«El hombre está creado a imagen de Dios, pero no es Dios»; recuerda un teólogo del Vaticano

El padre Di Noia habla del nuevo documento de la Comisión Teológica Internacional

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 4 octubre 2004 (ZENIT.org).- Un nuevo documento sobre antropología redactado por la Comisión Teológica Internacional –que preside el cardenal Joseph Ratzinger– aporta la base para debatir temas tan actuales como la evolución, la ética del medio ambiente y la bioética.

El hecho de que los desarrollos tecnológicos hayan dado una mayor capacidad de dominar y usar las fuerzas de la naturaleza, pero a la vez hayan tenido consecuencias imprevisibles y a veces irrefrenables para la persona y el medio ambiente, ha suscitado esta reflexión.

Bajo el título «Comunión y Servicio: la persona humana creada a imagen de Dios», el documento afronta temas ligados al desarrollo de las ciencias y de las tecnologías, como la clonación humana, la investigación en embriones o la eutanasia y el aborto.

«El tema tradicional de la “imago Dei” [imagen de Dios, ndr.] tiene estos dos elementos», «comunión y servicio», explica el padre Augustine Di Noia –subsecretario de la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe– aludiendo a los contenidos del nuevo documento ante los micrófonos de «Radio Vaticana».

Respecto al primer elemento, «estar creado a imagen de Dios significa sobre todo estar creado como persona, como criatura con la capacidad de conocer y de amar a Dios y a los otros», explica el sacerdote dominico.

«Esta similitud radical de la persona humana con Dios es el fundamento de la posibilidad de comunión con el Dios Uno y Trino y con las demás personas», recalca.

En cuanto al segundo elemento, «estar creado a imagen de Dios significa tener un puesto singular en el universo: participar en el gobierno divino de la creación visible»; en la tradición católica –puntualiza– significa «ejercer el servicio en nombre de Dios, o bien compartir en cierto sentido el dominio del Creador».

De acuerdo con el teólogo, «al afrontar estos dos temas, el documento examina los principales elementos de la teología del “imago Dei” (la unidad entre cuerpo y alma, diferencia e igualdad entre los sexos, comunidad humana, pecado y salvación, transformación en imagen de Cristo)».

«Ello constituye la base teológica para una discusión de una gama de temas actuales: creación “ex nihilo”, la evolución, la ética ambientalista y la bioética», resalta el sacerdote estadounidense.

En este último campo, «las actuales técnicas ofrecen al hombre de hoy no sólo nuevas y más eficaces terapias para las distintas enfermedades, sino también la posibilidad de manipularse a sí mismo», aclara.

De ahí que el nuevo documento de la Comisión Teológica Internacional afirme –siguiendo al religioso– «que el ejercicio de un servicio responsable en el campo de la bioética exige una profunda reflexión moral sobre la gama de técnicas que pueden tener efectos sobre la integridad biológica del hombre».

Y es que «nuestra identidad ontológica, de criaturas hechas a imagen de Dios, impone ciertos límites sobre nuestra capacidad de disponer de nosotros mismos»; igual que la soberanía, «que es nuestra, no existe sin límites», subraya el teólogo dominico.

«Ejercitamos una soberanía participada en el mundo creado, y finalmente tendremos que rendir cuentas de nuestro servicio ante el Señor del Universo –reconoce–. El hombre está creado a imagen de Dios, pero no es Dios».

Este «servicio entendido como participación por parte de los hombres en el señorío divino y siempre sujeto a éste» también permite aproximarse al medio ambiente adecuadamente.

En cuanto a la tesis del evolucionismo, el documento la considera partiendo del hecho de que «de la nada Dios llama a las criaturas a la existencia y después las llama al amor, a amar»: «he aquí la verdad fundamental de la creación del universo y de la creación de los seres humanos», prosigue el padre Di Noia.

«Los estudios científicos nos dan una explicación cada vez más compleja y articulada de los orígenes del universo», y «la teología católica acoge con aprecio tales estudios y, como ha dicho el Santo Padre, acepta ciertamente los resultados», pero «es importante que las ciencias naturales no vayan más allá de su competencia», alerta.

Porque «ocurre a veces –constata– que las diferentes teorías del evolucionismo suscitan hipótesis totalmente materialistas y naturalistas acerca del universo y el origen de los seres humanos, excluyendo el papel de la Providencia Divina».

Se trata de «tipos de pensamiento» que «revelan una profunda ignorancia de la finura de la de la filosofía y de la teología católica –lamenta el padre Di Noia–, las cuales desde siempre tienen el conocimiento de que Dios es la causa no sólo de la existencia misma, sino también de todas las causas».

«Según la teología católica –pero sin pronunciarse sobre los méritos científicos de las distintas teorías–, el poder creador de Dios puede comprender varios procesos de evolución para construir el universo como Él lo entiende», concluye.

La Comisión Teológica internacional fue creada por Pablo VI en 1969, tras una petición en este sentido de la I Asamblea General del Sínodo de los Obispos. Su objetivo es ayudar a la Santa Sede y particularmente a la Congregación para la Doctrina de la Fe, en cuyo organigrama se inserta, en el examen de las cuestiones doctrinales de mayor importancia.

Juan Pablo II promulgó los estatutos definitivos de esta institución en 1982, en los que se prevé que el presidente de la Comisión Teológica Internacional sea el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

La asamblea está celebrando su asamblea plenaria en Roma del 4 al 8 de octubre.

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ZENIT Staff

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