El oro de la nueva economía: las patentes y el acceso a la información

Debate entre los derechos de las empresas y el bien común

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WASHINGTON, 11 mayo 2002 (ZENIT.org).- La edad de la información trae su propia clase de desequilibrios en el bienestar.

“En nuestra época, en particular, existe otra forma de propiedad que se ha convertido en no menos importante que la tierra: la posesión de los conocimientos técnicos, de la tecnología y de la habilidad” escribe Juan Pablo II en la encíclica “Centessimus Annus”, n. 32. “El bienestar de las naciones industrializadas se basa más en esta clase de propiedad que en los recursos naturales”.

En los años que han pasado desde que apareció la encíclica en 1991, la propiedad intelectual se ha convertido de manera creciente en la clave para la creación de riqueza. Esto ha llevado a conflictos para marcar la línea entre derechos de la propiedad intelectual, con frecuencia en forma de patentes, y la posibilidad de compartir esta información de manera que todos sean capaces de beneficiarse de avances importantes.

Tales batallas legales no son nada nuevo en el campo de la cultura pop. En un reportaje del New York Times del 1 de abril, se describían las redadas de la policía en México que confiscaron CDS de música pirateada. México es ahora el tercer mercado en importancia de música pirata, tras China y Rusia.

El año pasado, 302 redadas descubrieron más de 17,1 millones de copias ilegales, en ese país. Se confiscaron otros 10 millones en los tres primeros meses de este año. Un reciente estudio de mercado, hecho en México, estima que se vendieron 73 millones de discos pirateados en el 2001, mientras que tan sólo se vendieron legalmente 57 millones.

Piratear música es cada vez más común vía Internet, informaba el New York Times el 17 de abril. La victoria legal de la industria discográfica contra Napster el año pasado no ha puesto fin al problema. Existe una nueva generación de sitios de música libre, como Kazaa, Grokster y Morpheus.

La industria del cine se encuentra ante la misma situación. Unas 350.000 películas se están sacando libremente de Internet cada día, informaba el Christian Science Monitor el 12 de abril.

La Asociación de Cine de Estados Unidos afirma que la industria ya ha sufrido unas pérdidas de más de 3.000 millones de dólares al año por la venta ilegal de cintas de vídeo. Y se espera que el número de películas digitales que se bajan libremente de Internet cada día alcance el millón a final de año.

Acuerdos alcanzados
Pero los derechos de propiedad van más allá de la industria del entretenimiento. Las naciones, miembros de la Convención sobre Biodiversidad, tuvieron un encuentro a mediados de abril para discutir qué hacer con los productos desarrollados a partir de plantas encontradas en países en vías de desarrollo. (La convención surgió como resultado de la así llamada Cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro).

El tema afecta, en particular, a las zonas tropicales, que son ricas en vida vegetal todavía por explorar. Los países en vías de desarrollo temen perder los derechos de las medicinas creadas con substancias halladas en las plantas medicinales. Tras largas negociaciones, los 182 países participantes en la VI Convención sobre Biodiversidad en La Haya presentaron un plan para solucionar el problema, informaba el periódico inglés The Guardian el 18 de abril.

Según los puntos de acuerdo, los investigadores y las compañías pagarán a los gobiernos una parte de los beneficios y derechos obtenidos de las medicinas y otros productos, desarrollados a partir del material genético encontrado en plantas. Por su parte, los países en vías de desarrollo abrirán recursos que hasta ahora habían estado cerrados a la investigación.

Se han logrado también progresos en cuanto a la información genética del arroz, una parte central de la dieta en muchos países. Una firma suiza, Syngenta, decidió hacer públicos sus datos sobre el genoma del arroz, de manera que los científicos puedan usar esta información para intentar desarrollar nuevas cepas de arroz, que beneficiarán a los países pobres, informaba el 28 de marzo Associated Press.

Se han levantado protestas, sin embargo, sobre el modo en cómo estarán disponibles estos datos sobre el arroz. El acuerdo, hecho con la revista Science, difiere de acuerdos anteriores, según los cuales, los datos de esta clase se sumaban a un depósito internacional, conocido como Genbank.

