El mismo Cristo de los pobres está en la Eucaristía, explica el padre Nicolas Buttet (II)

En el marco de su participación en el Congreso Eucarístico Internacional en Quebec

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ROMA, miércoles, 18 junio 2008 (ZENIT.org).- El mismo Cristo que está presente en los pobres y enfermos es el que está presente en la Eucaristía, explica en la segunda parte de esta entrevista concedida a Zenit el padreNicolas Buttet, fundador de la Fraternidad » Eucharistein«, quien interino este martes en el Congreso Eucarístico Internacional, en Québec, Canadá.

El padre Buttet, antes de fundar la  Fraternidad «Eucharistein«, fue ordenado sacerdote tras varios años de vida eremítica. Antes de entrar al seminario, estaba viviendo un exitosa carrera política entre los demócratas cristianois en su país, Suiza.

La primera parte de esta entrevista fue publicada por Zenit est martes, 17 de junio de 2008.

–¿Puede relatarnos cómo ha descubierto la importancia de la Eucaristía ?

–P. Nicolas Buttet : Hace una veintena de años, estaba haciendo unas prácticas como abogado y estaba empeñado en las múltiples actividades políticas como diputado en un parlamento cantonal en Suiza y como secretario de un grupo parlamentario nacional. Estaba pues afrontando más bien las grandes cuestiones de la sociedad que los problemas personales, familiares y sociales. Me ocupaba especialmente, en el marco de mi actividad en el bufete de abogados, de un joven que había violado y quemado a siete niños. Este contacto entre esta realidad tan dolorosa y mi fe suscitaba en mi corazón un grito : «¡Si ya no hay amor, el mundo no podrá continuar! Decidí entonces experimentar este amor más de cerca pasando mis vacaciones de Navidad en el Cotolengo, en Turín, una institución que acoge a personas afectadas por muy graves minusvalías físicas y mentales.

Me acuerdo de mi llegada a la casa: Había salido del parlamento suizo y desembarcaba –ignorante y pobre– en el mundo –nuevo para mí– de nuestros hermanos y hermanas minusválidos. Me zambullí directamente en la realidad del lugar porque, poco después de mi llegada, con un hermano religioso, pasamos dos horas lavando a 18 enfermos que se habían ensuciado desde la cabeza a los pies. Tras las primeras reacciones a los olores y… ¡a los colores ! me sentí cogido por esta palabra de Cristo que se hacía carne ¡y qué carne! esa noche : «Todo lo que hiciste al más pequeño de los míos a mí lo hiciste» (Mateo 25). Tras haber terminado de lavar a estos hermanos minusválidos, hacia medianoche, bajé a la capilla donde el Santo Sacramento estaba expuesto día y noche. Para mí, este fue el choque, la certidumbre de su presencia real, corporal. Descubría al mismo tiempo la presencia de Jesús arriba, en las camas, en la persona de mis hermanos enfermos y esta presencia radiante de Jesús sobre el altar, en el Santo Sacramento. Jesús estaba allí tanto bajo la apariencia del hermano y bajo la apariencia del pan. El mismo y único Jesús.

Esta certidumbre no me ha abandonado desde aquella fecha, incluso si es todavía –desgraciadamente– y lo digo con el corazón contrito, balbuciente y sembrado de tantas incoherencias en cuanto al ejercicio del amor. Me consuelo citando a san Claudio de la Colombière que decía : «¡Y decir que he llegado a tan poco, después de más de diez mil comuniones!».

–¿Puede decirnos algunas palabras sobre la Fraternidad «Eucharistein«, que usted ha fundado. ¿Cuál es su principal carisma ?

–P. Nicolas Buttet : Nuestra pequeña comunidad es de inspiración franciscana por su estilo de vida pobre y cercano a la naturaleza : construimos o reparamos las casas nosotros mismos, desarrollamos la agricultura y la silvicultura. Estamos desde luego arraigados en la vida eucarística. Es el corazón de nuestra vida y de nuestra vocación. Tenemos sobre todo, en nuestras casas, la adoración diaria de 5 de la mañana a las 22 horas y dos o tres noches por semana. También hemos lanzado, con laicos y la autorización del obispo, la adoración perpetua en Friburgo, Suiza : las 24 horas, los 7 días de la semana.

El inspirador de nuestra vida eucarística es san Pedro Julián Eymard, un gran profeta de la eucaristía del siglo XIX. Decía : «He reflexionado a menudo sobre los remedios a esta indiferencia universal que se apodera de una manera temible de tantos católicos y sólo encuentro uno: la Eucaristía, el amor de Jesús eucarístico. La pérdida de fe viene de la pérdida del amor». En otra ocasión, decía : «Ahora, hay que ponerse a la obra, salvar a las almas por la divina Eucaristía y despertar a Francia y a Europa adormecidas en un sueño de indiferencia porque no conocen ya el don de Dios, Jesús, el Enmanuel eucarístico. Esta es la antorcha de amor que hay que llevar a las almas tibias, y que se creen piadosas y no lo son ya porque no han situado su centro y su vida en Jesús eucarístico».

Acogemos también a jóvenes en dificultad. Nos inspiramos para ello en la beata Teresa de Calcuta, en esta relación entre el sacramento del altar y el sacramento del hermano. Ahí experimentamos casi clínicamente, me atrevo a decir, la fuerza y la potencia de reconstrucción y de gracia de Jesús en su Sacramento de amor.

Por último, tenemos misiones particulares, parroquias, hombres políticos y hombres de negocios, animación espiritual del instituto Philanthropos… Y desde luego nuestro inspirador en esta misión de ser todo para todos es san Francisco de Sales

Por Gisèle Plantec, traducido del francés por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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