de un milagro que abre las puertas de la santidad al beato Hermano Pedro de San José de Betancurt.

El futuro santo, que nació en Vilaflor, Diócesis de Tenerife, el 18 de septiembre de 1626, se fue a los 24 años como misionero laico, a Guatemala. Al pisar esa tierra, como recordó al Papa en la ceremonia de promulgación del decreto, el cardenal José Saraiva Martins, el hermano Pedro dijo: «Aquí quiero vivir y morir».

Una grave enfermedad puso a este miembro de la orden terciaria de San Francisco en contacto directo con los más pobres y desheredados de Guatemala. Recuperada inesperadamente la salud, se hizo apóstol de los cautivos y protector de los indios, sometidos a trabajos inhumanos, de los emigrantes y de los niños huérfanos y abandonados a los qua dedicó especial atención, construyendo escuelas para educarlos convenientemente con criterios calificados todavía hoy como pioneros.

Viendo las necesidades de los enfermos pobres, expulsados de los hospitales, fundó el primer hospital para convalecientes en el mundo.

Abrió también un oratorio, al que llamó «La casa de Nuestra Señora de Belén». Esta semilla se convertiría después en la orden religiosa «Bethlemita», que hoy recoge su herencia espiritual.

Falleció el 25 de abril de 1667 a la edad de 41 años. Juan Pablo II le beatificó en 1980.

«Fue un misionero incansable y un educador apasionado y genial, que inventó un propio método de enseñanza, en el que utilizaba el canto, el juego, la danza», recordó el cardenal Saraiva Martins ante el Papa.

Juan Pablo II puso al futuro beato como modelo para la nueva evangelización en un discurso pronunciado a los Obispos del Consejo Episcopal Latinoamericano (12 de Octubre de 1984).

El 7 de julio, Juan Pablo II firmó también un decreto que reconoce un milagro atribuido a la intercesión de la religiosa española María Pilar Izquierdo Albero (1906-1945), fundadora de la Obra Misionera de Jesús y María, lo que abre las puertas a su beatificación.

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ZENIT Staff

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