El Papa a los canadienses: la libertad no es un valor absoluto individual, sino un don de Dios

Al aceptar hoy las cartas credenciales de la nueva embajadora ante la Santa Sede

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves 30 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- El Papa afirmó hoy, en su discurso a la nueva embajadora de Canadá ante la Santa Sede, Anne Leahy, que la libertad “no puede ser invocada para justificar ciertos excesos”, que podrían llevar a “una regresión en el concepto de ser humano”, especialmente en cuestiones como la vida y la familia.

Es necesaria, explicó, una “redefinición del sentido de la libertad”, cada vez más percibida como “un derecho intocable del individuo”, mientras que se ignora “la importancia de sus orígenes divinos y su dimensión comunitaria”.

“Según esta interpretación, el individuo solo podría decidir y escoger la fisonomía, las características y las finalidades de la vida, de la muerte y del matrimonio”, dijo el Papa.

Sin embargo, añadió, “la verdadera libertad se funda y se desarrolla últimamente en Dios. Es un don que es posible acoger como un germen y hacer madurar de manera responsable para enriquecer verdaderamente a la persona y la sociedad”, y tiene como referencia “una ley moral natural de carácter universal, que precede y une todos los derechos y deberes”.

El Papa mostró su convencimiento de que “una cultura de vida”, especialmente en cuanto a la defensa de la vida y de la familia, “podría revitalizar de nuevo el conjunto de la existencia canadiense personal y social. Sé que es posible y que su país es capaz de eso”, añadió.

Por otro lado, se refirió a la cuestión de la enseñanza religiosa, y recordó que es “un derecho inalienable de los padres asegurar la educación moral y religiosa de sus hijos”.

“La enseñanza de la religión, debido a la contribución específica que puede aportar, representa un recurso fundamental e indispensable para una educación que tiene entre sus primeros objetivos la construcción de la personalidad del alumno y el desarrollo de sus capacidades, integrando las dimensiones cognitivas, afectivas y espirituales”, destacó.

Benedicto XVI afirmó que los canadienses son “herederos de un humanismo extraordinariamente rico, gracias a la asociación de numerosos elementos culturales diversos”, de los cuales destacó “la concepción espiritual y transcendental de la vida, fundada sobre la Revelación cristiana, que dio un impulso vital a su desarrollo como sociedad libre, democrática y solidaria”.

Destacó por otro lado el importante compromiso de Canadá en favor de los países más pobres del planeta, así como su papel en la prohibición de las minas anti personas , así como “su contribución a la estabilidad, a la paz y al desarrollo en la región de los Grandes Lagos en África”.

También recordó que entre Canadá y la Santa Sede “hay una larga historia de diálogo” que data de varios siglos. “No deja de ser significativo que Juan Pablo II realizara tres viajes apostólicos a Canadá, el último con ocasión de la XVII Jornada Mundial de la Juventud”.

“Como usted ha puesto de manifiesto”, añadió el Papa, en referencia al discurso pronunciado por la nueva embajadora, “gracias a las instituciones que creó y a la cultura que promovió, el catolicismo representó una piedra angular del edificio de la sociedad canadiense”.

<p>El Papa mostró su convencimiento de que “las raíces viejas del árbol del catolicismo están todavía vivas en Canadá y que pueden hacerlo reflorecer”, y animó a los católicos canadienses a comprometerse en la sociedad como “expresión de un amor qué busca el bien íntegro del hombre”.

A nueva embajadora de Canadá ante la Santa Sede, Anne Leahy, tiene 56 años y es originaria de Quebec. Ha sido anteriormente embajadora ante Camerún, Polonia y la Federación Rusa, y ejerció como coordinadora general para la Jornada Mundial de la Juventud 2002 en Toronto.

[Por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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