El materialismo, «eterna tentación»; constata Benedicto XVI

Al comentar en la audiencia general la segunda parte del Salmo 134

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 5 octubre 2005 (ZENIT.org).- El materialismo es la «eterna tentación» del ser humano que pone su esperanza «en la riqueza, en el poder, en el éxito», constató Benedicto XVI en la audiencia general de este miércoles.

El pontífice dedicó su meditación a comentar la segunda parte del Salmo 134 (13-21), «Sólo Dios es grande y eterno», en el que se confrontan dos visiones religiosas diferentes: la del Dios que ama y la del ídolo creado por el mismo hombre.

En esta mañana soleada, 50.000 personas llenaron la plaza de San Pedro confirmando una tendencia: desde la elección del nuevo Papa aumenta constantemente el número de peregrinos que llegan al Vaticano para escuchar sus palabras, superando incluso las cifras del pontificado de Juan Pablo II.

El Dios «vivo y personal» «está en el centro de la auténtica fe», constató Benedicto XVI. «Su presencia es eficaz y salvífica, el Señor no es una realidad inmóvil y ausente, sino una persona viva que «guía» a sus fieles, se «compadece» de ellos, apoyándoles con la potencia de su amor».

En el lado opuesto, explicó, se encuentra la «idolatría», «expresión de de una religiosidad desviada y engañosa».

«Del hecho –indicó el Santo Padre–, el ídolo no es más que «hechura de manos humanas», un producto de deseos humanos; es por tanto incapaz de superar los límites de la criatura. Ciertamente tiene una forma humana con boca, ojos, oídos, garganta, pero es inerte, no tiene vida, como sucede precisamente como una estatua inanimada».

«El destino de quien adora a estas realidades muertas es el de hacerse semejante a ellas, impotente, frágil, inerte», alertó el obispo de Roma.

Presentó de este modo «la eterna tentación del hombre de buscar la salvación en la «obra de sus manos», poniendo su esperanza en la riqueza, en el poder, en el éxito, en la materia».

El pontífice, junto al salmo del Antiguo Testamento, presentó la liturgia como «el lugar privilegiado para la escucha de la Palabra divina que hace presentes los actos salvíficos del Señor».

«Es también el ámbito desde el que se eleva la oración comunitaria que celebra el amor divino», afirmó.

«Dios y hombre se encuentran en un abrazo de salvación, que encuentra su cumplimiento precisamente en la celebración litúrgica», concluyó.

Con esta meditación, Benedicto XVI ha continuado con la serie de comentarios a los salmos y cánticos de la Biblia que había comenzado Juan Pablo II y que puede consultarse en la sección «Audiencia del miércoles» de la página web de Zenit www.zenit.org.

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ZENIT Staff

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