El juicio de Dios, esperanza del creyente; según Juan Pablo II

Dios «es justicia, pero sobre todo amor», recuerda

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 26 mayo 2004 (ZENIT.org).- El juicio de Dios no debe ser motivo de miedo, sino de esperanza para el creyente, advierte Juan Pablo II.

«Él es juez, sí, pero también salvador; condena el mal, pero recompensa la fidelidad; es justicia, pero sobre todo amor», afirmó en la audiencia general de este miércoles.

Ante más de quince mil peregrinos que disfrutaban de una mañana primaveral en la plaza de San Pedro, el pontífice comentó el cántico que presenta el Apocalipsis en los capítulos 11 y 12, en el que se eleva una acción de gracias por el justo juicio divino.

«En esta oración se siente palpitar el corazón de los justos que esperan la venida del Señor para que haga más luminosas las vicisitudes humanas, con frecuencia sumergidas en las tinieblas del pecado, de la injusticia, de la mentira y de la violencia», constató el pontífice.

Se trata de un canto, que el libro de la Revelación pone en los labios de veinticuatro ancianos de la corte celestial, en representación de todos los justos de la Antigua y de la Nueva Alianza; un himno que posiblemente ya era utilizado en la asambleas litúrgicas de la Iglesia de los orígenes.

Constituye un acto de adoración al «Dios soberano del mundo y de la historia, dispuesto a instaurar su reino de justicia, de amor y de verdad», señaló el obispo de Roma.

En el cántico, que tiene lugar en pleno «duelo entre el bien y el mal», «de repente resuena una voz celestial que anuncia la derrota del «Acusador»», Satán, debida a «la sangre del Cordero» , «la pasión y la muerte de Cristo redentor».

«A su victoria se le asocian el testimonio del martirio de los cristianos –dijo por último el Santo Padre–. Se da una partición en la obra redentora del Cordero por parte de los fieles» que no dudaron en despreciar su vida ante la muerte.

El pontífice concluyó recordando las últimas palabras del mártir san Policarpo de Esmirna, uno de los obispos más famosos de la Iglesia primitiva (según fuentes históricas vivió entre los años 70 y 155 aproximadamente) antes de ser quemado en la hoguera y que comienzan con las mismas palabras del cántico.

«¡Te bendigo porque te has complacido en hacerme vivir estos momentos en que voy a ocupar un sitio entre tus mártires y a participar del cáliz de tu Cristo, antes de resucitar en alma y cuerpo para siempre en la inmortalidad del Espíritu Santo!», afirma la oración del obispo en la narración de su martirio que se presentó en una carta de la Iglesia de Esmirna a una comunidad cristiana en el año 156.

Con esta catequesis, en la que habló en once idiomas, el pontífice continuó con la serie de salmos y cánticos que se encuentran en la liturgia de las Vísperas, la oración de la Iglesia al anochecer. Pueden consultarse en la sección «Audiencia del miércoles» de la página web de Zenit (www.zenit.org).

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ZENIT Staff

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