CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 30 junio 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II recordó en la audiencia general de este miércoles que la unidad de la Iglesia tiene necesidad del servicio de comunión del obispo de Roma.
Fue la conclusión en la intervención que dirigió a unos 13.000 peregrinos, que soportaron durante horas un abrasador calor en la plaza de San Pedro, al día siguiente de la celebración de la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, en la que en este año ha participado en Roma el patriarca ecuménico ortodoxo Bartolomé I.
En su catequesis el Santo Padre reflexionó sobre el significado de la imposición del «palio» que Juan Pablo II entregó en la misa de ese día a cuarenta y cuatro arzobispos metropolitanos nombrados en el último año.
Se trata de una tradición que se remonta al siglo IX, y que busca ser «testimonio de comunión con el obispo de Roma», recalcó.
El palio, que el sumo pontífice lleva en todas las celebraciones solemnes y los metropolitanos en circunstancias particulares, es una estola de lana blanca que se lleva alrededor del cuello.
«Expresa el principio fundamental de comunión, que da forma a la vida eclesial en cada uno de sus aspectos», explicó el sucesor del apóstol Pedro en la sede de la ciudad eterna.
«Recuerda que esta comunión es orgánica y jerárquica; manifiesta que la Iglesia, para ser una, tiene necesidad del peculiar servicio de la Iglesia de Roma y de su obispo, cabeza del colegio episcopal», indicó.
Además, añadió, el palio es también signo «de la catolicidad de la Iglesia», que «ha sido enviada por Cristo para anunciar el Evangelio a todas las naciones y para servir a toda la humanidad».
En la misa de la solemne celebración eucarística del día anterior, ante Bartolomé I, el Papa había dedicado el pasaje final de la homilía a meditar en este servicio de comunión del obispo de Roma en todo el colegio episcopal.
