El ministerio del Papa, confirmar la unidad de la Iglesia; según Juan Pablo II

En la fiesta litúrgica de la Cátedra de san Pedro

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 22 febrero 2004 (ZENIT.org).- El ministerio del obispo de Roma consiste en garantizar la unidad de la fe de la Iglesia universal, afirmó Juan Pablo II este domingo.

Al encontrarse con varios miles de fieles con motivo de la oración mariana del «Angelus», el pontífice comentó en su alocución el significado de la fiesta litúrgica del día, la Cátedra de san Pedro.

Esta festividad, indicó, «subraya el singular ministerio, confiado por el Señor al jefe de los apóstoles de confirmar y guiar a la Iglesia en la unidad de la fe».

«Consiste en esto el «ministerio petrino», ese servicio peculiar que el obispo de Roma está llamado a ofrecer a todo el pueblo cristiano –subrayó–. Misión indispensable que no se basa en prerrogativas humanas, sino en el mismo Cristo, como piedra angular de la comunidad eclesial».

Por este motivo, pidió oraciones para que «la Iglesia, en la variedad de las culturas, de los idiomas y de las tradiciones, crezca y profese unánimemente las verdades de fe y de moral transmitidas por los apóstoles».

La cátedra, a la que hace referencia este día, recuerda literalmente el trono o la sede del sumo pontífice y de los obispos. Es colocada permanente en la iglesia madre de la diócesis, que por este motivo recibe el nombre de «catedral».

Es el símbolo de la autoridad del obispo y de su magisterio ordinario en la Iglesia local.

En el ábside de la basílica vaticana se encuentra el célebre monumento de bronce realizado por Gian Lorenzo Bernini en el que en 1666 se introdujo para ser conservada la reliquia de la que era considerada como la cátedra del apóstol Pedro.

En el número 95 de su encíclica Ut unum sint (25 de mayo de 1995), con el objetivo de superar divisiones entre Iglesias y comunidades cristianas en la interpretación del «ministerio petrino», Juan Pablo II propone a pastores y teólogos «encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva».

Para ello, en el número 96, lanzó «un diálogo fraterno, paciente», que está en curso, «en el que podríamos escucharnos más allá de estériles polémicas, teniendo presente sólo la voluntad de Cristo para su Iglesia».

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ZENIT Staff

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