El Papa alerta de nuevas formas de colonialismo en África en la lucha contra el Sida

Al recibir a los embajadores de Kenia y Malawi ante la Santa Sede

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 16 diciembre 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II dio este jueves la voz de alarma sobre las nuevas formas de colonialismo de una forma de luchar contra el Sida en África opuesta a los valores que encarna el matrimonio y la familia, propios además de la cultura del continente.

El Santo Padre expresó su denuncia en sendos discursos al recibir en audiencia a la embajadora de Kenia –la señora Raychelle Awuor Omamo– y al embajador de Malawi –señor Gilton Bazilio Chiwaula–, representantes diplomáticos ante la Santa Sede que acudieron a presentar sus cartas credenciales.

«La familia se sitúa en el corazón de las culturas de África. Es un tesoro que debe ser preservado y nunca descuidado, porque el futuro de vuestro pueblo, y el del mundo, pasan por la familia», recordó a la embajadora de Kenia.

De hecho es ahí donde «los líderes civiles y religiosos deberían trabajar juntos para asegurar que la sagrada institución del matrimonio, que es concomitante con una vida doméstica estable, sea afirmada y apoyada», recalcó el Papa.

Y es que «la fractura de la vida doméstica –reconoció– es una fuente de complejos problemas que, además de causar incalculable dolor a los individuos, mina la estructura de la sociedad y sus medios de desarrollo seguro».

Consciente de que el pueblo de Kenia «sufre algunos problemas sociales agudos» –aunque la nación mira con confianza el futuro–, el Papa advirtió que «las soluciones no pueden restringirse a suprimir simplemente los apuros, sino que requieren el valor de abrazar un modo de vida fiel al plan de Dios para todos los hombres y mujeres».

Al respecto Juan Pablo II aludió con «grave preocupación» a «las medidas actualmente en debate» en el país «para facilitar el aborto», y advirtió que su práctica, además de «violar la dignidad esencial de la vida», «invariablemente causa indecible dolor emocional y psicológico a la madre, quien ella misma frecuentemente es víctima de circunstancias contrarias a sus más profundas esperanzas y deseos».

«Igualmente, respecto a la tragedia del Sida que toda la familia humana enfrenta actualmente, se debe recordar que en el fondo ésta es una cuestión de comportamiento», puntualizó.

Alertó de que «los remedios propuestos que ignoran o rechazan el único fundamento genuino de salud y felicidad en este asunto –fidelidad sexual en el matrimonio y abstinencia sin él— es más probable que incrementen en lugar de que resuelvan la tragedia, y de hecho pueden ser entendidos como nuevas formas de colonialismo».

Por ello lanzó un llamamiento a la comunidad cristiana de Kenia a «dar firme testimonio de esa comunión íntima de vida y amor que define a la familia, lleva gozo a las comunidades y proporciona el fundamento sobre el que las aspiraciones de una nación se pueden construir».

En efecto, «la alarmante difusión del Sida requiere renovados esfuerzos por parte de la comunidad internacional», pero también pidió el Papa estos esfuerzos al gobierno de Malawi para su pueblo, a fin de «hallar formas aceptables de compartir la enfermedad y proporcionar atención adecuada a los enfermos y sus familias».

Señaló también la necesidad de que las autoridades públicas de Malawi y las comunidades de fieles trabajen juntas para promover «la fidelidad en el matrimonio y la abstinencia fuera de él como el medio más eficaz de protección contra la infección».

A través de su representante diplomático, el Papa alentó al pueblo de Malawi a seguir promoviendo el respeto a la familia y apremió al gobierno del país africano «a resistir cualquier intento de agencias del exterior de imponer programas de asistencia económica unidos a la promoción de la esterilización y la contracepción».

Tales campañas no sólo «ofenden la dignidad de la persona y de la familia» –recordó el Santo Padre–, «sino que también minan el crecimiento natural y el progreso de las naciones».

Finalmente, Juan Pablo II renovó a los dos países africanos el compromiso de la Iglesia en su labor de asistencia en este campo y en la promoción de la dignidad humana y del mejor futuro de sus pueblos.

La embajadora de Kenia ante la Santa Sede, Raychelle Awuor Omamo, es licenciada en Derecho por la Universidad de Kent (Canterbury). Obtuvo el título de abogado defensor en la Corte Suprema de su país; na sido miembro del Consejo de la Asociación de Juristas de Kenia y primera mujer presidente del organismo, presidente del Consejo Directivo de la Casa de Acogida para niños seropositivos «Nyumbani» en Nairobi y vicepresidente de la Asociación de los Juristas de África Oriental. Desde diciembre de 2003 es también embajadora en Francia, donde reside. Es asesora de UNICEF para proyectos de ley a favor de la infancia.

Con una población en torno a los 32 millones de habitantes, la mayoría de la población en Kenia es cristiana –el 33% es católica, el 45% protestante–; un 10% es musulmán y otro 10% sigue credos tradicionales.

Por su parte, Gilton Bazilio Chiwaula, nuevo embajador de Malawi ante la Santa Sede, es licenciado en Economía y Empresa por la Universidad de Melbourne (Australia). Ocupó puestos directivos en la Contabilidad del Estado y el Ministerio de Trabajo de Malawi. Ha desempeñado los cargos de Contable General del Estado, Secretario del Tesoro, Censor General de Cuentas, Director de la Oficina Anti-corrupción y Asesor del presidente. Desde el año pasado es también embajador en Berlín, donde reside.

Independiente desde 1964, Malawi –antiguo protectorado británico– tiene una población algo inferior a los 12 millones de habitantes, también en su mayor parte cristianos –católicos, un 20%, protestantes el 55%–; los musulmanes son aproximadamente el 20% y los seguidores de credos tradicionales rondan el 3%.

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ZENIT Staff

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