El papa aboga por la solidaridad en la era de la globalización

Discurso a once nuevos embajadores ante la Santa Sede

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ROMA, 2011 (ZENIT.org).- Benedicto XVI, al recibir ayer las cartas credenciales de once nuevos embajadores ante la Santa Sede, puntualizó que «en la era de la globalización es necesaria una auténtica solidaridad para enfrentar los grandes desafíos que tenemos por delante».

A los gobiernos les solicitó que ayuden a las nuevas generaciones, las cuales sufren graves problemas, como la desocupación. El santo padre invitó también a ver la globalización no como una amenaza, sino como una oportunidad y palanca para el desarrollo humano integral, sin olvidar las amenazas por el medio ambiente o los la tutela de los inmigrantes.

Los once nuevos embajadores, no residentes, ante la Santa Sede son: Jaume Serra Serra, Andorra; Margaret A. King-Rousseau, Trinidad y Tobago; Hília Garez Gomes Lima Barber, Guinea Bissau; Paul Widmer, Suiza; Anatole Bacanamwo, Burundi; Arbhorn Manasvanich, Tailandia; Muhammad Saleem, Pakistán; Amadeu P.S. da Conceição, Mozambique; Tolendy Makeyev, Kirguistán; Tamara Kunanayakam, Sri Lanka, y Joseph Paré, Burkina Faso.

Benedicto XVI recordó a los diplomáticos que «en nuestros días la unidad de la familia humana es un hecho innegable», esto debido a los medios de comunicación, transporte, vínculos comerciales. Lo que entretanto pone «problemas de envergadura global como la protección del medio ambiente» así como «la importancia de los flujos migratorios» pues «los seres humanos han tomado conciencia de su destino común».

«La humanidad –prosiguió el papa- debe descubrir en esta interdependencia no una amenaza, sino una ventaja: todos somos responsables de todos, por lo cual es importante tener un concepto positivo de la solidaridad ya que es la palanca del desarrollo humano integral».

Y al hablar de solidaridad, Benedicto XVI suscitó el tema de «la solidaridad intergeneracional», que tiene sus raíces en la familia, y afirmó que la preocupación por la educación y el destino de las generaciones futuras se traduce en «un avance significativo en la percepción de la unidad del género humano».

Indicó también la «responsabilidad común» por el bien de la humanidad en la que «el pluralismo de culturas y religiones no está en contradicción con la búsqueda común de la verdad, la bondad y la belleza».

«La Iglesia, iluminada y sostenida por luz de la Revelación anima a la humanidad a fiarse de la razón purificada por la fe» dijo, y añadió que así es posible superar condicionamientos de parte o interesados, para reconocer los bienes universales necesarios a todos los seres humanos. «Entre ellos, la paz y la armonía social y religiosa, tan deseadas, están unidas no sólo a un marco legislativo justo y adecuado, sino también a la calidad moral de todos los ciudadanos porque la solidaridad tiene dos aspectos complementarios: el del principio social y el de la virtud moral».

La solidaridad, recordó, es una «virtud social» en particular cuando se crean «estructuras de subsidiariedad» que lleve a las personas a «trabajar para el bien común».

Indicó también a los embajadores: «Los nuevos retos a los que vuestros países se enfrentan llaman una movilización de la inteligencia y la creatividad del ser humano para luchar contra la pobreza y utilizar de forma más eficaz y racional los recursos y energías disponibles» y a «incrementar la responsabilidad de todos entraña también la tutela de la dignidad humana en contra de cualquier intento de limitarla».

El santo padre concluyó indicando que «Justicia y solidaridad son inseparables del concepto de desarrollo integral de la persona. En este sentido, no incumbe sólo a las religiones resaltar la primacía del espíritu, sino también a los Estados, sobre todo a través de una política cultural que promueva el acceso de todos a los bienes del espíritu, valorice la riqueza de los lazos sociales y no obstaculice jamás al ser humano en su búsqueda libre de la espiritualidad».

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ZENIT Staff

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