El padre Cantalamessa aclara su meditación del Viernes Santo

¿Un paso atrás o adelante en el diálogo judeocristiano?

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CIUDAD DEL VATICANO, martes 18 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha enviado a ZENIT el padre Raniero Cantalamessa, ofmcap, predicador de la Casa Pontificia, en el que aclara las intenciones de su meditación del Viernes Santo que suscitó polémicas en algunos ambientes.

 

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Pasado el clamor suscitado por mi predicación del Viernes Santo en San Pedro, en presencia del Papa, quisiera aclarar cuáles eran mis intenciones al pronunciar las frases incriminadas en la homilía, para que el incidente no dañe al diálogo judeocristiano, sino que lo anime y también para mostrar que la reacción del mundo judío no ha sido la misma en todas partes.

Aprovechando el hecho de que este año, la Pascua judía caía la misma semana que la Pascua cristiana, había decidido hacer llegar a los judíos un saludo de parte de los cristianos, precisamente en el contexto del Viernes Santo, que ha sido siempre, para ellos, ocasión de comprensible sufrimiento. Tanto más cuando el tema central de la predicación era contra la violencia y, de ésta, el pueblo judío tiene mucha experiencia a lo largo de los siglos. Ya en el pasado, por lo demás, en 1998, en una coincidencia análoga entre la Pascua judía y la Pascua cristiana, había dedicado toda la predicación a aclarar las raíces del antisemitismo cristiano, uniéndome a la petición de perdón, lanzada en aquel tiempo al mundo judío por el Papa Juan Pablo II. La prensa, incluida la judía, se hizo amplio eco de ese discurso.

Pocos días antes del Viernes Santo, me llegó la carta de un amigo judío italiano (¡la carta existe verdaderamente, no es una ficción literaria mía!); él comparaba a ciertos aspectos del antisemitismo los continuos ataques a la Iglesia y al Papa, en particular el uso del estereotipo y el paso de la responsabilidad individual y a la colectiva en el caso de la pedofilia del clero. Decidí entonces, con el consenso del interesado, citarla en la predicación porque me parecía un gesto de gran nobleza por parte de un judío, un gesto que, consideré, habría animado a los cristianos a hacer lo mismo, en circunstancias similares, con el pueblo judío.

Ni yo ni mi amigo judío pensábamos lo más mínimo en la Shoá, sino en el antisemitismo como actitud cultural, que es más antiguo y más difundido que la Shoá. El antisemitismo, por ejemplo, del asunto Dreyfus, o el que consiste en hacer recaer sobre todo el pueblo judío, incluso el actual, la responsabilidad de la muerte de Cristo, caso típico de paso de la responsabilidad personal a la culpa colectiva. .

Así entendida, la comparación no me parecía tan absurda como se ha querido hacer creer. Pocas semanas antes, un periodista laico, Ernesto Galli della Loggia, en la primera página del Corriere della sera, había denunciado la difusión, en la cultura moderna, de un verdadero y auténtico «anticristianismo». Son muchos, por otra parte, los que piensan que más que por amor y piedad hacia las víctimas de la pedofilia, la campaña de los medios de comunicación se deba a la voluntad de poner de rodillas a la Iglesia. Algo que recuerda el Ecrasez l’infame de Voltaire. El antiguo alcalde de Nueva York, Ed Koch, en un artículo del The Jerusalem Post, escribió: «Creo que los continuos ataques por parte de los medios de comunicación a la Iglesia católica y al Papa Benedicto XVI se han convertido en manifestaciones de anticatolicismo. La serie de artículos sobre los mismos acontecimientos no ha tenido, en mi opinión, el objetivo de informar, sino simplemente de castigar».

Esto no significa en absoluto callar o subestimar la gravedad de los casos de pedofilia del clero. En esa misma homilía hablaba, aunque no era el tema principal del discurso, de la «violencia sobre los niños en la que se han manchado desgraciadamente no pocos miembros del clero». En una predicación en la Casa Pontificia del Adviento de 2006 había incluso propuesto convocar un día de ayuno y penitencia para expresar solidaridad a las víctimas de la pedofilia, una propuesta que tuvo mucho eco en la prensa.

