El Papa a los Países Bajos: Apoyar a la familia es apoyar a los derechos

Discurso a la nueva embajadora ante el Vaticano

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

CIUDAD DEL VATICANO, viernes 2 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que entregó este viernes Benedicto XVI a la nueva embajadora de los Países Bajos ante la Santa Sede, la baronesa Henriette Johanna Cornelia Maria van Lynden-Leijten, con motivo de la presentación de las cartas credenciales.

* * *

Su excelencia:

Con mucho gusto le doy la bienvenida al Vaticano al aceptar las cartas que le acreditan como embajadora extraordinaria pleniponteciario del Reino de los Países Bajos ante la Santa Sede. Quisiera expresarle mi gratitud por los buenos deseos que trae de la reina Beatrix. Por favor, transmita a Su Majestad mis mejores deseos y asegúrele mis oraciones por todas las personas de vuestra nación.

En un mundo que está cada vez más interconectado, las relaciones diplomáticas de la Santa Sede con los diferentes estados proporcionan muchas oportunidades para la cooperación en cuestiones globales importantes. Desde esta perspectiva, la Santa Sede valora sus lazos con los Países Bajos y busca reforzarlos en los próximos años. Vuestro país, como uno de los miembros fundadores de la Comunidad Económica Europea y sede de varias instituciones jurídicas internacionales, ha estado durante mucho tiempo en la vanguardia de pasos orientados a intensificar la cooperación internacional para mayor bien de la familia humana. Por este motivo, la misión que usted está emprendiendo está llena de oportunidades para una acción común orientada a promover la paz y la prosperidad a la luz del deseo de la Santa Sede y de los Países Bajos de ayudar a la persona.

La defensa y la promoción de la libertad es un elemento clave en el compromiso humanitario sobre el que tanto la Santa Sede como el Reino de los Países Bajos llaman la atención con frecuencia. Ahora bien, debe entenderse que la libertad necesita anclarse en la verdad, la verdad de la naturaleza de la persona humana, y necesita estar orientada hacia el bien de los individuos y de la sociedad. En la crisis financiera de los últimos doce meses, todo el mundo ha sido capaz de observar las consecuencias de un individualismo exagerado, que tiende a favorecer la búsqueda unilateral de lo que es percibido como ventaja personal, excluyendo otros bienes.

Se ha reflexionado mucho sobre la necesidad de una profunda actitud ética ante el proceso de integración política y económica, y cada vez más gente está reconociendo que la globalización tiene que estar dirigida hacia la meta del desarrollo humano integral de los individuos, de las comunidades y los pueblos, conformado no por fuerzas mecánicas o deterministas sino por valores humanos que están abiertos a la trascendencia (cf. Caritas in Veritate, 42). Nuestro mundo, «debe recuperar el verdadero sentido de la libertad, que no consiste en la seducción de una autonomía total, sino en la respuesta a la llamada del ser, comenzando por nuestro propio ser» (ibídem, 70). De aquí se deriva la convicción de la Santa Sede sobre el insustituible papel de las comunidades religiosas en la vida pública y en el debate público.

Si bien parte de la población de los Países Bajos podría declararse agnóstica o incluso atea, más de la mitad profesa el cristianismo, y los números crecientes de inmigrantes que siguen otras tradiciones religiosas hace que sea más necesario que nunca el que las autoridades reconozcan el lugar de la religión en la sociedad holandesa. Una indicación que muestra cómo su gobierno ya lo hace es el hecho de que las escuelas religiosas reciben apoyo estatal en vuestro país, y es justo que así sea, dado que estas instituciones están llamadas a ofrecer una contribución significativa al entendimiento mutuo y a la cohesión social, transmitiendo los valores que están arraigados en una visión trascendente de la dignidad humana.

Desde este punto de vista, son más básicas aún que las escuelas las familias basadas sobre los cimientos de un matrimonio estable y fecundo entre un hombre y una mujer. No hay nada que pueda igualar o sustituir al valor formativo de crecer en un ambiente familiar seguro, aprendiendo a respetar y favoreciendo la dignidad de los demás, alcanzando la capacidad de «acogida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda» (Familiaris Consortio, 43; cf. Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, 221), en resumen, aprendiendo a amar. Por otro lado, una sociedad que alienta modelos alternativos de vida familiar en aras de una supuesta diversidad, acumulará consecuencias que apuntan hacia el desarrollo humano integral (cf. Caritas in Veritate, 44, 51). La Iglesia católica en su país quiere desempeñar su papel apoyando y promoviendo la vida familiar estable, como ha declarado la Conferencia Episcopal de los Países Bajos en su reciente documento sobre la atención pastoral de los jóvenes y la familia. Tengo la más profunda esperanza de que la contribución católica al debate ético sea escuchada y atendida por todos los sectores de la sociedad de los Países Bajos de manera que la noble cultura que ha distinguido a vuestro países desde hace siglos continúe siendo conocida por su solidaridad con los pobres y los necesitados, por su promoción de la auténtica libertad y por su respeto de la dignidad y del inestimable valor de toda vida humana.

Excelencia, al presentarle mis mejores deseos de éxito en su misión, quiero asegurarle que los diferentes departamentos de la Curia Romana están dispuestos a ofrecerle ayuda y apoyo en el cumplimiento de sus responsabilidades. Sobre su excelencia, su familia y el pueblo del Reino de los Países Bajos, invoco cordialmente las abundantes bendiciones de Dios.

[Traducción del original inglés realizada por Jesús Colina

© Libreria Editrice Vaticana]

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación