El Papa aboga por un nuevo orden internacional al comenzar el año

La paz es «posible» y, por tanto, es un «deber»; asegura

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CIUDAD DEL VATICANO, 1 enero 2004 (ZENIT.org).- En sus primeras palabras pronunciadas al inicio del año 2004, Juan Pablo II ha asegurado en que la paz es «posible», y por tanto, un «deber», abogando por un nuevo orden internacional.

Fue el tema central de la homilía que pronunció en la celebración eucarística de este día en el que la Iglesia católica celebraba la solemnidad de María Madre de Dios, proclamada Jornada Mundial de la Paz.

En esta ocasión, el Papa ha querido consagrarla al tema de la educación en la paz, argumento que también había asignado para su primer año de pontificado. «Dado que la paz es posible –he querido repetir– es un deber», explicó en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

«Ante las situaciones de injusticia y de violencia que oprimen a varias zonas del planeta, ante la permanencia de conflictos armados con frecuencia olvidados por la opinión pública, se hace cada vez más necesario construir juntos caminos para la paz; se hace por eso indispensable educar en la paz», afirmó.

En particular, la educación en la paz, explicó es necesaria en la tierra en la que nació Jesús, que «sigue viviendo, por desgracia, en condiciones dramáticas».

«Es necesario, sin embargo, perseverar sin ceder a la tentación de la desconfianza –afirmó–. Es necesario un esfuerzo por parte de todos para que se respeten los derechos fundamentales de las personas a través de una constante educación en la legalidad».

«Con este objetivo hay que hacer todo lo posible para superar la lógica de la estricta justicia para abrirse también a la del perdón. De hecho, ¡no hay paz sin perdón!», aseguró.

Observando el escenario internacional, el Papa explicó que «cada vez se experimenta más claramente la necesidad de un nuevo orden internacional, que recoja la experiencia y los resultados alcanzados en estos años por la Organización de las Naciones Unidas».

«Un orden –aclaró– que sea capaz de dar soluciones adecuadas a los problemas de hoy, fundadas en la dignidad de la persona humana, en un desarrollo integral de la sociedad, en la solidaridad entre los países ricos y los países pobres, en la capacidad para compartir los recursos y los extraordinarios resultados del progreso científico y técnico».

En la celebración eucarística, presidida por el Papa y celebrada por el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado de la Santa Sede, participaron los embajadores de los países acreditados ante la Santa Sede.

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ZENIT Staff

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