¿Cómo se ha podido por tanto, de estas premisas bienintencionadas, desencadenarse una tempestad mediática de las proporciones que conocemos? Lo explicó un rabino judío, una semana después del incidente, en el diario más difundido de Israel, The Jerusalem Post (11.04.2010), en un artículo titulado «Somos malos oyentes». Vale la pena resumir algunos párrafos porque muestran cómo, bien entendida, mi predicación no constituye un paso atrás en el diálogo entre judíos y cristianos, sino un paso adelante.

Debo pensar, escribe el rabino Alon Goshen Gottstein, que ningún portavoz judío que ha criticado la afirmación del predicador ha leído su homilía. «Muy probablemente han reaccionado ante un periodista que pedía un comentario sobre una frase determinada, y han dado una respuesta basándose en dicha frase. Los periodistas, extrapolando una cita de un texto más amplio, fijan los términos del problema, los portavoces judíos responden, de ahí nace una noticia, se crea un escándalo…»

«Una mirada a lo que el predicador franciscano dijo realmente cuenta una historia distinta, en la que lo menos que se puede decir es que disipa la impresión negativa generada por las frases que han dado titulares a los periódicos. La homilía del Viernes Santo ha sido durante siglos el momento más temido por los judíos. Tras haber escuchado esa homilía, la muchedumbre salía por las calles y los judíos temían por su vida. Las representaciones teatrales de la Pasión del Viernes Santo eran fuente constante de violencia contra los judíos… Con estos precedentes, sorprende notar lo que el padre Cantalamessa hizo en esta ocasión. Él usa este momento en la basílica de San Pedro, en presencia del Papa, para augurar ¡»Feliz fiesta de Pascua» a los judíos! Pero el predicador no se detiene aquí: nos saluda a nosotros, los judíos, con palabras tomadas de la Mishna, citadas en la Hagadda, el más popular de los textos judíos. Pensar en los judíos como hermanos en la fe durante la liturgia papal del Viernes Santo es el fruto de décadas de trabajo en el campo de las relaciones judeocristianas. Que esto haya podido ser dicho así naturalmente y casi por casualidad, ésta es la verdadera noticia…

«No hemos captado esto porque hemos visto sólo la comparación entre los violentos ataques contra la Iglesia y los perpetrados con los judíos. Y también en este caso hemos omitido escuchar por entero la voz del judío citado por el padre franciscano. «Sólo hay una respuesta apropiada a todo esto: reconocimiento del significado sereno y profundo de cuanto ha sucedido y decir: ¡Gracias, padre Cantalamessa!».

«El padre Cantalamessa ha pedido las debidas excusas, pero también nosotros debemos expresar nuestras excusas por haber dejado de escuchar el mensaje como fue pronunciado, por haber permitido a los medios de comunicación crear una falsa historia, ignorando la verdadera. La batalla contra las presentaciones selectivas y superficiales de nuestro mensaje religioso es una batalla común, en la cual las voces de las personas pensantes de todas las religiones deben colaborar. «El tema de la homilía del predicador era contra la violencia. Estos últimos hechos nos han mostrado que también la mala escucha puede ser fuente de violencia».

A la voz del rabino de Jerusalén se unió la de Guido Guastalla, asesor de la comunidad judía de Livorno, en un artículo publicado por Cultura cattolica y resumido en L’Osservatore Romano del 19 de abril de 2010. A causa de mi predicación, una parte de la opinión pública y de la prensa italiana promovió, en los días después de la Pascua, una campaña para suspender la licenciatura Honoris Causa en Ciencias de la Comunicación que la Universidad de Macerata había decretado conferirme. Fue de nuevo una judía, la prof
esora de biología Marisa Levi, cuyo padre perdió la facultad de enseñar en tiempos del fascismo, la que me defendió. En una carta de apoyo al Rector, observaba: «El hecho de que hubiesen sido escritas por un judío hacía mucho más significativas esas palabras de solidaridad al Papa, citadas por el padre Cantalamessa. Más allá de este caso específico, estoy muy preocupada por un sistema de información que, a partir de palabras clave elegidas a propósito y separadas del contexto, las difunde con rapidez extrema, sin saber qué dijo verdaderamente esa persona».

Espero que esta nota sirva para tranquilizar a tantos lectores míos u oyentes desperdigados por el mundo, desconcertados por lo que han leído o escuchado en los medios de comunicación, y sobre todo para convencer a los amigos judíos de que mis sentimientos hacia ellos no han cambiado y de que tienen, en el predicador de la Casa Pontificia, un promotor, no un enemigo del diálogo con ellos.

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ZENIT Staff

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