Syngenta decidió no actuar así, puesto que deseaba evitar que otras compañías utilizaran el material con fines comerciales. De esta manera habrá libre acceso a la información por parte de gobiernos y estudiosos, pero las compañías de la competencia deberán pagar por el derecho a usar la información.

Veinte de los principales genetistas escribieron a Science expresando sus quejas por su acuerdo con Syngenta, informó el periódico británico Independent el 18 de marzo. En su carta, los científicos hablaban de “la necesidad absoluta para la investigación sobre el genoma, de tener todos los datos publicados accesibles en un único lugar”.

La importancia de lograr acuerdos, que permitan transferir este tipo de datos a los países más pobres, fue subrayada por un reportaje que demostraba el dominio de Estados Unidos de la economía mundial del conocimiento, aparecido en el Financial Times del 23 de marzo.

Cuarenta y cinco de las 50 mejores regiones del mundo en cuanto a cúmulo de conocimientos están en Estados Unidos, según un informe de Robert Huggins Associates, una base de datos privada británica. El informe clasificaba cada región de acuerdo a su “competitividad de conocimientos”, definida como habilidad para crear nuevas ideas así como para explotar su valor económico.

Conflictos en los países ricos
Los países pobres no están solos a la hora de afrontar los problemas de compartir la información médica. Una declaración, ante la Comisión Comercial Federal y el Departamento de Justicia de Estados Unidos, hacía referencia a las dificultades que los investigadores médicos afrontan dentro de Estados Unidos, informaba el San Francisco Chornicle del 25 de marzo.

Una representante legal de Affymetrix Corporation declaró que las patentes genéticas están obstaculizando el progreso médico y los Estados Unidos deberían suprimirlas. “No deberían concederse patentes sobre las secuencias de genes. Fueron inventadas por la naturaleza”, afirmaba Barbara Caulfield, consejera general de la compañía en Santa Clara, California.

Las audiencias de los dos organismos oficiales norteamericanos estudian si las patentes están sofocando la competencia más que impulsando la innovación en las industrias basadas en el conocimiento, como la biotecnología. El San Francisco Chronicle observaba que, hace dos años, unas declaraciones del presidente Bill Clinton y del primer ministro británico Tony Blair hicieron que las acciones de biotecnología se derrumbaran, al sugerir que los datos genéticos del ser humano deberían ser de libre disposición.

En la otra cara de la moneda, Lila Feisee, directora de la Organización de la Industria Biotecnológica para la ley de la propiedad intelectual, afirmaba que gracias a las patentes genéticas, los Estados Unidos tienen más de 1.200 empresas de biotecnología, 130 medicamentos biotecnológicos y vacunas en el mercado y 350 en desarrollo. “No tendríamos nada si estas patentes genéticas obstruyeran el progreso en vez de promoverlo”, afirmaba.

Las patentes de la industria farmacéutica también afrontan desafíos. Un grupo bipartito, compuesto por 10 gobernadores de estados norteamericanos, ha sumado sus fuerzas para luchar en contra de que se alargue el tiempo de caducidad de las patentes de algunos provechosos medicamentos de la industria farmacéutica, informaba el Wall Street Journal el 19 de marzo. Los gobernadores respaldan a una coalición de empresarios y asociaciones, llama
da Business for Affordable Medicine.

Como Juan Pablo II observaba en la “Centessimus Annus”, el nuevo estilo de la economía de producción y de la creación de riqueza pone de relieve una verdad que la Iglesia siempre ha mantenido: la importancia como recurso de la persona humana. Al trabajar con los demás, podemos crear “comunidades de trabajo cada vez más amplias y seguras para llevar a cabo la transformación del ambiente natural y la del mismo ambiente humano” (No. 32). .

El Papa continúa precisando la importancia de compartir el conocimiento necesario para producir riqueza en una economía moderna, de manera que todos tengan la oportunidad de progresar. Al mismo tiempo, la Iglesia defiende también el derecho a la propiedad privada.

Decidir cuándo y dónde debería dejar paso la propiedad privada al conocimiento hecho público pondrá a prueba las patentes (y la paciencia).

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ZENIT Staff

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