El Papa a evangélicos: potenciar lo común sin ceder a la secularización

En su discurso a los representantes del Consejo de la “Iglesia evangélica en Alemania”

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ERFURT, viernes 22 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Lo más necesario para el ecumenismo hoy es que los cristianos no pierdan lo grande que tienen en común presionados por la secularización, afirmó Benedicto XVI este mediodía al dirigirse a los representantes del Consejo de la “Iglesia evangélica en Alemania”.

El Papa mantuvo un encuentro privado con ellos en la sala capitular del ex convento de los agustinos de la ciudad alemana de Erfurt donde Lutero inició su camino teológico.

“Lo más necesario para el ecumenismo es sobre todo que, presionados por la secularización, no perdamos casi inadvertidamente las grandes cosas que tenemos en común, aquellas que de por sí nos hacen cristianos y que tenemos como don y tarea”, advirtió.

El Papa identificó de dos grandes riesgos que amenazan la comunión lograda entre los cristianos en las últimas décadas: el de una nueva forma de cristianismo de gran difusión pero poco estable y “a veces preocupante en sus formas”, y el de adulterar la fe cediendo a la secularización para intentar ser modernos.

Respecto al primer desafío, el Papa explicó que “en los últimos tiempos, la geografía del cristianismo ha cambiado profundamente y sigue cambiando todavía”.

“Ante una nueva forma de cristianismo, que se difunde con un inmenso dinamismo misionero, a veces preocupante en sus formas, las Iglesias confesionales históricas se quedan frecuentemente perplejas”, constató.

“Es un cristianismo de escasa densidad institucional, con poco bagaje racional, menos aún dogmático, y con poca estabilidad”, explicó.

Este “fenómeno mundial”, destacó, “nos sitúa nuevamente ante la pregunta sobre qué es lo que permanece siempre válido y qué pueda o deba cambiarse ante la cuestión de nuestra opción fundamental en la fe”.

Respecto al segundo riesgo, referente al “contexto del mundo secularizado en el cual debemos vivir y dar testimonio hoy de nuestra fe”, planteó: “¿Acaso es necesario ceder a la presión de la secularización, llegar a ser modernos adulterando la fe?”.

La fe, fuerza del ecumenismo

“Naturalmente, la fe tiene que ser nuevamente pensada y, sobre todo, vivida, hoy de modo nuevo, para que se convierta en algo que pertenece al presente –señaló-. Ahora bien, a ello no ayuda su adulteración, sino vivirla íntegramente en nuestro hoy”.

“Esto es una tarea ecuménica central –añadió-. En esto debemos ayudarnos mutuamente, a creer cada vez más viva y profundamente”.

En este sentido, destacó que “no serán las tácticas las que nos salven, las que salven el cristianismo, sino una fe pensada y vivida de un modo nuevo, mediante la cual Cristo, y con Él, el Dios viviente, entre en nuestro mundo”.

“Como los mártires de la época nazista propiciaron nuestro acercamiento recíproco, suscitando la primera apertura ecuménica, del mismo modo también hoy la fe, vivida a partir de lo íntimo de nosotros mismos, en un mundo secularizado, será la fuerza ecuménica más poderosa que nos congregará, guiándonos a la unidad en el único Señor”, afirmó.

Benedicto XVI también abordó en su encuentro con los evangélicos una cuestión relacionada con la justificación del hombre: las consecuencias negativas de las faltas humanas, el poder del mal.

Preguntas sobre el mal

“Si hoy se cree aún en un más allá y en un juicio de Dios, en la práctica, casi todos presuponemos que Dios deba ser generoso y, al final, en su misericordia, no tendrá en cuenta nuestras pequeñas faltas –dijo-. Pero, ¿son verdaderamente tan pequeñas nuestras faltas?”

Y planteó entonces diversas preguntas sobre el mal en cada persona y sus consecuencias: “¿Acaso no se destruye el mundo a causa de la corrupción de los grandes, pero también de los pequeños, que sólo piensan en su propio beneficio?”.

“¿No se destruye a causa del poder de la droga que se nutre, por una parte, del ansia de vida y de dinero, y por otra, de la avidez de placer de quienes son adictos a ella?”, planteó.

“¿Acaso no está amenazado por la creciente tendencia a la violencia que se enmascara a menudo con la apariencia de una religiosidad?”, continuó.

