El Papa agradece las felicitaciones por su vigesimoquinto aniversario

En una emocionante audiencia marcada por el inicio de las celebraciones

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CIUDAD DEL VATICANO, 15 octubre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II agradeció este miércoles en una emocionante audiencia general las felicitaciones que le están llegando desde los cinco continentes con motivo de los veinticinco años de su pontificado.

Escuchaban al Papa en la plaza de San Pedro del Vaticano al menos 16.000 peregrinos, 1.500 polacos, que en buena parte han venido a Roma para participar en el jubileo de plata del Papa que tiene lugar este jueves y que culminará el domingo con la beatificación de la Madre Teresa de Calcuta.

Al final del encuentro, hablando en polaco, el Santo Padre agradeció «de corazón» el apoyo que ha recibido «en el transcurso de estos 25 años y las oraciones y todas las expresiones de benevolencia y comunión».

«Me siento feliz de poder contar con vuestro apoyo espiritual –confesó el Papa en polaco, mostrando mejor aspecto que en días pasados–. Llevad mi saludo a vuestras familias y a vuestros seres queridos. Que Dios os bendiga».

Al inicio de la audiencia, la voz del Papa era débil, pero los cantos de los peregrinos y los aplausos que recibió en los saludos a los diferentes grupos nacionales parecieron imprimirle aliento, pues al final su pronunciación fue más fuerte y clara.

Antes de despedirse de los presentes, volvió a tomar la palabra en italiano para invitarles a participar en la solemne celebración eucarística, que presidirá este jueves a las 18,00 en la plaza de San Pedro del Vaticano, «para alabar al Señor y darle las gracias en esta feliz circunstancia».

Rodeaban al Papa buena parte de los cardenales de todo el mundo que ya habían venido a Roma para participar en las celebraciones y en el congreso de purpurados que entre la tarde del miércoles, viernes y sábado, afrontará algunos de los desafíos más apremiantes que tiene que afrontar la Iglesia católica.

A pesar del esfuerzo que ahora le procura, el Santo Padre no se saltó ninguno de los saludos en diez idiomas, y se mostró disponible para saludar personalmente durante una hora al final de la audiencia a la larga fila de fieles, obispos y pastores que se acercaron para saludarle. Con algunos de ellos, bromeó.

Dedicó su tradicional intervención de la audiencia general a comentar el sentido y estructura de las Vísperas, la oración litúrgica que comunidades religiosas, y laicos rezan al anochecer, continuando una tradición asentada en la Iglesia al menos desde el siglo IV, según él mismo aclaró.

Por las dificultades de pronunciación que experimenta en estos momentos, saltó algunos párrafos del texto que tenía escrito, como ya ha hecho en algunos de sus últimos encuentros públicos.

Esta oración vespertina, recordó, concluye implorando el perdón de Dios y la reconciliación fraterna entre los hombres, pues «nadie debe albergar ira en su corazón cuando se pone el sol».

Este práctica litúrgica del final del día, concluyó, «expresa la entrega de nuestra existencia en las manos del Padre, conscientes de que su bendición no desfallecerá nunca».

El Santo Padre lanzó, además, en el encuentro un llamamiento para pedir «diálogo civil» y «soluciones justas, en el respeto de la legalidad, a los problemas que afligen» a Bolivia, país sumido en el caos social que ha dejado 62 muertos en las tres últimas semanas.

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ZENIT Staff

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