El matrimonio no lo ha inventado la Iglesia (I)

Entrevista con Robert George, profesor de Princeton

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PRINCETON, New Jersey, viernes, 7 abril 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI explicó este jueves que el matrimonio «no es una invención de la Iglesia», sino una forma de vida que forma parte de la naturaleza humana desde su misma creación.

A esta misma conclusión ha llegado una investigación interdisciplinar de investigadores que se acaba de publicar con el libro «El sentido del matrimonio: familia, estado, mercado y moral» (Spence), editado por Robert P. George y Jean Bethke Elshtain.

George es profesor de jurisprudencia y director del programa James Madison in American Ideals and Institutions en la Universidad de Princeton, y es miembro del Consejo de Bioética del presidente George Bush.

En esta entrevista, George comparte con Zenit algunos de los argumentos presentados en el libro, según los cuales el matrimonio es un «bien intrínseco». La segunda parte de la entrevista se publicará en el mismo servicio de hoy.

–¿Qué les ha impulsado a reunir estos ensayos sobre el significado del matrimonio? ¿Qué tiene de especial esta recopilación?

–George: Estos ensayos son importantes porque demuestran que el matrimonio no es un tema sectario o incluso de natura meramente religiosa.

Por el contrario, los ensayos demuestran la importancia pública del matrimonio y nuestra capacidad, como personas racionales, de entender el sentido, el valor y el significado del matrimonio sin invocar o recurrir a revelaciones especiales o a tradiciones religiosas.

El pasado diciembre, Jean Bethke Elshtain y yo hemos convocado una conferencia de tres días, con el apoyo del Witherspoon Institute, que reunió a estudiosos de primer orden de varias disciplinas académicas – historia, ética, economía, derecho y política pública, filosofía, sociología, psiquiatría, ciencias políticas – para discutir sobre el matrimonio.

Los estudiosos presentaron cada uno una contribución a nuestra comprensión del matrimonio desde su propia disciplina, y cada una de las disciplinas ofreció reflexiones profundas sobre la importancia del matrimonio tanto para los individuos como para la nación.

Las exposiciones no invocaron la revelación, la autoridad religiosa o el razonamiento sectario. Han representado lo mejor de aquello que se ha denominado «razón pública».

Y las conclusiones de cada uno en la conferencia fueron: a) el matrimonio es importante; b) el matrimonio está en crisis; y c) podríamos enfrentarnos a la virtual abolición del matrimonio si se sigue el camino del «matrimonio» del mismo sexo.

El profesor Elshtain de la Universidad de Chicago y yo decidimos recopilar estos ensayos en un libro porque la información y los argumentos que tuvimos la fortuna de escuchar en la conferencia es necesario que se difundan en toda nuestra nación. A todo norteamericano que le importe la sociedad civil, el bienestar de los niños y la situación del matrimonio en nuestra cultura, necesita conocer las conclusiones científicas recogidas en este volumen.

Actualmente se desarrolla un debate público sobre el matrimonio, pero con mucha frecuencia se ha reducido sólo a escaramuzas verbales sobre el «matrimonio» del mismo sexo.

Nuestro proyecto intentó evitar esta trampa, para examinar toda la serie de problemas sociales que emergen del debate del matrimonio: la ausencia del padre, la cohabitación, el divorcio, los hijos crecidos fuera del matrimonio, etc.

Aunque no puedo mencionar cada capítulo del libro, hay tres ensayos particulares escritos desde la perspectiva de las ciencias sociales que mencionaré.

Don Browning de la Universidad de Chicago y Elizabeth Marquardt – autora de «World’s Apart» («Mundos aparte»)– tienen un ensayo fascinante, «¿Qué pasa con los niños? Advertencias liberales sobre el matrimonio del mismo sexo» («What About the Children? Liberal Cautions on Same-Sex Marriage»)

Maggie Gallagher, presidente del Institute for Marriage and Public Policy, tiene un brillante ensayo titulado «¿Cómo protege el matrimonio el bienestar del niño?» («How Does Marriage Protect Child Well-Being?»)

W. Bradford Wilcox, profesor adjunto de sociología en la Universidad de Virginia, concluye el libro con una reflexión sobre el impacto del matrimonio sobre quienes menos ingresos tienen en la sociedad.

Otros ensayos incluyen un argumento sobre cómo la aceptación del «matrimonio» del mismo sexo borraría la validez de los principios en base a los cuales rechazamos la poligamia y el poliamor, es decir, las multiplicidad de relaciones sexuales estables; otro trata sobre cómo el «no-fault divorce», el «divorcio sin culpa» – el divorcio unilateral – ha debilitado el matrimonio como institución, y cómo las lecciones aprendidas de nuestro error al abrazarlo deberían hacernos ser más cautelosos a la hora de considerar cambios incluso más radicales; y otros relativos a la importancia del matrimonio para el bienestar legal, político y económico de nuestra sociedad.

Cuando hace una generación se comenzó a discutir sobre el «divorcio sin culpa», pocos ponían en duda que si se hubiera consentido a Adán divorciarse fácilmente de Eva esto no habría tenido si no efectos positivos sobre el matrimonio y la sociedad en su conjunto.

Retrospectivamente podemos ver cómo la introducción del divorcio «sin culpa» alteró a peor – la comprensión que tenía la gente del significado del matrimonio, con consecuencias sociales profundamente dañinas.

Esta experiencia debería volvernos escépticos ante la idea de que podamos reconocer la relación de Adán y Steve como una «matrimonio» sin erosionar más la correcta comprensión de lo que significa y es verdaderamente el matrimonio.

–Pasando a su aportación personal, un capítulo sobre filosofía práctica y matrimonio: «¿Qué quiere decir en su ensayo cuando afirma que el matrimonio es un «bien intrínseco»?

–George: Quiero decir que el matrimonio es mucho más que un medio para lograr fines extrínsecos a él.

El valor del matrimonio no es meramente instrumental. El matrimonio es un bien humano básico – un aspecto irreducible del bienestar y de la plena realización de un hombre y una mujer que se unen como esposos.

Cuando uno entiende correctamente el matrimonio como la unión permanente y exclusiva entre esposos sexualmente complementarios cuya condivisión fiel, amorosa y comprehensiva de la vida se funda sobre la unión de los cuerpos en «una sola carne», se entiende que el matrimonio constituye por sí mismo un motivo para su validez, y que su valor no depende por tanto de otros objetivos para lo que es un mero instrumento.

Al unirse un hombre y una mujer, en todos los niveles de su ser – el biológico, el emocional, el de caracteres, el racional, el espiritual – el matrimonio se convierte en una elección racionalmente válida como fin en sí mismo.

Así como el elemento fundamental de la amistad no esponsal es la amistad en sí misma, y otros fines a los deba la amistad ser útil como medio, el elemento fundamental del matrimonio es el matrimonio en sí mismo.

–Usted observa que gran parte de la confusión sobre el sexo y el matrimonio en nuestra cultura encuentra sus raíces en el pensamiento del filósofo escocés del siglo XVIII, David Hume. ¿Cómo puede ser así?

–George: No quiero cargar con toda la culpa al pobre David Hume.

Como apuntaba en mi capítulo de «The Meaning of Marriage», Hume mismo abrigaba más bien puntos de vista conservadores sobre el matrimonio, reconociéndolo como una institución social profundamente importante, que necesita y merece apoyo y protección de las instituciones de la sociedad y de los usos y costumbres de las personas.

El problema no está en lo que Hume enseñaba sobre el matrimonio; está en lo que Hume enseñaba sobre la razón práctica
y la verdad moral.

Como ya he dicho, una comprensión correcta del matrimonio lo reconoce como un bien intrínseco o como, siguiendo a Germain Grisez, lo he llamado, un bien humano básico – algo que las personas tienen motivos para elegir precisamente porque captan su valor como un aspecto irreducible del bienestar y realización humanas.

Pero Hume enseñan que no hay bienes humanos básicos, que no existen razones otras razones que las instrumentales para actuar. Más bien, supone Hume, nuestros fines nos vienen dados por factores de motivación subnacionales, como el sentimiento, el deseo, la emoción – lo que Hume llamaba «las pasiones».

Se reduce a la razón a un papel meramente instrumental en el dominio de la deliberación, la elección y la acción. La razón no puede identificar lo que es deseable y por tanto digno de elección; su papel, según la opinión de Hume sobre el tema, se reduce a identificar los medios eficaces por los que podemos alcanzar cualquier fin que se nos ocurra desear.

En palabras de Hume, «la razón es, y sólo debe ser, la esclava de las pasiones, y no debe reivindicar ninguna otra función sino la de servirlas y obedecerlas».

En la medida en que las enseñanzas de Hume han sido aceptadas, sea formal o implícitamente, por los hombres y mujeres contemporáneos, les ha llevado a adoptar una forma de subjetivismo – en ocasiones llamado «la falta de cognitivismo moral» – que amenaza una recta comprensión del matrimonio y de otros bienes humanos básicos.

Esto resulta especialmente nocivo en el caso del matrimonio, puesto que el matrimonio es un bien del que sólo pueden participar plenamente aquellos que, aunque sea implícitamente, lo comprenden correctamente. Su capacidad de enriquecer nuestras vidas como esposos – y, cuando el matrimonio se ve bendecido con hijo, como padres – depende mucho de nuestra comprensión de él y de que captemos que su valor es mayor que el meramente instrumental.

[La segunda parte de esta entrevista se publicará este domingo]

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ZENIT Staff

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