“Si fuese más vivo en nosotros el amor de Dios, y a partir de Él, el amor por el prójimo, por las creaturas de Dios, por los hombres, ¿podrían el hambre y la pobreza devastar zonas enteras del mundo?”, añadió.

“Las preguntas en ese sentido podrían continuar –constató-. No, el mal no es una nimiedad”.

Benedicto XVI propuso claramente cómo combatirlo al afirmar que el mal “no podría ser tan poderoso si nosotros pusiéramos a Dios realmente en el centro de nuestra vida”.

Momento emocionante”

En la segunda jornada de la visita del Papa a Alemania, Benedicto XVI celebró la misa en privado en la nunciatura de Berlín a las siete y cuarto de la mañana.

Después de celebrar su encuentro con los representantes de la comunidad musulmana, viajó en avión hasta Erfurt, a cuyo aeropuerto llegó a las 10,45 horas.

Allí fue acogido por la ministra presidente de Turingia, Christine Lieberknecht, y por el obispo de Erfurt, monseñor Joachim Wanke, junto con otras autoridades civiles y religiosas y una representación de fieles, entre ellos un grupo de niños.

Después, el Papa visitó la catedral de la ciudad, dedicada a Santa María, donde entre otros gestos, se arrodilló unos instantes para orar, veneró el relicario de san Bonifacio, se detuvo ante la tumba del obispo Hugo Aufderbeck y veneró la antigua estatua de la Virgen Sedes Sapientiae«.

A continuación se dirigió en coche al antiguo convento de los agustinos, donde mantuvo el encuentro con los evangélicos y celebró después un encuentro ecuménico con representantes cristianos.

Benedicto XVI confesó que para él era “un momento emocionante encontrarme en el antiguo convento agustino de Erfurt con los representantes del Consejo de la Iglesia Evangélica de Alemania”.

“Aquí Lutero estudió teología –recordó en su discurso a los evangélicos-. Aquí, en 1507, fue ordenado sacerdote. Contra los deseos de su padre, no continuó los estudios de derecho, sino que estudió teología y se encaminó hacia el sacerdocio en la Orden de San Agustín”.

Lecciones de Lutero

“En este camino, no le interesaba esto o aquello –destacó-. Lo que le quitaba la paz era la cuestión de Dios, que fue la pasión profunda y el centro de su vida y de su camino”.

Valoró que la pregunta «¿Cómo puedo tener un Dios misericordioso?» fuera la “fuerza motora” del camino de Lutero.

Y planteó: “¿Quién se ocupa actualmente de esta cuestión, incluso entre los cristianos? ¿Qué significa la cuestión de Dios en nuestra vida, en nuestro anuncio?”.

El Papa constató que “la mayor parte de la gente, también de los cristianos, da hoy por descontado que, en último término, Dios no se interesa por nuestros pecados y virtudes”.

La pregunta de Martín Lutero “¿Cómo se sitúa Dios respecto a mí, cómo me posiciono yo ante Dios?”, indicó el Obispo de Roma, “debe convertirse otra vez, y ciertamente de un modo nuevo, también en una pregunta nuestra. Pienso que esta es la primera cuestión que nos interpela al encontrarnos con Martín Lutero”.

Benedicto XVI añadió que “después es importante: Dios, el único Dios, el Creador del cielo y de la tierra, es algo distinto de una hipótesis filosófica sobre el origen del cosmos. Este Dios tiene un rostro y nos ha hablado, en Jesucristo”.

Potenciar lo común

De esta manera, el Papa se refirió a un aspecto común a todos los cristianos, apoyando en la práctica su indicación explícita de potenciar lo que los cristianos comparten.

“Fue un err
or de la edad confesional haber visto mayormente aquello que nos separa, y no haber percibido en modo esencial lo que tenemos en común en las grandes pautas de la Sagrada Escritura y en las profesiones de fe del cristianismo antiguo”, reconoció.

Y añadió: “Éste ha sido el gran progreso ecuménico de los últimos decenios: nos dimos cuenta de esta comunión y, en el orar y cantar juntos, en la tarea común por el ethos cristiano ante el mundo, en el testimonio común del Dios de Jesucristo en este mundo, reconocemos esta comunión como nuestro fundamento imperecedero”.

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ZENIT Staff

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