El milagro que llevó a la canonización de la madre Gertrude Comensoli

Vasco Richini, el niño que despertó de un coma vegetal

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AGNOSINE, martes 21 de abril de 2009 (ZENIT.org).- Eran las 12,20 de la noche entre 2 y el 3 de octubre de 2001, cuando sonó el teléfono de la hermana Bianca Pasinetti, miembro de la comunidad del Santísimo Sacramento: «Hermana, estamos todos aquí, Vasco nos está dejando, haga algo porque no quiero que Vasco muera».

Estas fueron las palabras de Ettore Richini. Su hijo de 4 años, quien asistía a la escuela materna de las hermanas del Santísimo Sacramento, había sido internado en el hospital con una fuerte meningitis. La familia Richini vive en Agnosine, una pequeña población de casi dos mil habitantes ubicada la provincia de Brescia, en el norte de Italia.

Rita, la madre del pequeño regresó de su trabajo en la tarde del 29 de septiembre de 2001. Vio que Vasco tenía un poco de fiebre. No parecía nada alarmante. Fueron pasando las horas y la fiebre comenzó a subir, por lo que decidieron llevarlo al hospital.

«Después de un cuarto de hora que el niño había sido hospitalizado, descubrieron que tenía meningitis. Nos hicieron varias preguntas. Cayó en coma, los riñones ya no le funcionaban», asegura Rita.

Luego, el pequeño tuvo un fuerte ataque. «Descubrimos que era una meningitis H. Influenzae, una bacteria muy agresiva que generalmente no se contrae, es un caso entre un millón, no se sabe todavía cómo la contrajo», testimonia Rita.

Cuando la hermana Bianca recibió la llamada de Ettore, le prometió sus oraciones y las de su comunidad por la salud del pequeño. Mientras tanto los médicos le decían a Rita que lo mejor era desconectarlo, que si Vasco sobrevivía quedaría como un vegetal.

«Manténgalo en vida el mayor tiempo posible», fue la respuesta de Rita.

Ettore recordó lo que sintió en este momento: «Una tristeza, impotencia de ver el hijo que se está yendo y tú no puedes hacer absolutamente nada. Pienso que es la cosa más dura que he podido probar».

«No había nada de bueno, tenía una lesión cerebral, una taquicardia que oscilaba en 27, tenía manchas moradas en todo el cuerpo», testimonia la madre de Vasco.

Fue entonces cuando la hermana Bianca decidió llevarle una reliquia de la beata Gertrude Comensoli (1847-1903), fundadora de la comunidad de las hermanas del Santísimo Sacramento, nacida en Bienno, una población ubicada cerca de Agnosine.

«No logrará la reanimación de Vasco pero al menos les hago ver que estamos rezando», pensaba la religiosa, quien entró en la habitación del pequeño paciente y le puso la reliquia bajo su cabeza.

«Me quedé con Rita, rezamos, ella estaba verdaderamente desesperada, al ver al niño así», dice la hermana Bianca. Llamó a sus hermanas de  comunidad para pedir que rezaran también por Vasco.

Las religiosas fueron pasando la voz a la gente y así comenzaron a llegar a la parroquia centenares de personas para orar por el pequeño.

Gaia, la hermana de Vasco, tenía entonces 14 años, fue también orar, sin saber que las hermanas habían convocado a este momento de oración: «Fui a la Iglesia a rezar por mi cuenta, en momentos así no sabes a qué agarrarte. Encontré la Iglesia llena de gente», testimonia la joven.

«Cuando terminó la oración la gente no se iba para su casa. Se quedaban a rezar. Algo así yo nunca lo había visto», recuerda la hermana Bianca. Y fue de esta manera como esta religiosa comenzó a rezar junto con sus hermanas la novena a la madre Gertrude.

Días después, en medio de la agonía de Vasco, una doctora del hospital saludó a los padres efusivamente, algo que les pareció extraño a ambos, porque una hora antes, el niño seguía en coma.

«Vasco está fuera de peligro», les dijo. «Ha sido una curación inexplicable», aseguró Rita.

Vasco, quien hoy tiene casi doce años, cuenta que no recuerda nada de su enfermedad, pero sí se acuerda del momento en que despertó: «Miré las sábanas, miré a mi alrededor. Dije: ‘¿qué hago aquí?’. Entones dije: ‘Mamá, tráeme mi ropa que yo quiero irme a casa’. Ella estaba muy feliz, casi lloraba y me abrazaba», testimonia el menor.

Pronto el pequeño regresó a la escuela, donde contaba lo que le había ocurrido a las religiosas del Santísimo Sacramento y a sus compañeros: «Cuando yo estaba en el hospital, la Madre Gertrude pasó sin dejarse ver de los médicos, no dejaba entrar a nadie, entró, se paró cerca de mi cama».

Hoy, Rita no deja de sorprenderse con lo que ocurrió hace casi ocho años. Ella, aunque tenía fe, no era una mujer muy practicante. «No sé cómo fue posible, me hago muchas preguntas, no sé por qué Dios nos ha escogido a nosotros. ¡Qué lección!», afirma.

«Ciertamente es un milagro y no es fácil porque te pide cambiar. De todas maneras también aquí el Señor ama a todos, no mira si uno es practicante o no practicante, el Señor ha venido por todos», dice la hermana Bianca.

Este domingo la familia asistirá a la canonización de Gertrude Comensoli en la Plaza de San Pedro. En acción de gracias por la intercesión para la curación de Vasco y por haberles aumentado el don de la fe.

«Yo perdí a mi mamá un año después de este suceso. Pienso que si hubiera muerto antes de que ocurriera esto, lo habría tomado de otra manera. Ahora no tengo miedo ni siquiera de la muerte porque esto forma parte de la vida», concluye Rita.

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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