El Papa a obispos de Venezuela: La Iglesia no hace la competencia al Estado

El rostro de Cristo sufre en los pobres y marginados, recuerda

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CIUDAD DEL VATICANO, 11 junio 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II alentó este martes la labor de la Iglesia en Venezuela para responder a las dramáticas necesidades de su población, aclarando que no busca hacer la competencia a los poderes públicos, sino colaborar con ellos.

Las palabras del pontífice tienen lugar después de que antes del golpe de Estado y del regreso al poder de Hugo Chávez, que tuvo lugar entre el 11 y el 14 de abril, el presidente lanzara durísimas acusaciones a hombres de Iglesia.

Chávez, que antes había recortado la ayuda pública a la acción de promoción integral humana realizada por la Iglesia, llegó a acusar a la Iglesia de ser el «cáncer» de la «revolución» que él quiere promover.

Juan Pablo II, al encontrarse con los obispos del país que vinieron para cumplir con la quinquenal visita «ad limina», en la que le informaron durante encuentros personales sobre la situación que atraviesa el país, comenzó constatando el aumento en los últimos años de «la pobreza, a veces extrema», en uno de los mayores exportadores de petróleo.

«El rostro de Cristo sufriente se hace concreto en tantos campesinos, indígenas, marginados urbanos, niños abandonados, ancianos desatendidos, mujeres maltratadas o jóvenes desocupados», denunció.

«Sé que todo esto interpela apremiantemente vuestra solicitud pastoral, pues no se puede pasar de largo ante el prójimo desventurado, que tantas veces requiere una atención inmediata, antes incluso de analizar las causas de su desgracia», añadió.

«La Iglesia, tanto mediante la abnegada entrega de muchas personas como de la acción constante de tantas instituciones, siempre ha dado y continua dando testimonio de la misericordia divina con su dedicación generosa e incondicional a los más necesitados», aseguró.

Por eso, afirmó dirigiéndose a los prelados, «sin entrar en concurrencia con todo aquello que compete a las autoridades públicas, la Iglesia se sentirá llamada unas veces a dar voz a los que nadie parece escuchar».

En otras ocasiones, dijo, deberá «buscar formas de colaboración leal en aquellas iniciativas que persiguen el bien integral de la persona y que, por ello, atañen tanto a la misión propia de la Iglesia como a la finalidad específica de las organizaciones sociales».

«Éstas –aclaró–, no pueden desentenderse, ni menos aún ignorar, la considerable aportación de la Iglesia a muchos aspectos que pertenecen al bien común».

«Sé muy bien que esta faceta de vuestro ministerio no siempre es fácil, y que no faltan malentendidos, intentos de tergiversación o propósitos más o menos declaradamente partidistas», constató.

«Pero no es éste el terreno en que se mueve la Iglesia, la cual desea promover precisamente un clima de diálogo abierto y constructivo, paciente y desinteresado, entre todos aquellos que tienen en sus manos responsabilidades públicas, con el fin de hacer valer la dignidad y los derechos inalienables de la persona», concluyó.

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ZENIT Staff

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