El obispo «maestro de la fe»; insiste el Sínodo

Primeras conclusiones de los grupos de trabajo

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CIUDAD DEL VATICANO, 17 octubre 2001 (ZENIT.org).- El obispo «maestro de la fe» es, junto a la cuestión de la colegialidad, una de las cuestiones que más atención está suscitando en las discusiones del Sínodo que se celebra en Roma este mes de octubre.

El tema fue afrontado desde diferentes puntos de vista por los relatores de los grupos de trabajo lingüísticos (en total son doce), que el martes por la tarde ilustraron ante la asamblea general sus primeras conclusiones, perfilando así los temas predominantes de la cumbre eclesial.

El grupo «Francófono A», cuyo relator es monseñor Jean-Claude Makaya Loembe, obispo de Pointe-Noire (República del Congo), explicó que: «Aunque el obispo debe intervenir en las cuestiones éticas para enunciar un cierto número de preceptos morales, el centro viviente de su anuncio tiene que ser la Palabra de Dios. Debe presentar al Hijo de Dios encarnado en la historia del mundo (sobre todo en los países en los que está presente el Islam) y destacar el aspecto dramático y liberador de la fe en Jesús, insistiendo en el Cristo muerto y resucitado».

El grupo «Hispánico C», cuyo relator es monseñor Carlos Aguiar Retes, obispo de Texcoco (México) precisó que: «En su función profética, el obispo debe tener en cuenta la adhesión personal del creyente a la Persona de Cristo que debe suscitar la fe y la aceptación de su contenido. En este sentido, debe tener en cuenta la particular cultura de su grey, para anunciar el Evangelio en términos actuales y asequibles».

«Asimismo –propone este grupo hispano de trabajo del Sínodo–, hay que predicar un Dios que no es estático, sino que nos ha prometido la salvación: en esa promesa radica nuestra esperanza».

«En la civilización actual –siguió refiriendo monseñor Aguiar Retes en nombre de su equipo– prevalece una cultura que privilegia la autonomía, el relativismo, la inmanencia y la autosuficiencia. De frente a esta situación, hay que proponer el kerigma cristiano con todo su peso de verdad revelada del cual el obispo es maestro auténtico por la autoridad recibida de Cristo, en su diócesis en comunión con Pedro».

El grupo «Italiano B», cuyo portavoz es monseñor Cosmo Francesco Ruppi, arzobispo de Lecce (Italia), explicó ante la asamblea que «el obispo, se ha dicho, debe ser «doctor de la verdad» y por esto, debe anunciar, en su totalidad, la doctrina de Jesús y de la Iglesia, con la conciencia de que Jesús, el único Salvador y Señor, nos guía hacia el pleno conocimiento de Dios y de la vida de gracia».

Para alcanzar este objetivo, este grupo italiano insistió en que el sucesor de los apóstoles debe estar «siempre en el camino de la santidad» y convertirse «en auténtico maestro de oración y guía espiritual. Por este motivo, debe reflejar humildad y pobreza, fe, esperanza y caridad, ofreciendo a la grey, como modelo, su vida misma y su servicio apostólico».

Monseñor John Olorunfemi Onaiyekan, presidente de la Conferencia Episcopal de Nigeria, representando al grupo «Inglés C», afirmó: «Entre las verdades de fe que exigen una atención especial por parte del obispo cuando ejerce su ministerio magisterial, hemos identificado la doctrina de Jesús como único salvador del mundo, de la Iglesia como parte necesaria del plan de salvación de Dios y del ecumenismo adecuadamente comprendido».

«En el campo de la moralidad cristiana –siguió diciendo este grupo de habla inglesa–, debemos subrayar la doctrina social de la Iglesia, la enseñanza sobre el matrimonio y la familia y la ética del comportamiento sexual responsable».

Las relaciones de este martes por la tarde concluyeron con la exposición del grupo «Hispano A», cuyo relator fue monseñor Héctor Miguel Cabrejos Vidarte, arzobispo de Trujillo y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Peruana, quien subrayó: «El punto fundamental en el que el obispo debe insistir para ejercer su magisterio, es la persona de Jesús, su obediencia al Padre y su centralidad salvífica. Él es el que despierta a la vida y de su seguimiento nace la moral cristiana. Que se predique a Cristo, su cruz y su resurrección, como primer anuncio, frente a un mundo secularizado y hedonista».

Este grupo insistió, por tanto, «en la formación permanente del obispo, espiritual, teológica, pastoral y en otros campos del saber, porque hay grandes progresos en la ciencia que ofrecen nuevas perspectivas, a la vez que originan dudas en la moral cristiana».

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ZENIT Staff

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