El «padre de la probeta»: La fecundación artificial, un negocio

MILAN, 22 agosto (ZENIT.org).- La noticia ha recibido hoy amplio eco en el periódico italiano «Avvenire»: el «padre de la probeta», el británico Robert Winston ha dado parcialmente marcha atrás. El profesor, pionero de los años sesenta de los experimentos de fecundación artificial, declara que estas técnicas se hacen hoy día sin que se indague su necesidad y utilidad para la pareja que experimenta un problema de infertilidad.

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Con la consecuencia, sostiene el profesor Winston en las declaraciones reproducidas por el diario católico italiano, de que los médicos ya no investigan sobre la manera en que se puede curar la infertilidad o esterilidad. En el fondo, Winston deja comprender que este fenómeno se da pues estas técnicas constituyen un gran negocio: cada intervención, recuerda el pionero de los bebés probeta, se efectúa fuera del servicio sanitario británico y cuesta más de tres mil dólares.

A raíz de las declaraciones de Robert Winston, «Avvenire» ha hecho una propia investigación para comprobar si sus acusaciones son apoyadas por otros médicos y científicos.

«Es verdad –responde el profesor Salvatore Mancuso, director del Instituto de Ginecología de la Universidad Católica de Roma–, nos sucede a menudo ver a mujeres frustradas por numerosos fracasos, que sometidas a un correcto diagnóstico, logran concebir de modo natural, sin necesidad de los laboratorios de los ginecólogos».

La importancia de una cuidadosa y profundizada indagación es subrayada por Claudio Brigante, responsable del centro de Fisiopatología de la Reproducción del Hospital San Rafael de Milán: «Todo lo que ha denunciado Winston se verifica también en Italia. A menudo es más fácil indicar la fecundación asistida, incluso porque la solicita la misma pareja, y se hace difícil para los médicos rechazar sus deseos. Se ha creado un atomatismo en pacientes y médicos. Hay que recordar que lo que da los mejores resultados es un correcto recorrido diagnóstico y terapéutico».

«Las investigaciones del mismo profesor Winston –explica Mancuso– han probado que la microcirujía que reconstruye las trompas a veces lleva a resultados mucho mejores de cuanto hubiera sido posible con la fecundación
artificial, donde el embrión es literalmente «arrojado» en el útero y las probabilidades de que se implante no superan el 15%».

Existen por tanto áreas muy importantes a investigar: «Sabemos muy poco sobre las condiciones que favorecen el embarazo a su inicio, sobre el habitat que el embrión encuentra naturalmente y sobre cómo comunica con el cuerpo de la madre –añade el director del Instituto de Ginecología de la Universidad Católica de Roma–. También de esto se ocupará el congreso que tendremos en el Vaticano del 6 al 10 de septiembre sobre el tema «En los albores de la vida»».

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ZENIT Staff

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